TRABAJO DE ANÁLISIS URBANO. SEMESTRE 1 2022.
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Objetivo general: Introducir al estudiante en el análisis del proceso de cambios urbano-territoriales en Venezuela a partir de la economía petrolera, y de los fundamentos teóricos para el estudio de la ciudad y el territorio- CONTACTOS: estudiosurbanos2ucv@gmail.com BLOG:http://estudiosurbanos2ucv.blogspot.com
TRABAJO DE ANÁLISIS URBANO. SEMESTRE 1 2022.
Distribución territorial de la población y ciudades. La concentración urbana como respuesta. El caso de Australia.
Más bosques para el planeta, más árboles para la ciudad. El caso de Venezuela y su capital Caracas.
Resumen.
Parque Los Caobos y Jardín Botánico. Caracas. |
Los bosques y el arbolado urbano son herramientas de combate contra el cambio climático, este último entendido como el aumento inusitado de la temperatura ambiental del planeta, que viene registrándose especialmente en los últimos 50 años aproximadamente, con consecuencias incrementalmente desastrosas sobre la vida de todas las especies naturales, incluido el ser humano, fenómeno claramente comprobado, así como su origen antropogénico. El consumo energético de combustibles, y el consumo masivo de materiales contaminantes, las actividades mineras altamente contaminantes y degradantes del ambiente, la deforestación y degradación de bosques y arbolado causados por tala y aumento de espacios para la ganadería, los cultivos agrícolas para la producción de alimentos o de agro carburantes y la explotación descontrolada de los recursos forestales, atentan contra el equilibrio atmosférico, la capa vegetal y la vida. De la limitación de estas actividades degradantes, y particularmente de la protección y de la comprensión de la importancia de los árboles, los sistemas forestales y los ecosistemas asociados, depende en buena medida el éxito sobre esta catástrofe ambiental. Tanto los grandes y bosques y selvas de escala planetaria, como la arborización de ciudades, asiento de la mayor parte de la población son importantes. El incremento de la arborización urbana y la recuperación de bosques cuenta con estrategias que abordan la escala planetaria, con grandes sistemas de bosques continentales y corredores de ciudades-región arborizados, así como otras tácticas que enfatizan la arborización al interior de las urbes, todo lo cual se destacará a continuación, poniendo particular atención al caso de Venezuela y de la ciudad de Caracas, su capital.
Palabras clave: cambio climático, bosques, arbolado, ciudad, Caracas, Venezuela.
PARTE I. Introducción
Los bosques y el arbolado urbano son herramientas de
combate contra el cambio climático, o el aumento inusitado de la temperatura
ambiente del planeta, especialmente en los últimos 50 años aproximadamente, con
consecuencias incrementalmente desastrosas sobre la vida de todas las especies
naturales, incluido el ser humano, fenómeno claramente comprobado, así como su
origen antropogénico (COOK et al., 2013). El consumo energético de combustibles, y el consumo masivo de
materiales contaminantes, las actividades
mineras altamente contaminantes y degradantes del ambiente, la deforestación y degradación de bosques y arbolado causados
por tala y aumento de cultivos agrícolas para la producción de alimentos o de agro
carburantes y la explotación descontrolada de
los recursos forestales, atentan contra el equilibrio atmosférico, la capa
vegetal y la vida. De la limitación de estas actividades degradantes, de
la protección y de la comprensión de la importancia de los sistemas forestales
y los ecosistemas asociados, depende en buena medida el éxito sobre esta
catástrofe ambiental en ciernes. Esto incluye tanto los grandes y bosques y
selvas de escala planetaria, como la arborización de ciudades, asiento de la
mayor parte de la población mundial. La ciudad es el lugar dominante en la
concentración espacial de los seres humanos como sociedades organizadas. Es el
hábitat construido que permite la vida de la mayoría, pero ello conlleva cargas
e impactos respecto al medio ambiente natural. La complejidad del asunto, exige
por lo tanto el estudio conjunto de los grandes bosques y selvas, sus
ecosistemas y problemática, en relación con las variables asociadas al
desarrollo urbano, sus requerimientos de consumo energético y de bienes, las
fuentes de esos requerimientos, y su contribución al cambio climático. Las ciudades pueden sin embargo aportar
grandes remedios a esta situación. Estas van desde lo científico y lo
tecnológico con estrategias para minimizar los impactos de los modos de
transporte, los materiales de construcción y el consumo de energía,
indispensable para el desarrollo, hasta la puesta en práctica de acciones
concretas de restitución de la naturaleza, dentro y fuera del ámbito urbano
construido. Además de la conservación de los grandes bosques, entre las medidas
regeneradoras a escala urbana, destacamos la arborización como una contribución
destacada para una ciudad y un planeta más verdes, ambientalmente sostenibles.
El incremento de la arborización urbana y la recuperación
de bosques cuenta con estrategias que abordan la escala planetaria, con grandes
sistemas de bosques continentales y corredores de ciudades-región arborizados, así
como otras tácticas que enfatizan la arborización al interior de las urbes,
todo lo cual se destacará a continuación, poniendo particular atención al caso
de Venezuela y de la ciudad de Caracas, su capital.
Cambio climático, bosques y arbolado urbano.
Las advertencias y evidencias sobre el cambio climático y
sus consecuencias nefastas para la vida se han hecho cada vez más urgentes y
preocupantes. Los expertos señalan: “Muchos de los cambios observados en el
clima no tienen precedentes en miles, sino en cientos de miles de años, y
algunos de los cambios que ya se están produciendo, como el aumento continuo
del nivel del mar, no se podrán revertir hasta dentro de varios siglos o
milenios. Sin embargo, una reducción sustancial y sostenida de las emisiones de
dióxido de carbono (CO2) y de otros gases de efecto invernadero permitiría
limitar el cambio climático. Aunque las mejoras en la calidad del aire serían
rápidas, podrían pasar entre 20 y 30 años hasta que las temperaturas mundiales
se estabilizasen” (IPCC, 2021).
De
acuerdo al informe de United in Science 2021, Organización de Naciones
Unidas, y la World Meteorological Organization (ONU, 2021a), las
concentraciones de gases de efecto invernadero y su impacto sobre la
temperatura ambiente, presentan niveles récord en el planeta, a pesar de la
circunstancia atenuante de la reducción de las actividades productivas debida a
la pandemia COVID-19, especialmente desde el año 2020, que ha reducido las emisiones
del transporte terrestre en cerca de un 5%, aunque esto sólo resulta en un
efecto temporal. Con ello el mundo se aleja de
los objetivos fijados por el Acuerdo de París (ONU,
2015), tratado internacional
para evitar que el calentamiento global que sufre el planeta aceleradamente
esté por encima de los 2°C durante el presente siglo. También obstaculiza el avance hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible acordados por la
Organización de Naciones Unidas (ONU,2021b). Más
allá de este límite de temperatura, se generarían fenómenos meteorológicos
más frecuentes, extremos y devastadores, con un impacto cada vez mayor en las
economías y en las sociedades, especialmente incendios
e inundaciones. La temperatura media anual del planeta es al menos 1°C
más elevada que en la época preindustrial, y probablemente se eleve hasta 1,5°C
en los próximos cinco años. El nivel del mar aumentó 20 centímetros entre 1900
y 2018, a un ritmo acelerado entre 2006 y 2018, y aumentará entre 0,3 y 0,6 metros
para 2100, o entre 0,3 y 3,1 metros para el año 2300. Aún con un aumento menor
a 2°C en la temperatura media, las infecciones, entre
ellas la COVID-19, y otros riesgos climáticos tales como las olas de calor y la
mala calidad del aire, se
combinarán para amenazar la vida de muchas especies y la salud humana en todo
el mundo, poniendo en especial riesgo a las poblaciones más vulnerables
por su nivel de pobreza o condiciones de salud especiales. Luego del fin de la
pandemia, se prevé un aumento adicional considerable de las emisiones y sus
efectos, por la reactivación de las economías, el consumo energético y otros
factores asociados, pero también por el recrudecimiento de acciones de
deforestación y degradación de bosques, causados por incendios forestales, tala,
y aumento de actividades agropecuarias y mineras, sobre todo en la Amazonía y
en las selvas de Indonesia en el sureste asiático, de importancia planetaria. La degradación de los bosques y del
ecosistema natural, no pueden ser compensados más que parcialmente con la
reforestación o el recrecimiento natural de la vegetación (WMO, 2021).
Las ciudades son también
parcialmente responsables de la emisión de contaminantes que aceleran el cambio
climático, como el CO2, y sufren asimismo sus consecuencias, tanto
las inmediatas y localizadas dentro de la ciudad, entre ellas la degradación de
la calidad ambiental, el calor y sus efectos nocivos sobre la salud, como otras
no necesariamente localizadas, como es el caso de la elevación del nivel de los
océanos, las inundaciones, las sequías y las tormentas inusuales, que afectan
gravemente la infraestructura, la producción de alimentos y la vida de los
habitantes de las ciudades, y de todos los seres vivos.
Los
bosques urbanos, las zonas protectoras, los parques nacionales y los sistemas
boscosos continentales albergan biodiversidad y ofrecen servicios sociales,
tanto al interior de las ciudades como en los sistemas ambientales supra
urbanos. Los grandes bosques acogen la mayor parte de la biodiversidad
terrestre del planeta, y son el hábitat del 80% de las especies de anfibios, el
75% de las de aves y el 68% de los mamíferos. Alrededor del 60% de todas las
plantas vasculares se encuentra en bosques tropicales. Los manglares en las
costas también proporcionan lugares de reproducción y criaderos para numerosas
especies de peces y crustáceos, y ayudan a retener los sedimentos que podrían
perjudicar el fondo submarino y los arrecifes coralinos. Los bosques
proporcionan más de 86 millones de empleos verdes y sustentan los medios de
vida de muchas personas más. La resiliencia de los sistemas alimentarios
humanos y su capacidad de adaptarse a los cambios futuros dependen de la
biodiversidad que los bosques protegen; las especies arbustivas y arbóreas
adaptadas a las tierras secas ayudan a combatir la desertificación; las especies
de insectos, murciélagos y aves que habitan en los bosques polinizan los
cultivos; los árboles con sistemas radiculares extensos que se encuentran en
ecosistemas montañosos evitan la erosión del suelo, y las especies de manglares
favorecen la resiliencia ante la inundación en zonas costeras. Al acentuarse
los riesgos para los sistemas alimentarios por el cambio climático, la función
de los bosques de captar y fijar carbono mitigando el cambio climático es cada
vez más importante para el sector agrícola. Más de 28.000 especies de plantas
están registradas como plantas de uso medicinal y muchas de ellas se encuentran
asimismo en ecosistemas forestales.
Según
la Organización de Naciones Unidas (FAO, 2020), el área total de bosques en el
mundo es de 4 mil millones de hectáreas aproximadamente, que corresponden al
31% de la superficie total de la tierra. Esta área es equivalente a 0,52
hectáreas por persona, pero los bosques no están naturalmente distribuidos de
manera uniforme por población o situación geográfica. Las zonas tropicales
poseen la mayor proporción de los bosques del mundo, hasta 45%, mientras el
resto está localizado en las regiones boreales, templadas y subtropicales. Más
de la mitad de los bosques está situada en cinco países: Rusia, Brasil, Canadá,
los Estados Unidos de América y China. En el mundo, Brasil contiene la mayor
proporción de bosques protegidos del planeta con un 21% del total, y le siguen
Indonesia y Venezuela con 7% y 6% respectivamente.
Aproximadamente
sólo cerca de un 30% de los bosques del mundo son bosques primarios, que se
definen como bosques de especies arbóreas autóctonas, regenerados de forma
natural, donde los procesos ecológicos no han sufrido perturbaciones
destacables. El área de bosque destinada principalmente para la protección del
suelo y el agua muestra una tasa de crecimiento positiva en los últimos 10 años
y el ritmo de pérdida neta de bosques disminuyó notablemente durante el período
1990-2020 debido a una reducción de la deforestación en algunos países, además
de un aumento de la superficie en otros, a través de la reforestación y/o la
expansión natural. Asia tuvo el mayor
aumento neto de superficie forestal en el período 2010-2020, seguida por
Oceanía y Europa. Entre 2015 y 2020, se estima que la tasa de deforestación fue
de 10 millones de hectáreas al año, cuando en la década de 1990 era de 16
millones de hectáreas al año. La superficie de bosques plantados ha aumentado
en 123 millones de hectáreas, aunque la tasa anual de aumento se redujo en la
última década. (UNECE, 2021a); (GBU, 2015); (UNECE, 2021b); (ONU-Habitat, 2014);
(FAO, 2021).
Estos
indicadores representan una disminución en la tasa de merma de áreas de
bosques, pero no han dejado de perderse vastas superficies boscosas en el
planeta, en cifras absolutas, unos 420 millones de hectáreas, especialmente a
causa del cambio de usos de la tierra (FAO y PNUMA, 2020b). África tuvo la
mayor tasa anual de pérdida neta de bosques en el período 2010-2020, con 3,9
millones de hectáreas, seguida por América del Sur, con 2,6 millones de
hectáreas. En África, la tasa de pérdida neta de bosques ha aumentado en cada
uno de los tres decenios desde 1990. Hay pérdida de bosques en América del Sur,
aunque la tasa de pérdida ha disminuido aproximadamente a la mitad en el
decenio 2010-2020 en comparación con el período 2000-2010. Europa y Asia
registraron aumento neto de deforestación en 2010-2020 respecto a 2000-2010 y
Oceanía también experimentó pérdidas netas de superficie forestal entre 1990 y
2010. La superficie de bosques regenerados de forma natural ha disminuido desde
1990 y de unas 60.000 especies arbóreas conocidas, unas 17.500 se han
clasificado como especies en riesgo de extinción, el doble que las especies
animales en riesgo. (BGC, 2021).
En el caso de la Amazonia, selva tropical que ocupa
territorios de diversos países de la región suramericana y se extiende sobre
casi 8 millones de kilómetros cuadrados, esta viene sufriendo niveles de
deforestación inéditos especialmente desde 2020, con casi cinco mil kilómetros
cuadrados de selva arrasada ese año, debido sobre todo al aumento de áreas para
la ganadería extensiva y el cultivo de soja, pero también a causa de los
incendios naturales y provocados en aumento, sobre todo en la porción dentro de
los límites del Estado de Brasil, esto a pesar de las declaraciones de alto
nivel en favor de la defensa ambiental, y de éxitos anteriores, ya que
paradójicamente, entre 2004 y 2012, el país había logrado reducir la
deforestación hasta en un 80 por ciento (NATGEO, 2018). En la Amazonía
brasileña se estima un aumento de 54% en la deforestación en los últimos diez
meses respecto al periodo anterior. NATGEO (2020). https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/2020/06/deforestacion-amazonas-alcanza-niveles-historicos-debido-consumo-carne Esta situación
persiste a pesar de algunos esfuerzos institucionales. Por otra parte, en la
Amazonía venezolana, la situación es muy preocupante, ya que la actividad
minera descontrolada, propiciada por las instituciones públicas, pero fuera de su alcance regulatorio, está
afectando más de 111 mil kilómetros cuadrados con actividades altamente
contaminantes y deforestaciones masivas, sin mencionar los efectos nefastos
sobre poblaciones locales, tribus
indígenas y especies naturales. En Colombia, de 2000 a 2018, entre 600 y 1.400 kilómetros
cuadrados de bosques amazónicos fueron intervenidos para el desarrollo
agropecuario sólo en territorio colombiano (VALENZUELA, 2021).
En el
Sureste Asiático, los grandes bosques sufren también una de las mayores tasas
de deforestación del planeta. Indonesia ha perdido la cuarta parte de sus
bosques en los últimos 25 años a causa de la quema colocando al país en la
pasada década como el tercer país emisor en gases de efecto invernadero del
mundo. Los incendios forestales sucedidos en Indonesia en 2015 son considerados
una de las mayores catástrofes medioambientales del siglo XXI con grandes
pérdidas económicas y sociales. Estas quemas son aparentemente responsables del
4% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero, y se producen por
la explotación insostenible y la demanda creciente de papel y aceite de palma
por parte de empresas mundiales de producción de cosméticos y alimentos
procesados, así como la industria de “biocarburantes” para la fabricación de
biodiesel a nivel internacional (GP, 2021); (FAO y PNUMA ,2020b).
Además
de las actividades humanas, los grandes bosques están sujetos a otras
perturbaciones que también pueden afectar negativamente su salud y vitalidad, degradando
la estructura y la cubierta forestal, y causando pérdidas irrecuperables de
biodiversidad. Los incendios naturales, los fenómenos meteorológicos graves,
las plagas, las enfermedades y otras perturbaciones ambientales pueden degradar
los bosques, y esto incluso puede afectar negativamente a otros usos de la
tierra como los agrícolas, al causar una pérdida de calidad del líquido vital
aguas abajo. Los cambios que se están produciendo en la actividad mundial de
los incendios en términos de ubicación, intensidad, gravedad y frecuencia
probablemente tendrán un costo inmenso en términos de biodiversidad, servicios
eco sistémicos, bienestar humano, medios de subsistencia y economías
nacionales.
Muchos
científicos consideran que las tierras silvestres se enfrentan a condiciones
meteorológicas cada vez más difíciles en materia de incendios, a temporadas de
incendios prolongadas y a incendios de mayor envergadura influenciados por el
cambio climático. Las estimaciones para Europa indican un posible aumento de la
superficie quemada por año, para el año 2090, de entre un 120% y un 270% por
encima de la media de 2000-2010 (IUFRO, 2018). Las áreas afectadas por
fenómenos meteorológicos graves entre 2002 y 2015 están especialmente en
América del Norte y Central (entre 2.075.700 y hectáreas 9.081.300), en Europa
(entre 230.100 y 784.100 hectáreas), África (entre 1.100 y 22.200 hectáreas),
Asia (entre 23.300 y 461.400 hectáreas) y Oceanía (hasta 43.100 hectáreas).
Resalta que la fuente FAO (2021) no reporta cifras para América Latina ya que
los países no consignaron series contrastables para el período estudiado.
Insectos, enfermedades y fenómenos meteorológicos extremos también dañaron cerca
de 40 millones de hectáreas de bosques en 2015, particularmente en las zonas
templadas y boreales.
La
agricultura y ganadería comercial a gran escala, principalmente la cría de
ganado vacuno y el cultivo de soja y aceite de palma fueron la causa del 40% de
la deforestación de bosques tropicales entre los años 2000 y 2010. La
agricultura local de subsistencia fue responsable de otro 33% de deforestación
a pesar de que paradójicamente, la agricultura se ve beneficiada por la salud
del bosque. Las regiones con poblaciones humanas densas y un uso agrícola
intenso, como Europa, América del Norte, algunas partes de Bangladesh, China y
la India están menos afectadas en cuanto a su biodiversidad. Pero el norte de
África, el sur de Australia, la costa del Brasil, Madagascar y Sudáfrica son
zonas donde la pérdida del estado intacto de la biodiversidad es notable, con
el agravante de que, en estas regiones, alrededor de 252 millones de las
personas que viven en bosques y sabanas, tienen ingresos inferiores a 1,25 dólares
norteamericanos al día, es decir, se encuentran en nivel de pobreza extrema y
dependiendo de la salud del bosque (FAO y PNUMA, 2020b). Como consecuencia, existen altos riesgos de
que se potencien algunas enfermedades que afectan al ser humano
asociadas a especies que subsisten en los bosques intervenidos o degradados,
como la malaria, la enfermedad de Chagas, la tripanosomiasis africana (la
enfermedad del sueño), la leishmaniasis, la enfermedad de Lyme y las
enfermedades causadas por el VIH y el virus del Ébola. La mayoría de las nuevas
enfermedades infecciosas, incluido el virus SARS-CoV2 que causó la pandemia
actual de COVID-19, son enfermedades zoonóticas y su aparición puede estar
relacionada con la pérdida del hábitat natural a causa del cambio de la
superficie forestal, con el consumo de especies silvestres, y con la expansión
de las poblaciones humanas en zonas forestales, ya que aumenta la exposición de
las personas a la flora y fauna silvestres.
Todas
estas incidencias requieren oportuna detección, para lo cual el satélite es una
forma eficiente de monitorear variables ambientales en detalle. Ello debe ser
favorecido con el necesario libre acceso a datos y tecnologías para todos los
países. Sin embargo, los instrumentos de teledetección también tienen
limitaciones tecnológicas a superar, como la poca capacidad para separar el
bosque de otros tipos de vegetación, o para medir la altura de la vegetación,
pudiendo generar clasificaciones erróneas. Otras tecnologías disponibles pueden
aportar al monitoreo y la vigilancia de la integridad de árboles y bosques, por
ejemplo, la tecnología de drones con cámaras y transmisión de video,
complementadas con personal especializado en el tema (UNDOCS, 2017).
En las ciudades, la
ausencia de árboles, especialmente en las zonas más pobres de esas ciudades, y
la falta de consideración hacia el arbolado y su relación con ecosistemas
mayores, pone también en riesgo la salud humana y la supervivencia de especies,
y no contribuye con las acciones de combate al cambio climático. Se estima que
la siembra estratégica de árboles en la ciudad podría reducir hasta en 8°C la
temperatura ambiental, aminorando en un porcentaje significativo, por ejemplo, la
necesidad de enfriamiento artificial y contaminante de los ambientes
construidos. La vegetación en zonas urbanas densamente
pobladas puede reducir el efecto de “isla de calor” producido por la
concentración de pavimento y concreto. Asimismo, un árbol puede
absorber decenas de kilos de dióxido de carbono CO2 por año,
mejorando la calidad del aire y del ambiente. Los árboles también son capaces
de remover o almacenar otros contaminantes nocivos como el sulfuro de dióxido,
óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono, cadmio, níquel, y plomo, aunque ello
también puede afectarles negativamente, por lo que lo necesario es evitar su
emisión. La vegetación reduce la erosión del suelo, favorece el control de
aguas superficiales, reduce los deslizamientos de tierra y mitiga los daños por
inundaciones. Puede ayudar a sustituir
desagües artificiales, tanques y plantas de tratamiento para la escorrentía de
aguas pluviales. Estas últimas son capturadas por la infiltración del suelo
alrededor de un árbol hasta en un 80% aproximadamente en zonas boscosas. Un 5%
a 20% restante es capturado por la corteza del árbol y las hojas, o se evapora
sobre su superficie. No ocurre así en áreas construidas no permeables. Un árbol
que crece en unos 30 metros cúbicos de suelo permeable, puede contener la
escorrentía de agua de lluvia de una tormenta de 2,5 cm. durante 24 horas, lo
que equivale a 223 metros cuadrados de superficie impermeable. La capa de
mantillo (hojas muertas) en la superficie del suelo también almacena agua, y
protege el suelo de la erosión.
La vegetación de
ribera en la ciudad, también es relevante por cuanto proporciona sombra que
enfría la temperatura del agua de ríos, riachuelos y quebradas, favoreciendo la
proliferación de especies. Al atenuar la velocidad del curso del agua, mitiga
asimismo el efecto de inundaciones aguas abajo. El árbol también es útil para
la descontaminación de aguas recicladas dirigidas a pozos subterráneos, al
absorber muchos componentes como nutrientes para el propio árbol. Los árboles
además pueden concentrar y eliminar la contaminación de aguas de escorrentía
superficial en la ciudad, la cual puede contener materia contaminante como
desechos orgánicos, sustancias patógenas y nocivas, además de otros químicos
mencionados. Plantados alrededor de estacionamientos, en parques industriales,
comerciales y en zonas residenciales de alta densidad, los árboles pueden
asimismo aportar elementos atractivos de paisajismo y ser refugio de aves e
insectos benéficos, favoreciendo la biodiversidad.
La
arborización de la ciudad también tiene efectos intangibles al mejorar la
percepción de salud de sus habitantes, pero asimismo tiene efectos tangibles, especialmente en
la disminución de enfermedades como asma, hipertensión, cáncer de piel, tensión
nerviosa o estrés, gracias a sus propiedades contra la contaminación, en favor
de la relajación mental, y por la sombra que proporcionan. Tienen probados efectos
terapéuticos en condiciones psicológicas como desórdenes o déficits de atención,
y ayudan a la concentración para el estudio, al proporcionar cobijo y calma en
zonas educativas. Los árboles pueden ser
instrumentos de educación ambiental y general para la infancia, para la
integración comunitaria, y para estimular el aporte social de la empresa
privada en torno a su siembra y cuidado. Se ha comprobado que las zonas
arboladas también reducen el crimen y las conductas antisociales en áreas
urbanas, especialmente alrededor de zonas residenciales. Asimismo, aumentan la
seguridad vial al servir como barreras laterales a las calles, y propician la
reducción de la velocidad de los vehículos debido a la percepción de esta que
los árboles, como elementos físicos, inducen en los conductores, y debido a que
estimulan la calma al conducir. También elevan considerablemente el valor de
las propiedades inmobiliarias, en la medida de la cercanía de los inmuebles a
bosques, campos, parques y avenidas arboladas. Pueden
reducir considerablemente la contaminación sónica, sobre todo los ejemplares ubicados
cerca de los puntos de emisión, y a la vez propician sonidos apaciguadores como
el canto de aves o el movimiento del follaje con el viento. Además, todo ello
tiene impactos positivos en las finanzas de los gobiernos urbanos y nacionales
al reducir costos energéticos, aumentar el valor la base tributaria inmobiliaria,
mitigar desastres climatológicos y mejorar la salud pública. La Organización
Mundial de la Salud adscrita a la Organización de Naciones Unidas, asegura que
se necesita, al menos, un árbol por cada tres habitantes urbanos para respirar
un mejor aire en las ciudades, y un mínimo de entre 10 y 15 metros cuadrados de
zona verde per cápita. Esto implica la
elaboración de planes urbanos y proyectos, en los cuales el árbol sea un elemento
fundamental del diseño, del equipamiento y de la infraestructura de la ciudad, y
que resulte en una distribución equitativa, equilibrada espacialmente, del
acceso de los residentes a las zonas arboladas.
También
deben considerarse algunos efectos contraproducentes de un plan de arborización
con errores en su implementación, por ejemplo, la siembra excesiva de especies
productoras de partículas alergénicas, o de especies exóticas con alta demanda
de irrigación, cuyas raíces pudiesen alterar las aguas subterráneas disponibles,
o afectar con su presencia a otras especies vegetales y animales autóctonas. La
densidad del follaje por concentración espacial de ejemplares en zonas de alta emisión
de gases, como calles con alta circulación vehicular contaminante, pueden
impedir la dispersión de esos gases siendo también eventualmente contraproducente.
Sin embargo, el distanciamiento demasiado extenso entre ejemplares impide la
generación de efectos de sombra y disminución de la temperatura, protección de
los elementos como el viento entre árboles vecinos, y abrigo de especies animales
beneficiosas, por lo que debe encontrarse un adecuado equilibrio entre
concentración y distanciamiento. En todos los casos se recomienda que la siembra
del árbol sea complementada con arbustos y herbáceas, que permita también
enriquecer los pequeños ecosistemas en sus alrededores (FAO, 2020b)
La
situación actual del arbolado urbano muestra algunos indicadores promisorios pero
insuficientes. Cincuenta y dos países y territorios reportaron la existencia de
árboles en espacios urbanos, con una superficie total de 20,3 millones de
hectáreas en 2020. Más de dos tercios se encuentran en América del Norte y Central,
en algunas áreas menores en Europa con 2,77 millones de hectáreas, y en Asia con
2,40 millones de hectáreas. Pero la disponibilidad de arborización depende en
buena medida de la existencia de espacios verdes, y estos, del modelo de ciudad
prevaleciente, de la morfología urbana y los patrones de desarrollo urbano, de las
estrategias de expansión, densificación, o conurbación urbana, y de los
elementos internos estructurantes tales como la trama vial, las normas de
construcción y la estructura parcelaria, pudiendo estas admitir o no la
arborización. Por ejemplo, ella es prácticamente imposible en la vialidad
típicamente moderna y separada del parcelario o a desnivel. Sin embargo, la
calle corredor tradicional y las avenidas propias de los modelos ajardinados de
ciudad, que bien pueden ser combinados con altas densidades puntuales o ciudad
compacta, son excelentes oportunidades para el plantado de árboles urbanos en espacios
públicos, además los espacios privados como jardines y áreas de esparcimiento.
Los parques públicos recreativos, los bosques urbanos y áreas de protección
ambiental como cinturones verdes y parques nacionales adyacentes son también
espacios de oportunidad para la arborización.
La
plantación de árboles urbanos exige ciertas previsiones para salvaguardar la
salud de los ejemplares. Por ejemplo, se ha estudiado que su crecimiento
inicial en potes de siembra deforma sus raíces aprisionándolas, de modo que aún
al trasplantarles a espacios de terreno con menos restricciones, esas
deformaciones se mantienen, y limitan el crecimiento del árbol. Otras limitaciones a la salud del árbol
urbano son la concentración de ozono y otros químicos atmosféricos producidos
entre otros por la contaminación automotora, la lluvia ácida, y la
contaminación de suelos por materias químicas nocivas que deben ser erradicadas
como ya se mencionó. Otras amenazas a la vegetación urbana son causadas
directamente por el hombre: el vandalismo, la tala de ramas indiscriminada, el
barrido de las hojas del árbol que afecta el ciclo biótico de absorción de sus
nutrientes en el suelo, la exposición a luz artificial durante las horas
nocturnas, que estimula la reproducción precoz y la pérdida de follaje
temprano, minimizando sus efectos benéficos. Los árboles urbanos requieren de
vigilancia sanitaria constante por el acecho de plagas. La selección de
especies y la variedad genética juegan también un papel importante para la
supervivencia del árbol urbano, ya que debe propiciarse el respeto a las
condiciones y especies locales, así como la variedad genética y especies
complementarias entre otros aspectos relacionados. Por otra parte, es también
necesario considerar el acceso del árbol un área de tierra suficiente para su
buen desarrollo, a nutrientes, a aguas subterráneas y superficiales, así como a
drenajes adecuados en el caso de excesos de lluvia. La cobertura la superficie
de los terrenos y vías con capas asfálticas y de concreto, impide la absorción
del agua de lluvias, la salud del suelo y de la arborización.
Asimismo,
se precisa su protección contra impactos y daños físicos, especialmente durante
su crecimiento, a partir del uso de mobiliario urbano ad hoc, por ejemplo,
rejas circundantes al tronco de ejemplares en crecimiento, y la elaboración de
bases de datos de ejemplares existentes y espacios con y sin vegetación.
Es
indispensable la existencia de centros de investigación y programas de
educación especializados en el área biológica, que trabajen multidisciplinariamente
con urbanistas, paisajistas y diseñadores urbanos, y con expertos en
contaminación atmosférica, ingenieros sanitarios, y expertos en hidrología,
entre otros especialistas, incorporando a comunidades, escuelas, gobierno
local, agentes de administración pública y empresas privadas.
Deben
tomarse muy en cuenta también estrategias para lograr la equidad espacial en la
distribución de la arborización urbana. Los sectores residenciales planificados
bajo modelos ajardinados son los que se han benefician mayormente de cierta
cobertura, más no sucede así en zonas céntricas y núcleos de negocios, en zonas
de residencia de alta densidad sin previsión de espacios verdes, y en barrios
informales de menores ingresos de las familias residentes. El caso de las zonas
residenciales informales o autoproducidas, donde el espacio abierto es casi
inexistente, convierte a estas zonas pobres en las menos beneficiadas de la
arborización urbana. La Organización Mundial de la Salud sugiere garantizar el
acceso a los residentes urbanos a un espacio verde, localizado a menos de 15
minutos de traslado a pie desde la vivienda, lo que coincide con la visión de
una ciudad con mixtura de usos del suelo, polinuclear y compacta que desde hace
algunos años se viene promocionando como modelo de ciudad sostenible. Este
modelo, de ser aplicado, debe extenderse a toda la ciudad, incluyendo
especialmente las zonas más desprotegidas.
PARTE
II. Grandes y pequeñas estrategias de preservación de bosques y arborización
urbana.
En
relación con la escala mundial, el Plan Estratégico de las Naciones Unidas para
los Bosques 2017-2030 (ONU, 2017), proporciona un marco para las contribuciones
relacionadas con los bosques, en la aplicación de la Agenda para el Desarrollo
Sostenible 2030, en especial los objetivos 13 de acción por el clima y 15 sobre
la vida de ecosistemas terrestres, del Acuerdo de París aprobado en virtud de
la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, del
Convenio sobre la Diversidad Biológica, de la Convención de las Naciones Unidas
de Lucha contra la Desertificación en los Países Afectados por Sequía Grave o
Desertificación, en particular en África. Asimismo, el objetivo 11 de la Agenda
para el Desarrollo Sostenible 2030, sobre ciudades y comunidades sostenibles,
enmarcaría las acciones por la arborización y proliferación de espacios verdes.
Los
objetivos y las metas forestales mundiales tienen por propósito estimular y
proporcionar un marco para las actividades institucionales, las contribuciones voluntarias
y la mejora de la cooperación de los países y de los agentes no gubernamentales
internacionales, regionales y subregionales. También proporcionan una
referencia para aumentar la coherencia y la colaboración relativas a los
bosques en el sistema de las Naciones Unidas y entre las organizaciones
miembros de la Asociación de Colaboración en materia de Bosques, entre otras
organizaciones. Además, el Plan Estratégico de las Naciones Unidas para los
Bosques crea un Fondo Fiduciario del Foro de las Naciones Unidas sobre los
Bosques, que desde 2001 financia actividades en apoyo de este Foro y de la Red
Mundial para la Facilitación de la Financiación Forestal. Este se constituye
con contribuciones voluntarias. La Red incluye la atención a los bosques y
árboles urbanos, el ecoturismo y la agrosilvicultura (FAO, 2021).
El
sistema internacional también administra la emisión de certificados de gestión
forestal, verificada de manera independiente desde 1993, a empresas que se
dediquen a la explotación de recursos forestales para la producción de
distintos bienes de modo sostenible, y que así lo soliciten. La certificación
otorga la autorización de etiquetar los productos, por ejemplo, los forestales,
cuando son obtenidos bajo condiciones de trabajo adecuadas y sin daños a los
ecosistemas o sin deforestación. La mayor parte de la superficie ya certificada
se encuentra en Europa y América del Norte (PEFC, 2021); (FSC, 2021).
Es
importante destacar que el 73% de los bosques del mundo es de propiedad
pública, pero el 22% es de propiedad privada, esta última en aumento. La
propiedad del resto se clasifica como “desconocida” u “otra” (comprende
principalmente bosques donde la propiedad está en disputa o en transición).
Esto implica la necesidad de dar gran importancia a la negociación con el
sector privado para el manejo de los recursos forestales.
Otra iniciativa
específica y de gran trascendencia planetaria de la United Nations
Convention to Combat Desertification de la Organización de Naciones Unidas es
la siembra del “Gran Muro Verde”, una franja de casi 8 mil kilómetros de
longitud y una amplitud de 15 kilómetros de vegetación a todo lo ancho del
continente norteafricano, en las regiones de Sahara y Sahel, con 156 millones
de hectáreas, desde el Océano Atlántico hasta el Mar Rojo (UNCCD 2016). Tiene
por objetivo recuperar espacios naturales degradados en la región, pero su
impacto alcanza el nivel planetario, particularmente en relación con el cambio
climático, y es un aporte contra las hambrunas, las sequías, los conflictos y las
migraciones forzadas, estimulando la permanencia y el empleo en la enorme zona
directamente beneficiada. El proyecto no se ve afectado por el avance de la
desertificación natural en la región, ya que se ha estudiado que este proceso
se ha venido estabilizando naturalmente. Por el contrario la arborización favorece
también el contrapeso al fenómeno y permite el aumento de la “agrobiodiversidad”
que incluye variedad de animales polinizadores, insectos como las termitas, que
ayudan en la infiltración y el aporte de nutrientes del suelo, microorganismos,
anfibios y pequeños mamíferos roedores, especies locales de ganado, ovejas y
cabras, aves migratorias, e incluso grandes especies amenazadas de extinción,
como elefantes africanos, jirafas del oeste de África, el león africano, la
pantera, y el antílope del desierto, entre otros (WALL, 2017); (GGW, 2021); (UNCCD,
2021); (UNCCD, 2016).
Respecto
a esta iniciativa, en 2020 se reportaron ya logros diferenciados entre países,
incorporados al proyecto desde 2008. Etiopía ha logrado plantar 5,5 millardos
de plantas, Senegal ha plantado 18 millones de unidades, con 800 hectáreas de
tierra restaurada, Nigeria ha alcanzado la plantación de 8 millones de árboles,
Sudan presenta 2 mil hectáreas de tierra restauradas, Burkina Faso ha
incorporado 16 millones de árboles con efectos positivos sobre unos 5 mil
hogares. Mali ha desarrollado 135 mil árboles y plantas, Eritrea y Nigeria 129
millones y 146 millones de árboles plantados respectivamente En el año 2021 se
reportaron ayudas financieras al proyecto de parte de países desarrollados y
organismo internacionales, que alcanzan hasta de un 30% de lo requerido para
lograr las metas establecidas para el año 2030, relativas a restaurar 50
millones de hectáreas de terreno y capturar 250 millones de toneladas de carbón
de la atmósfera en el suelo. La “Conferencia de Jefes de Estado y Gobierno de la
Agencia Pan-Africana” del citado Great Green Wall, y la Unión Africana,
han asumido el compromiso de llevar el liderazgo local del proyecto.
En el
caso de la Amazonía, además del trabajo individual y limitado, no por ello
menos importante, de organizaciones particulares ambientalistas, el Tratado de
Cooperación Amazónica suscrito por Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana,
Perú, Surinam y Venezuela en 1995, como bloque socioambiental de América Latina,
parece ser el único esfuerzo colectivo institucional significativo en la región
respecto al tratamiento de los recursos naturales y la protección de uno de los
bosques más importantes del planeta como es la selva Amazónica. Este es un
tratado de cooperación Sur-Sur creado desde julio de 1978, que incluye diversos
aspectos multilaterales centrados en el desarrollo sostenible, atendiendo
particularmente la preservación del medio ambiente, la protección de
poblaciones indígenas, y la utilización racional de los recursos naturales de
la Amazonía (OTCA, 2021). Proviene de la creación en 1995 de la Organización
del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), organización que mantiene objetivos
de protección ambiental centrados especialmente en el resguardo de los recursos
hídricos de la cuenca amazónica, y particularmente del curso del río Amazonas
en todo su recorrido, fomentando la investigación, la cooperación institucional
y los sistemas de monitoreo. El Pacto de Leticia, es otro acuerdo firmado en
2019 entre los países amazónicos Bolivia, Colombia, Perú, Ecuador, Brasil,
Surinam y Guyana, con ausencia de Venezuela, a pesar de haber sido uno de los
países suscriptores en la creación del Tratado. Este Pacto ha presentado
proyectos de rehabilitación de zonas deforestadas, sistemas de alerta temprana
y búsqueda de mecanismos de financiamiento internacional para la educación ambiental
de las poblaciones, la protección del Amazonas y de sus habitantes originarios,
su fauna y flora, todo como estrategia mancomunada (NATGEO, 2019). Los
esfuerzos parecen sin embargo atomizados, y no han logrado aún los avances deseados
en la protección de vastas zonas amazónicas, particularmente las sujetas a explotación
minera descontrolada. De hecho, este pacto fue renovado en la Tercera Cumbre
realizada octubre de 2021 por los países firmantes, sin la presencia esta vez
de un delegado de Bolivia, y nuevamente con la ausencia de una delegación
oficial de Venezuela. En la reunión, se adelantó la constitución de un Fondo de
Bioeconomía para la Amazonía, en el marco de la OTCA, Organización del Tratado
de Cooperación Amazónica, cuyos resultados están por verse (ASA, 2021). Para
las selvas de Indonesia, el problema exigiría el compromiso del gobierno
de ese país para implantar una política de “cero deforestación”, permitiendo
a las ONG’s la cartografía de las concesiones forestales del sector
del aceite de palma y el sector papelero para su seguimiento, y promoviendo
la responsabilidad empresarial en materia de medio ambiente. Según la
organización Greenpeace (2021), la Unión Europea también debe además
poner en marcha medidas contra la deforestación y la importación de
materias primas (soja, carne, aceite de palma, madera o papel) que
procedan de la actividad degradante de los bosques, y debe poner fin al financiamiento
y consumo de agro carburantes basados en cultivos agrícolas, como el biodiesel.
El Reglamento EUTR, que impide la entrada en Europa de productos forestales procedentes de
la tala ilegal en Indonesia (GP, (2021).
En la escala urbana continental, e
Inspirado en el Great Green Wall africano, el proyecto
de un “Gran Muro Verde de Ciudades”, presentado ante la Cumbre de Acción
Climática de las Organización de Naciones Unidas en 2019, se centra en producir
500 mil hectáreas de nuevos bosques urbanos y 300 mil hectáreas de bosques
naturales en cerca de 90 ciudades desde África hasta Asia Central para el año
2030, que recogerían hasta 5 giga toneladas de CO2. La idea se
extendería a las grandes metrópolis de Europa, en un corredor mediterráneo que
incluiría a ciudades españolas, francesas, italianas y de otros países del
área, integrándolas a la protección del ambiente. Podría extenderse a todas las
ciudades del planeta, con patrocinio de la Organización de Naciones Unidas (BOERI,
2019); (FAO, 2019).
Estos
grandes corredores de árboles se transformarían en ecosistemas estratégicos de
las ciudades, e incluirían los subsistemas hidrográficos, los suelos de
protección, el suelo vacante urbano, y las áreas de valor paisajístico y
recreativo como áreas verdes y parques, dentro de la trama urbana y periurbana (BAXENDALE
y Buzai, 2019).
El
programa Trees Cities of the World (FAO, 2020b) es también una
iniciativa internacional, promovida por la FAO y la Arbor Day Foundation de
los Estados Unidos de América, para dar reconocimiento a las ciudades y pueblos,
comprometidos en mantener y gestionar de manera sostenible sus bosques y árboles
urbanos. El reconocimiento exige el compromiso escrito de una autoridad local o
municipal de gobierno, o de alguna organización civil ciudadana para encargarse
del cuido de los árboles. Los proyectos participantes deben contar con normas y
prácticas adecuadas, así como presentar un plan de acción, un inventario de
información sobre los especímenes y un presupuesto anual asignado. Debe además mantenerse
un compromiso de celebrar anualmente los logros, reconocer a los colaboradores,
y comprometer a la comunidad beneficiada. En Europa, la United Nations Economic Commission for Europe UNECE, asume
desde 2019 la gestión y monitoreo de esta iniciativa, con el compromiso de plantar
unos 11 millones de árboles y hacer su seguimiento y cuido, en las ciudades que
se han unido al programa. También incluye objetivos de ordenación urbanística,
como asegurar el acceso peatonal de los habitantes de la ciudad a las áreas arboladas
o arborizadas. Como parte del “Urban Forest Plan” de
la organización, se aspira a que la cobertura verde urbana alcance un 30% de la
superficie de las ciudades (PNT, 2021). En 2020 un total de 59 ciudades han logrado la designación
internacional del programa, en 23 países y unas 120 ciudades están comprometidas,
38 de ellas en EEUU, 15 en Canadá, 11 en UK, 10 en España, 10 en México, 7 en
Italia, 5 en Australia, 3 en Brasil, y al menos 1 en Uganda, Eslovenia, Rusia,
Suecia, Perú, Nueva Zelanda, Países Bajos, Irlanda, India, Ecuador, Costa Rica,
Colombia, Chile, Bélgica y Argentina. El listado incluye tanto grandes metrópolis
como ciudades intermedias (UNECE, 2021c)..
Adicionalmente a estos programas internacionales, algunas
grandes capitales, ya han venido incluyendo la siembra de millones de árboles
urbanos dentro de sus planes de ciudad. La ciudad de Londres, implementó la
siembra de 10 mil unidades para la celebración de los Juegos Olímpicos en esa
ciudad, en el año 2012. La Big Tree Campaign, también en el Reino Unido,
se propuso en 2010 plantar 1 millón de árboles en todo el territorio en esa
fecha. Londres muestra 16,13 metros cuadrados de parques por habitante y 11,69
metros cuadrados de bosques. (STATISTA, 2019). La ciudad de New York, ha planificado la
plantación de 1 millón de árboles en diez años, para incrementar el bosque
urbano en un 20% de la superficie de la ciudad (GBU, 2015). En Paris, la alcaldía
ha propuesto la siembra de 170 mil árboles en los bosques adyacentes, a razón
de un árbol cada metro cuadrado, bajo el método Miyawaki, es decir sin uso de
fertilizantes químicos, con la meta de regenerar ecosistemas degradados en unas
pocas décadas (DE MAISONCELLE, 2020). La
capital francesa, con unos 8 millones de habitantes, cuenta con 200 mil árboles
en las vías públicas, y 300 mil en los bosques urbanos de Vincennes y Boulogne.
Estos se encuentran bajo supervisión fitosanitaria de la Alcaldía de la ciudad,
que posee una “tarjeta de identificación” para cada ejemplar, volcada en
sistemas geográficos de control (GIS). También autoriza a los particulares a la
siembra de especímenes sin límites en jardines privados. Uno de sus objetivos
es el rescate de abejas y sus panales. La ciudad de Chicago anunció un plan para plantar
cerca de 4.500 nuevos árboles en 2019. Hyderabaden
en la India, ha obtenido en 2020 el reconocimiento del programa Trees in
Cities. Bogotá contabiliza un árbol por cada siete habitantes, y Río de
Janeiro contiene el mayor parque urbano del planeta con 3.953 hectáreas, el Parque Nacional de Tijuca, que desde 2019, es
objeto de un plan de la red REFAUNA y la Universidad Federal (UFRJ) para la
repoblación de especies nativas como agutíes o picures, monos aulladores o
araguatos, guacamayos, y tortugas, propios de las selvas tropicales (PNT,
2021).
Otras
iniciativas importantes tienen que ver con el rescate de cursos de agua dentro
del trazado urbano que favorecen la arborización y el rescate de ecosistemas.
Cheonggyecheon (청계천) por ejemplo, es un río que recorre 5,8 kilómetros del centro de Seúl,
capital de Corea del Sur. Este, estuvo por años gravemente contaminado y
propenso a las inundaciones, cubierto con hormigón con una autopista aérea de
16 metros de ancho en los años 50 a 70, pero pasó de esta situación a ser un
área rescatada ecológicamente con aguas limpias en pocos años, gracias al
programa de gobierno que llevó a cabo la intervención. Desde 2003 es un punto
de atracción recreativa y paisajística arborizado, así como de integración
socio espacial urbana entre el norte y el sur de la ciudad, propiciando a su
vez el desarrollo económico gracias a la recuperación ambiental alcanzada.
Finalizado el proyecto, Seúl ha experimentado un crecimiento en la
biodiversidad del 639% en el área, una reducción del efecto de isla de calor
entre 3,3°C y 5,9°C, una disminución de un 35% en la contaminación, todo esto
unido a un incremento en el uso de transporte público en un 15,1% respecto a
los buses, y de 3,3% para el sistema metro, generando un aumento del valor
inmobiliario local de entre el 30% y el 50%. (LA NETWORK, 2021); (PARK Kil-Dong,
2007)
En los
últimos decenios, algunos gobiernos han emprendido también iniciativas para reconocer
y proteger a los árboles como elementos patrimoniales, a veces denominados
monumentales, históricos o singulares. Son aquellos árboles con un valor único
por su edad, su singularidad, su gran tamaño, su belleza o por su valor
cultural, histórico, botánico o ecológico (FAO, 2020b). Los individuos más
viejos de una especie arbórea representan un importante acervo génico y también
son un registro vivo de los cambios climáticos que se han producido en cientos
de miles de años. Algunos registros de árboles patrimoniales se confeccionan de
forma participativa y son gestionados por ONG’s, como el s Trees National
Register de los EE.UU., el Tree Register del Reino Unido de Gran
Bretaña e Irlanda del Norte e Irlanda y el Register of Significant Trees
de Australia. Algunos árboles patrimoniales están protegidos por la ley
nacional, estatal, municipal o de distrito (EE.UU./ICOMOS, 2019). Por ejemplo,
en Singapur, la elección de árboles patrimoniales para su protección se lleva a
cabo por ley, en el marco del Plan de árboles patrimoniales adoptado en 2001,
que forma parte de una iniciativa nacional para conservar árboles, aunque no se
encuentren en zonas protegidas, sino en cualquier lugar del medio rural o
urbano. En muchas ciudades de los EE.UU., existen ordenanzas sobre árboles
patrimoniales que impiden la eliminación de determinados ejemplares. En Italia,
en virtud de una ley nacional, se estableció en 2014 una lista de árboles
monumentales que comprendía ejemplares individuales y en grupos tanto en el
medio agrosilvopastoril como el urbano, “monumentos verdes” debido a su tamaño,
su edad, su morfología, su singularidad, la provisión de hábitat para especies
animales y su valor histórico, cultural y religioso. Según establece la ley
italiana, las regiones, provincias autónomas y municipios son los encargados de
la recopilación de información, coordinada por el Ministerio de Políticas
Agrícolas, Alimentarias y Forestales del país.
La
mortalidad de los árboles urbanos plantados es también un reto a resolver. Se
estima que, para mantener 2 millones de árboles en una ciudad, es necesario
plantar un millón de árboles cada 10 años, y que su vida es en promedio de 7 a
13 años, lo cual depende de las medidas que se tomen al respecto. (ROMAN, Lara A., 2014). En el
caso de los árboles suburbanos, su existencia puede extenderse hasta 32 años. Entre
las medidas que favorecen la salud del arbolado urbano, así como el drenaje y
en general los ecosistemas, se incluye evitar y eliminar la mayor cantidad de pavimento
posible, para favorecer la absorción de aguas superficiales necesarias a la vegetación,
ayudando al control de temperaturas ambiente y minimizando inundaciones.
Una
estrategia beneficiosa de arborización urbana debe privilegiar el plantado de especies de
grandes árboles de muy larga vida y bajo mantenimiento, favorecer la cobertura
y generación de sombra con árboles en espacios descampados, por ejemplo
estacionamientos, evitar la iluminación innecesaria en zonas arboladas y la
contaminación atmosférica, favorecer la variedad de especies dentro de las que
son locales o endémicas, promover la regeneración del suelo dejando permanecer
la capa de hojas, ramas caídas e incluso ejemplares muertos que restauran el
humus, evitando la recolección, sobre todo con instrumentos tales como
rastrillos que destruyen la capa vegetal superficial en formación. Regular el
uso excesivo de zonas arboladas como espacios de recreación.
Otras
estrategias asociadas a la arborización incluyen la creación de cuencas de
“bioretención”, “jardines de lluvia” y los “bioswale”. Se trata de
espacios urbanos en áreas ajardinadas o descampadas, como por ejemplo los
estacionamientos de vehículos, ayudando al ahorro en obras de drenaje
construida como zanjas de drenajes naturales sostenibles, sembrados con
árboles, sobre todo de raíces profundas, plantas y arbustos locales que pueden
concentrar y eliminar la contaminación de aguas de escorrentía superficial en
la ciudad con materia contaminante como desechos orgánicos, sustancias
patógenas y nocivas, en parques industriales, comerciales y residencias de alta
densidad (BONELLS, 2020). También
son alternativas de vegetación urbana los techos y fachadas verdes de
edificios, que ayudan a la absorción de aguas pluviales, sobre todo en caso de
tormentas, evitando la saturación de los sistemas de drenajes, y mejoran el
refrescamiento de las edificaciones por evapotranspiración, generando ahorros
de hasta 80% en climatización (DE MAISONCELLE, 2020).
Las
estrategias de arborización de ciudades también pueden incluir la agricultura
urbana y periurbana, la cual tiene objetivos centrados en la superación de la
pobreza y la inseguridad alimentaria, tal y como lo promueve la Organización de
las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO activamente desde
1999, pero este uso puede asimismo contribuir a la recuperación del medio
ambiente en general al regenerar espacios desertificados (FAO, 2014). En
América Latina y el Caribe, la agricultura urbana ha venido siendo reconocida
en las políticas públicas y en las estrategias de desarrollo urbano, como mecanismo
de supervivencia familiar, pero ha sido ejecutado en una escala muy limitada.
Pretende mejorar la calidad de vida de los habitantes con huertos familiares y
escolares, que incluso generen excedentes para la comercialización de las
cosechas. La agricultura urbana y periurbana incluye la producción de cereales,
hortalizas y tubérculos, árboles frutales, y hierbas medicinales, pero sufre
naturalmente la presión de la urbanización, por lo que debe ser conciliada con
las políticas de densificación y expansión de la ciudad (ONU-Habitat, 2014).
Todos
los programas requieren de la formación del personal a cargo y fuentes
novedosas de financiamiento de las áreas verdes. Deben preverse programas de capacitación en
ciencias biológicas tanto del personal público administrativo como de las
comunidades y empresas involucradas en diferentes esquemas de administración de
áreas verdes de la ciudad, intercambio entre diferentes instancias e
instituciones, sobre todo las de escala local o municipal y constante actualización
de conocimientos y concientización de la población. (SORENSEN et al.,1998).
PARTE III. El caso de Venezuela y la ciudad
de Caracas.
Venezuela tiene actualmente una población
total estimada en 28.435.943
habitantes, y su capital, el Área Metropolitana de Caracas, municipios Chacao,
Baruta, El Hatillo, Libertador y Sucre, reúne unos 3.360.221 de habitantes, con
un alrededor de 40% de población residenciada en zonas informales o barrios
autoproducidos de menores ingresos familiares en condiciones de sub
equipamiento urbano. El Área Metropolitana ampliada con su cinturón de
“ciudades satélite”: Guarenas-Guatire, Altos Mirandinos y Valles del Tuy, reúne
aproximadamente un total de 5.534.693 habitantes según proyecciones del
Instituto Nacional de Estadísticas, basados en el Censo de Población del año
2011 y cálculos propios.
Según investigaciones recientes, en Venezuela
el incremento de gases de efecto invernadero, tendrá como consecuencia el
aumento entre 0,3°C y 3,5°C de la temperatura ambiental media para mediados de
siglo (2060), hasta alcanzar una media anual de 32,5°C el año 2090, lo que
representa un aumento de 5°C respecto a la media actual, de 27,5 °C ante la
falta de acciones correctivas. También provocará menor precipitación, con algunas
diferencias regionales importantes. En el sur del país, el efecto de sequía sería
más acentuado, mientras que en los Andes y región centro–norte, áreas con mayor
población urbana, los modelos arrojan mayor incertidumbre, lo que requiere la
planificación de estrategias que determinen el riesgo atenúen estos efectos. DE
LISIO (2011).
En 2010 la emisión mundial de gases
contaminantes con efecto invernadero fue de 49,5 Gt de CO2eq (IPCC
2014). En Venezuela la emisión total es de 243.380 Gg CO2eq, es
decir un 0,4916%. Sin embargo, la media per cápita local es de 7,14 Mg CO2eq,
superior a la global de 8,44 Mg de CO2eq por persona. Casi la mitad
de la emisión global del año 2010, fue debida al sector Energía Eléctrica y
Calor (especialmente emisiones fugitivas, filtraciones o pérdidas de gas
natural o gas asociado en sistemas de procesamiento de petróleo y gas natural, que
incluyen CO2 y CH4 o gas metano), y al sector
Agricultura, Silvicultura y Otros Usos de la Tierra (este incluye la deforestación
y la degradación forestal, la conversión neta de bosques, incendios de turbas y
drenaje, aunque es de los menos estudiados en detalle (TUBIELLO, 2014); (MINEC,
2017a). El sector Agricultura, Silvicultura y Otros Usos de la Tierra, que
incluye la existencia de bosques, pasó de ser un sumidero neto de CO2
con una absorción neta de 29.725 Gg CO2, a ser fuente de emisiones
con un neto de 6.664 Gg de CO2eq en 2010. Para el monóxido de
carbono (CO), el sector de Energía fue ligeramente superado por los gases
provenientes de la quema de biomasa durante incendios forestales, quema de sabanas
y quema de tierras agrícolas.
Entre las consecuencias más importantes se
prevé una disminución del rendimiento agrícola, particularmente para la región
conformada por los estados agro productores de Portuguesa, Barinas y Apure al
suroeste, especialmente para los períodos 2046-2075 y 2076-2099; para la caña
de azúcar la merma se estima hasta en un 70,30%, para la caraota 55,30%, el
maíz 49,10%, el arroz 31,1%, el banano y el mango 45,70% y 53,8%, 40,50% para
el girasol y un 44,30% para la palma africana. El pasto y el sorgo para la
alimentación animal, en el escenario más pesimista del período 2076-2099,
reducen sus rendimientos en 33% y 46,1% respectivamente.
El incremento del nivel y de la temperatura
de la superficie del mar tendrá también un impacto directo en las zonas
costeras del país, con una población aproximada de 4.401.486 de habitantes y con
14 ciudades con más de 50.000 habitantes. El incremento del nivel medio del
mar, se proyecta, según modelos numéricos globales, entre 50 centímetros y un
metro de altura. Asociado a este incremento, se espera erosión en las playas
arenosas y disminución de la diversidad biológica de los ecosistemas costeros,
aumento en la intensidad y frecuencia de eventos meteorológicos extremos, en el
escenario de un incremento del nivel del mar sea de 0,517 metros para el año
2090, con una estimación de la pérdida de superficie de costa de 15.734 kilómetros
cuadrados de los cuales 10.803 kilómetros cuadrados corresponden al estado
Delta Amacuro, incluida su capital Tucupita.
Para terrenos bajos, cercanos a la costa, se
prevén anegamientos permanentes de tramos bajos con subsidencia de la orilla oriental
del lago de Maracaibo, Lagunillas, la Guajira venezolana, costas de Falcón,
Carabobo, Aragua, Vargas, Miranda, Anzoátegui y Sucre. Además, se prevé la
pérdida de humedales y comunidades de mangle, ecosistemas de arrecifes de coral
por la elevación de las temperaturas en la superficie del mar, e intrusión de
la cuña salina en acuíferos costaneros poco profundos, entre otros efectos.
También se estima cambios en la estacionalidad de enfermedades infecciosas
transmitidas por vectores, como la malaria en los estados Sucre (traslado a
Araya) y Bolívar, el dengue en el estado Mérida, la salmonelosis, se presentan
como focos significativos de la endemia donde se podría hablar de una
traslación del núcleo principal de la malaria, hacia los municipios Heres,
Caroní y norte del municipio Piar de este último estado y el dengue en el
estado Mérida (MINEC, 2017a). La disminución general de la lluvia en los Llanos
Occidentales, indica que se pasaría de 1.700 mm anuales a unos 1.450 mm anuales
de pluviosidad, con efecto sobre la Cuenca del Río Caroní, de 95.000 kilómetros
cuadrados, hasta la desembocadura del río Orinoco, y con impacto en el embalse
Guri y su central hidroeléctrica, la mayor productora de energía del país (MINEC,
2017a). Venezuela es considerada uno de los países “megadiversos” del mundo y
cuenta con 44 parques nacionales y 36 monumentos naturales de casi dos millones
de hectáreas que forman parte del Sistema de Áreas Bajo Régimen de Administración
Especial ABRAE. La superficie para la producción forestal es de 163.172,02 kilómetros
cuadrados, distribuida en 15 Reservas Forestales (128.435,00 kilómetros
cuadrados) y 43 Áreas Boscosas Bajo Protección (34.737,02 kilómetros cuadrados).
Las plantaciones forestales con fines comerciales han sido desarrolladas
principalmente por el sector público con una participación del 72,7%. Para el
año 2013, la superficie forestal plantada alcanzó 557.000 hectáreas. Esto
incluye el bosque de Uverito al oeste del país, con 600.000 hectáreas de pino
caribe considerado desde los años 60 el bosque artificial más grande del
mundo. Más del 50% del país está cubierto en bosques naturales tropicales
biodiversos, de hasta bosques 40-50 metros o más de altura, aunque esta
cobertura se concentra de forma continua principalmente al sur del río Orinoco,
el tercero más caudaloso del mundo, formando parte de la gran selva Amazónica.
Los bosques albergan especies amenazadas como el jaguar y el oso hormiguero
gigante, los tepuyes o montañas peculiares que en el
idioma indígena pemón significa morada de los dioses, y la
cascada más alta del mundo, el Salto Ángel o Kerepakupai Vená, con 979 m de
altura en Canaima.
Desde 2019 el gobierno nacional, y la Food
and Agriculture Organization of the United Nations, (FAO), han firmado tres
cartas compromiso para promover la producción de 2.200.000 de árboles de
reforestación, particularmente dentro del Proyecto Forestal Imataca al sur del
Orinoco, incluyendo un 30% de árboles frutales para la subsistencia de
comunidades indígenas Kariña residentes, a quienes se concedieron
7.000 hectáreas de la esta reserva de biodiversidad (FAO, 2021b). Otra
política a destacar en relación con la conservación medioambiental en el país es
la denominada “Misión Árbol”. Desde el año 2006 fue concebida por el Ministerio
del Ambiente y los Recursos Naturales Renovables, con el fin de “recuperar
los bosques del territorio nacional destruidos por el hombre […], la protección
y mantenimiento del equilibrio ecológico del ambiente […], a través de la
producción de plantas, material vegetal y el desarrollo de alternativas socio
productivas para la producción y el consumo”, y la “recolección de
semillas en lugares cercanos donde se van a plantar los árboles, cuido y
seguimiento del crecimiento”. También se ha propuesto el rescate de “especies
venezolanas en peligro de extinción, como el Nogal de Caracas, Samán, Ceiba, y
las de alimentos como pasapasa cebra y vaquita, frijol cuarentón, tapiramo”,
con una meta anual de 5 millones de árboles para 2019, así como “la
construcción de 12 sistemas de producción agroforestales, sostenibles, en los
cuales podrán realizar la producción de árboles a gran escala, de insumos para
la producción de otros sistemas más pequeños (antes viveros), resguardo de
semillas y centros integrales de formación agroecológica”, vinculando a
ello “escuelas (brigadas escolares), liceos, universidades, lugares que
dispongan los consejos comunales y las familias organizadas, las gobernaciones
y alcaldías”, para lograr producir 51 millones 593 mil plantas anuales en
2019, según lo declarado por el nuevo Ministerio de Ecosocialismo (MINEC, 2016). No se trata de un programa de arborización
urbana, pero tiene aportes positivos en su propuesta. No se obtuvieron datos
sobre la ejecución de estas políticas.
El gobierno nacional también ha desarrollado
programas puntuales, con apoyo comunitario, de reforestación de cuencas de
algunos ríos del país, a partir del Plan
Nacional de Reforestación 2017, a cargo del Ministerio del Poder Popular para
Ecosocialismo MINEC. Se han ejecutado acciones favorables, pero como puede
verse, bastante limitadas y dispersas en alcance y espacio, por ejemplo,
plantación de 1.320 árboles en la cuenca baja del río Carapo en Táchira en 2020
(MINEC, 2020), 32.000 árboles en la margen del río Pao, estado Cojedes en 2018 MINEC
(2018), 1.000 árboles en Loma de la Mora, estado Mérida en 2017 (MINEC, 2017c),
935 plantas en el sector Trapiche, municipio Zamora del Estado Aragua en 2017 (MINEC,
2017d).
Aunque las cifras anteriores son plausibles, y
en el país registró una disminución del ritmo de deforestación de 288.000
hectáreas por año o tasa anual de deforestación de 0,57% durante el período
1990-2000, a 164.600 hectáreas por año, equivalente a una tasa anual de 0,33%
en 2010. (MARTINEZ, 2019); (MPPRE, 2019)., en cifras absolutas se
constata una disminución de las áreas boscosas cada año, mayormente por cambio
de uso de la tierra. Venezuela ocupa el quinto puesto en el ranking mundial por
el número de especies que alberga en su territorio, detrás de Brasil (8.847
especies), Colombia (5.868 especies), Indonesia (5.716 especies) y Malasia
(5.422 especies). Lamentablemente, al menos 13% de las especies arbóreas, 614
especies de 4.812 árboles nativos estudiados, están amenazados de extinción,
según el Informe 2021 de la organización internacional Botanic Gardens
Conservation International y el Global Tree Assessment (PROVITA, 2021). La ONG Provita, señala los árboles Asterogyne yaracuyense, Blakea
steyermarkii y Clerodendrum
margaritense entre las 614 especies venezolanas amenazadas (BGC,
2021). Las importantes designaciones de
territorio como Áreas Bajo Régimen de Administración Especial ABRAE y Parques
Nacionales en Venezuela, no alcanzan a frenar las prácticas de expansión
indiscriminada de áreas agrícolas, tala y minería, especialmente
en la Amazonía. El uso el minero, muestra un aumento de más del 20% de
superficie entre el 2015 y 2020 en el país, (MARTIZ y Sánchez, 2018), pasando
de 45.822,06 hectáreas a 55.092,87 hectáreas de ocupación, concentradas
en el Amazonas venezolano (MBA, 2021).
Devastación y contaminación del bosque amazónico. Arco Minero. Venezuela. |
La explotación
del Arco Minero es una política central del Estado venezolano desde 2015, con base
legal en la Ley de Minas del año 2001, Gaceta Oficial No. 37.155 del 9 de marzo
de 2001. El Plan, en el cual el ejecutivo nacional proyectó una producción de
unas 100 toneladas de oro al año para 2016, pone por ejemplo bajo
responsabilidad del Ejecutivo Nacional la certificación de reservas de oro en
minas, la evaluación técnica y la definición de los mecanismos para la venta
del oro al sector transformador. En febrero de 2016, Gaceta Oficial del 24 de
febrero del 2016 el Decreto No. 2.248, No. 40.855, el Gobierno nacional creó la
Zona de Desarrollo Estratégico Nacional denominada más específicamente “Arco
Minero del Orinoco”, de 111.800 kilómetros cuadrados en la selva tropical, para
la explotación de minerales mediante empresas mixtas en asociación del Estado
con empresas venezolanas y extranjeras: Canadá, Turquía y otros países. (SOSOrinoco,
2021). En esta porción de la Amazonía venezolana, las coberturas que sufrieron
pérdida neta de área (decrecimiento reportado) entre 2000 y 2020 fueron los bosques
y la vegetación herbácea o de sabana que se redujo en 520.900 hectáreas, es
decir un 7,6% en el período. Actualmente la minería se desarrolla además artesanal
e informalmente en su mayoría, por parte de unos 40.000 mineros dispersos. Del
oro producido en los primeros meses del 2018, unas de 10 toneladas ingresaron
al Banco Central de Venezuela, lo que representaría un 30% de la producción
total, así como 2.000 quilates de diamante, (PDVSA, 2016), y fuentes no oficiales coinciden en que entre 70% y 90% del
oro que se explota es sacado del país en operaciones ilegales (TV, 2018). Se
denuncian además disputas entre bandas armadas en el área, que explotan los
recursos con uso de mercurio sin control. Este va a dar al río Orinoco hasta
desembocar al océano Atlántico, comprometiendo las poblaciones de peces y
comunidades, y despojando de árboles y de la capa
superficial del suelo a los sitios de explotación, con
consecuencias sociales nefastas sobre sobre las etnias indígenas en la zona. Todo
ha generado la declaración de las extracciones en la Amazonía venezolana como
“oro de sangre” en abril del año 2020 por parte de la Asamblea Nacional o
Congreso de Diputados nacionales, electa en el año 2015. (AN, 2020); (GFW, 2021);
(PRODAVINCI, 2020).
La Reserva Forestal Selva El Dorado o Imataca, y el Parque
Nacional Canaima han sido también muy afectados por la minería. La Reserva Imataca fue creada en 1961, y abarca 3.821.958
hectáreas que forma un conjunto con el Macizo Guayanés en el Amazonas
venezolano. Esta Reserva contiene parte de la cuenca del río Cuyuni, y es una
de las formaciones geológicas más antiguas sobre el planeta, con 582 especies
de aves registradas y al menos 6 especies animales consideradas en la categoría
de mayor riesgo de extinción, como el águila harpía, siendo también asiento de
diversas comunidades indígenas de las etnias Pemón, Kariña, Warao, Arawak y
Akawaio. (SOSOrinoco, 2020). Allí se encuentran reservas de 10.2 millones de
onzas de oro y 1.4 mil millones de libras de cobre, y también ha sido objeto de
actividades de extracción especialmente a partir del Proyecto Estatal Las
Brisas – Las Cristinas en el Arco Minero del Orinoco en el Cuyuni desde 2016.
La contaminación con mercurio y cianuro del Cuyuní puede llegar a ser tan alta
que hay comunidades indígenas locales que no toman agua del río y se ven
obligados a abrir pozos para subsistir.
Adicionalmente,
en más de 1.000 hectáreas del Parque Nacional Canaima, también se explota oro
con consecuencias altamente negativas. Este parque fue declarado de Valor Excepcional Universal por la United
Nations Educational, Scientific and Cultural Organization UNESCO de la Organización de Naciones Unidas en
el año 1994, por su belleza escénica, reserva biológica, y como fuente de
información sobre la historia geológica del planeta y la evolución de especies.
Desde 1962 se declaró Parque Nacional para proteger las nacientes del margen derecho
río Caroní, principal alimentador de las obras de la represa del Guri, o Central
Hidroeléctrica "Simón Bolívar", la quinta represa más grande del
mundo.
Allí se ha comprobado la existencia de sitios de actividad minera
mediante imágenes satelitales, con un área de afectación estimada en al menos
501 hectáreas para 2018, sólo contando el terreno removido en tierra firme sin
considerar el impacto de las balsas mineras. Esto representa apenas un 0,018%
de la superficie del parque, pero la destrucción de los suelos y las
comunidades vegetales impactan porciones significativas del ecosistema,
arrojando grandes cantidades de sedimentos a los ríos y a la red de drenaje en
general (SOSOrinoco, 2018).
Según expertos, el 5% de la superficie de los parques nacionales,
representa 971.400 hectáreas de tierra. Recuperar y reforestar estas tierras en
20 o 30 años generaría resultados positivos desde el punto de vista climático,
así como en la creación de empleos (MARTÍNEZ, 2019).“ https://construyenpais.com/la-reforestacion-debe-considerarse-como-un-proyecto-nacional-estrategico/ Bosques maderables para
la construcción de viviendas y mobiliario, con fines de explotación agrícola
(café, cacao y frutas comestibles tropicales con posibilidades de exportación),
detendría el proceso de desertificación (montañas, bosques secos, bosques
lluviosos, páramos, sabanas, etc.), los bosques para la producción de
biocombustibles energéticos y permitiría la recuperación de áreas desforestadas
por la explotación minera en Guayana y Amazonas. Volviendo
a la escala urbana, en el caso específico de la ciudad capital de Caracas, la situación de la arborización actual y el
resguardo de sus zonas protectoras y parques nacionales también es
relativamente incierta, ya que faltan datos cualitativos y cuantitativos consistentes
y exhaustivos, y por el contrario, persisten las denuncias sobre tala
indiscriminada por parte de alcaldías municipales y residentes insensibilizados
respecto al tema, con la excepción de algunos movimientos ecológicos de
organizaciones vecinales muy puntuales, por ejemplo el caso de la organización
“Arboles para San Pedro” (ASP, 2021) Instituciones de gobierno local y nacional, reportan talas y podas, no
necesariamente profilácticas, como programas permanentes, llevados a cabo sin
criterios de conservación. En las áreas arboladas de la ciudad, de acuerdo con
el reciente conteo de la organización “Ciudad Laboratorio” (CL, 2021) más
de 300 árboles han desaparecido en cuatro de los cinco municipios del Área
Metropolitana, sólo en 2021, tanto por efecto de injustificadas talas
programadas por parte de instituciones, como la tala informal para el uso
residencial de la madera como combustible para cocinar, dada la crisis de
suministro de gas y energía eléctrica que se ha agravado en los últimos años en
los hogares del país, especialmente los de menores ingresos. A esto hay que
agregar una débil cultura de conservación del arbolado por parte de los
ciudadanos, que llevan a cabo también talas indiscriminadas por diferentes
motivos infundados, sin consideración al aporte ambiental de los ejemplares. Acciones
aleatorias de la administración pública, ignoran también criterios de
arborización y sustentabilidad. Por ejemplo, recientemente se han talado
indiscriminadamente árboles en las obras de ampliación de las autopistas de la
ciudad, con el aval del Ministerio a cargo de los temas ecológicos en el país,
unas 700 caobas en total en 2015. Ahora se siembran algunas palmas datileras a
lo largo de las vías expresas, especie exótica, colocada aparentemente por
criterios decorativos, ignorando criterios ecológicos. La organización
Observatorio de Ecología Política de Venezuela (OEP, 2021) denuncia talas y de
podas inadecuadas, promovidas por las alcaldías de los municipios Baruta,
Chacao y El Hatillo. Estas prácticas se han venido intensificando en los
últimos meses también en el municipio Libertador y el municipio Sucre (OEP,
2021)
Otros observadores
e investigadores, aseguran que autoridades y vecinos arrasan
indiscriminadamente con los árboles de Caracas. El director de Sustentabilidad
de la Universidad Católica Andrés Bello UCAB, cita el Estudio de
Caracterización de los Espacios Públicos del Banco de Desarrollo de América
Latina, según el cual en 2018 “se había eliminado de Caracas 1.076 árboles en
100 vías”, y quedaban 7.066 de los 16.000 necesarios para alcanzar índices
mínimos internacionales en 2021 (YONEKURA, 2021). https://www.cinco8.com/periodismo/la-ciudad-venezolana-pierde-uno-de-sus-tesoros-sus-arboles/
Por otra
parte, los parques urbanos de Caracas y de su cinturón verde sufren amenazas de
expansión urbana y deforestación, y carecen del tratamiento adecuado para su
conservación. La expansión urbana horizontal se conjuga con la insuficiencia de
nuevos desarrollos urbanísticos y residenciales públicos o privados dentro o
fuera de la ciudad, asociada a la crisis política y económica del país, que ha
pasado de un PIB per cápita de 10.568 dólares en 2015 a 2.724 dólares en 2019,
en descenso, según reporte del SELA (2019), con una reducción acumulada del PIB
real de 74%, en el período 2014-2020, y una pobreza de ingresos del 94,5% de la
población en 2021 (ENCOVI, 2021). Esto
ha impulsado recientemente la ocupación de bordes de parques urbanos tanto por
residentes de altos como de bajos ingresos de manera informal, es decir sin las
previsiones urbanísticas necesarias, pero sobre todo ocupando zonas protectoras
y parques de la capital. Este es el caso de la expansión sobre la zona
protectora al sur del Municipio El Hatillo, la invasión paulatina al noroeste
en el Parque El Ávila o Waraira Repano, y otros de menor escala, pero con
consecuencias nefastas sobre corredores ecológicos al interior de la ciudad (TORRES,
2020)
Otro
motivo
de escasez de arbolado en la metrópoli, está asociado a la morfología urbana y
la evolución histórica de los patrones urbanísticos de desarrollo, más que a
acciones de omisión o de tala discriminada. Típicamente las ciudades
latinoamericanas como Caracas, fueron planificadas como ciudades de conquista
durante los siglos XVI y XVII, en torno a una retícula ortogonal con calles
estrechas, no arboladas, pero con patios de árboles frondosos al interior de
las casonas o solares de las cuadras residenciales.
Esos patios arbolados han desaparecido con la
modernización y las construcciones de nuevos edificios de gran altura que
ocupan la casi totalidad de las parcelas, eliminando los antiguos patios
arbolados, y dejando a las zonas históricas especialmente desprovistas de
vegetación, con excepción de las tradicionales plazas centrales del mercado,
ahora convertidas en plazas de recreación o sitios históricos, en algunos casos
arboladas. En las antiguas urbanizaciones residenciales ajardinadas por
influencia del modelo de Ciudad Jardín de E. Howard desde principios del siglo
XX, las cercanas a los núcleos y ejes centrales de negocios también han perdido
los árboles y arbustos de los retiros y patios de las residencias unifamiliares,
sustituidos por edificaciones empleadoras de alta densidad de construcción. Los
desarrollos residenciales de vivienda de interés social construidos bajo la
influencia del racionalismo arquitectónico, a pesar de contemplar grandes
espacios liberados como zonas verdes, estos fueron paulatinamente siendo
ocupados por nuevos “superbloques” u ocupados por residencias de barrios
informales que también afectaron la existencia de vegetación, ya que estos
últimos, por la misma razón de necesidad y escasez de suelo, ocupan la casi
totalidad de los terrenos con estructuras construidas.
La legislación local y nacional, los planes
urbanos, tiene consideraciones importantes para la conservación ambiental, pero
estas son sin embargo insuficientes y casi inexistentes en relación con el
arbolado y los bosques urbanos, sobre todo en el ámbito de los gobiernos
municipales. Hoy en día, la Ley Orgánica de Ordenación Urbanística (1987) ,
obliga la inclusión de la “delimitación de espacios libres y áreas verdes destinadas
a parques y jardines públicos, a zonas recreacionales y de expansión (Art. 34)
en los Planes de Ordenación Urbanística (POU) de escala urbana y competencia
del gobierno nacional, y a la “La determinación de los aspectos ambientales,
tales como la definición del sistema de zonas verdes y espacios libres de
protección y conservación ambiental y la definición de los parámetros de
calidad ambiental (Art. 24) en los Planes de Desarrollo Urbano Local (PDUL) a
cargo de las municipalidades y de escala urbana e intra metropolitana. La misma
ley indica que “las zonas de parques y recreación no podrán ser destinadas a
ningún otro uso” y que en todo caso “las áreas verdes de protección
podrán servir para la prestación de determinados servicios o vías conforme lo
establezca el Reglamento” (Art. 69), dando cabida a usos distintos a los
forestales en el caso de estas zonas de vocación ambiental.
También permite la celebración de “convenios
con las Asociaciones de Vecinos para que éstas asuman la realización de actividades
tales como el acondicionamiento y conservación de parques públicos y zonas
verdes” (Art.108), fomentando así cierto grado de participación voluntaria
en el tema. Sin embargo, no hay consideraciones orientadas específicamente al
tema de la arborización urbana y otras alternativas relacionadas con los
requisitos ambientalistas y las ventajas de este tipo de políticas. Las
Ordenanzas Municipales, escasamente tocan el tema del arbolado con criterios de
sostenibilidad ambiental y protección, y se concentran en normas sobre procedimientos
de plantación, trasplante, poda y tala simplistas, como es el caso del
Municipio Libertador, Caracas (Gaceta Municipal del Distrito Federal del jueves
24 de noviembre de 1994, N° Extra 1490-A-1). La Gaceta atribuye estas tareas a
propietarios de terrenos privados y a la alcaldía en terrenos públicos. Da indicaciones
técnicas sobre estrategias de poda, trasplante y tala, justificados por
estudios técnicos. Prohíbe la tala de árboles históricos, árboles en áreas de
protección, árboles en vías de extinción, o cuando se trate de árboles sanos
especialmente de más de 8 metros de altura, que no representen peligro para las
comunidades, bajo penalidad de sanciones administrativas.
Otras Ordenanzas municipales sobre el tema
amplían la regulación del tratamiento de árboles urbanos recomendando especies
según los espacios públicos que ocupan y estableciendo programas de educación
ambiental, y sanciones pecuniarias por la violación de normas de poda, tala o
trasplante (CMMI, 2002), pero en ningún caso se asocian a planes generales
sobre el tema ambiental ni establecen índices de dotación. Tampoco en la
mayoría de las Ordenanzas revisadas a nivel internacional que se orientan a los
temas de diseño urbano y protección de espacios públicos, estética y protección
ante acciones de tala o daño a especies existentes, incluso combinadas con
normas de manejo y respeto a especies animales en la ciudad, domésticos o en
libertad (MS,2013). En Chile, actualmente se discute el Proyecto de “Ley de Arbolado Urbano” y la propuesta de Ordenanza
Municipal de Infraestructura Verde que durante el año 2020 fue solicitada por
más de 60 Municipalidades de ocho regiones. El proyecto incorpora la definición
del árbol como “infraestructura verde” de la ciudad, y la elaboración de una Ordenanza
que se adaptaría a cada municipalidad. Sugiere,
para estimular la biodiversidad de especies, “no plantar más del 10% de árboles
de una misma especie; no más del 20% del mismo género; y no más del 30% de la
misma familia. Asimismo, la ordenanza aconseja que más del 50% de los árboles a
plantar sean de especies nativas y con hoja persistente”, y exige a los Proyectos de Áreas Verdes para la
ciudad, considerar la plantación de árboles en razón de 1 ejemplar por cada 100
m2 de área verde total (RCH, 2021).
Las Normas de
Equipamiento Urbano de Venezuela, vigentes a escala nacional (MINDUR, 1985),
establecen la obligatoriedad de dotas de terrenos para equipamientos urbanos, a
todo nuevo desarrollo, y son también utilizadas como referencia para la
planificación de la ciudad construida (TORRES, 2017). Establecen como equipamientos de Ámbito General (para toda
la ciudad), las “sedes de viveros” correspondientes a los equipamientos de
Administración Pública. También indica como equipamientos obligatorios, los
parques vecinales, campos de juego de 1-5 años, campos de recreación de 6 a 10
años, y de 11 a 15 años de edad, espacios para el deporte de entrenamiento en
la escala vecinal, así como parques comunales y espacios para el deporte de
competencia, parque urbano, jardín botánico, jardín zoológico en la escala
metropolitana. Estos espacios representan oportunidades para la implementación
de políticas de arborización y aumento de la masa vegetal urbana. La norma
obliga a una dotación de 10,45 metros cuadrados de este tipo de equipamientos
por habitante. Sin embargo, no incluye el tema específico de la arborización.
Otros
instrumentos locales de planificación urbana como las Ordenanzas o leyes
municipales de control del desarrollo urbano y el uso del suelo, excluyen
completamente el tema, aunque algunas mantienen como actividades permitidas las
correspondientes a “viveros y floristerías” en el ámbito primario e intermedio,
más como actividades lucrativas que ambientales, o por políticas específicas de
arborización.
El Plan
Estratégico Caracas Metropolitana 2020 (PECM2020), elaborado por la Alcaldía
Metropolitana de Caracas entre 2008 y 2012, incluye propuestas de protección
ambiental y renovación urbana que representan oportunidades para la
implementación de estrategias asociadas a la arborización y aumento de la
vegetación, y lamentablemente no han podido ser implementadas ante la eliminación
por decreto constituyente, arbitrario e
inconstitucional, de la Alcaldía Metropolitana en 2017, y las
limitaciones de los gobiernos municipales de la ciudad para adoptar las
propuestas de escala metropolitana de este plan. Esto incluye objetivos de conservación
de áreas verdes y aumento de su superficie “incluyendo bosques urbanos públicos
y privados”, así como su conectividad, la mitigación de incendios forestales
mediante programas ad hoc, la conservación de especies amenazadas y la
protección de la biodiversidad con centros especializados de protección. También
propone la actualización de la reglamentación de Parques nacionales y Zonas Protectoras,
la arborización de calles y avenidas, el establecimiento de jardines
verticales, corredores y techos verdes y la participación de los distintos
actores y ciudadanos. Asimismo propone un programa de reforestación de las
cuencas altas de los ríos de la Eco – Región Metropolitana, la cual abarca las
cuencas de los Ríos Guárico, Tuy, San Pedro y Guaire como principales canales
hidrográficos en una extensión o escala regional, supra metropolitana, y expone
la necesidad de reactivar el programa de recuperación o Saneamiento del Río
Guaire, programa iniciado con alguna infraestructura desde los años 40,
activado para su culminación en la primera década del siglo XXI, pero
actualmente paralizado y sin culminar. Señala igualmente la necesidad de
mejorar elementos de drenaje superficial en la ciudad para el correcto manejo
de la escorrentía por aguas de lluvia que incluye el incremento de la cobertura
vegetal para mejorar la infiltración profunda y evitar la erosión por cauces
superficiales, o las limitaciones de accesibilidad peatonal y vehicular por
esta causa.
El documento
síntesis indica que la ciudad cuenta con dos parques nacionales y cuatro zonas
protectoras con una ocupación de más de 30 mil hectáreas de las 77 mil que
conforma el área total de la ciudad en sus límites metropolitanos, conformada
por los municipios Baruta, Chacao, El Hatillo, Libertador y Sucre. La
vegetación local es de bosque húmedo o nublado en laderas de montañas y bosque
seco (jabillos, indios desnudos, guatacaros, ceibas, mijaos, samanes y otros
grandes árboles, refugios de especies invertebradas, aves y mamíferos como el
oso hormiguero, venados y acures en las zonas menos intervenidas. Como señala el Plan, aunque se encuentra
irrigado por numerosas quebradas afluentes del río Guaire, río al centro del
valle, todos estos cursos de agua se encuentran con alto grado de contaminación
e intervención. Los parques nacionales
en la ciudad, tienen protección ambiental a cargo de las autoridades
nacionales, sin embargo su ocupación paulatina por la expansión urbana, también
amenaza su integridad con el desarrollo urbano, tanto por de asentamientos semi formales de medianos y
altos ingresos, como informales de bajos ingresos, especialmente en parques al
interior de la ciudad, así como en la zona protectora o cinturón verde que la
circunda (TORRES, 2020) que cumple fundamentalmente funciones de protección
ambiental y limita del crecimiento de la ciudad (LLANOS y Almandoz, 2008).
En cuanto a
los parques de escala intra urbana, metropolitanos y vecinales, el índice de
dotación del Área Metropolitana de Caracas es de apenas 1 metro cuadrado por
habitante aproximadamente, bastante por debajo de las recomendaciones
internacionales y la dotación de muchas capitales y ciudades del planeta. El
Plan propone un sistema metropolitano de espacios públicos con el fin de
habilitarlos o recuperarlos como áreas recreativas, que para el año 2020 debería
permitir un índice de dotación de 6 metros cuadrados de espacios verdes por
habitante, y que incluiría entre otros, el Parque Universal de La Paz, los Parques Vicente
Emilio Sojo, Ruiz Pineda, Zoológico de Caricuao en el Municipio Libertador, los
parques Galindo, La Aguada, Macaracuay, Concepción y Caiza en el Municipio
Sucre, y el Parque Raúl Villanueva en el Municipio El Hatillo para un total de
3 mil Has, de las cuales cono unas 44 se encontrarían acondicionadas. Esto
incrementaría en 1.500 hectáreas la dotación de este tipo de equipamientos y
constituiría una notable oportunidad de consolidar bosques urbanos para la
ciudad. El Plan Estratégico Caracas Metropolitana 2020, además plantea la
creación de un nuevo tramo de zona protectora al sur de la metrópoli, en el
sector Fuerte Tiuna, de hasta 115 hectáreas, así como espacios recreativos en la zona
recientemente densificada con residencia multifamiliar de estos terrenos
militares. Propone también la recuperación de la laguna negra del sector La
Bonita al sureste con unas 100 hectáreas como espacio de contemplación. Otro
proyecto que propone estudiar es la transformación de unas 52 hectáreas de
campos de golf en los municipios Chacao y Libertador, e incluso en el municipio
Baruta con unas 32 hectáreas, campos de propiedad privada que hace décadas
formaban parte de sus suburbios, pero que ahora se encuentran en ejes centrales
y zonas residenciales con vocación multifamiliar de la metrópoli, pudiendo ser
adaptados como zonas de esparcimiento para la colectividad.
El proyecto del
parque se propone modificar la topografía para propiciar “planos de inundación
y regulación del cauce, áreas de estabilización, fito-remediación del agua y
humedales de laminación de aguas de escorrentía, que contribuyan a una gestión
integral del riesgo hidrológico existente”.
Otras propuestas
del Plan Metropolitano Caracas 2020 incluyen la Renovación Urbana de
importantes sectores dinámicos de la ciudad. Estas estrategias suelen generar
nuevas Ordenanzas de Zonificación, que deberían incorporar el criterio de
arborización y otras estrategias de conservación ambiental urbana, y que
podrían ser modelo de innovación para otras experiencias en el diseño de
instrumentos de regulación urbana.
A pesar de los
ambiciosos y necesarios objetivos del Plan Caracas 2020 en materia de dotación
de áreas verdes, así como de la propuesta de centros comunitarios o
“equipamientos integrales CRECE (Cultura, Recreación, Educación, Crecimiento y
Emprendimiento)” para los barrios informales, este Plan no incluye propuestas específicas
relacionadas con programas de arborización al interior de estos sectores residenciales que acogen a
más del 40% de la población residente, y que padecen la casi total inexistencia
de parques o jardines en su interior como ya se comentó, siendo así los más
desprovistos en la ciudad, aunque algunos colinden con parques nacionales y
zonas protectoras, sin tener necesariamente acceso útil a estas áreas o a su
protección. Caracas 2020 se apoya en el Plan de Habilitación Física de Barrios (BALDO
y Villanueva, 2010), elaborado
para los asentamientos informales de las metrópolis venezolanas desde los años 90,
y puesto en marcha en el año 2000, fue lamentablemente paralizado dos años
después. Ese plan contempla la creación de parques de escala vecinal dentro del
proceso de dotación de infraestructura, equipamientos y vialidad a estos
desarrollos, como un proyecto nacional articulado, pero no incluye planes
específicos enmarcados en el concepto de arborización y sostenibilidad. La
oportunidad se presenta entonces en el diseño paisajístico de los espacios de
equipamiento propuestos en el plan, una vez pueda ser actualizado, para que
conformen ejes y sistemas de protección ambiental arborizados.
Actualmente,
la política nacional para la atención de los barrios informales es, desde 2011,
la denominada Misión Barrio nuevo, Barrio tricolor, a cargo del Ministerio de
Obras Públicas. Según las publicaciones en redes sociales y prensa, la
ejecución del plan actualmente realiza trabajos de refacción menor de viviendas
en zonas populares escogidas, o por solicitud de las comunidades, limitadas a
pequeñas unidades vecinales. Asimismo, proclama la entrega certificados de
“saberes” y consigna títulos de tierra. Esto se corresponde con los objetivos o
“vértices” políticos publicitados recientemente: organización popular para la
construcción de ciudades comunales, planificación y ampliación territorial en
comunas para mejorar y aumentar la atención social, certificación de saberes y
el lanzamiento del manual del constructor obrero, logística de recursos a
través del encadenamiento productivo comunal, capacidades del obrero
constructor y del Estado venezolano, profundización la política de
regularización y tenencia de la tierra en los barrios, inserción laboral con la
conformación de las cuadrillas obreras para la atención integral a las comunas,
política comunicacional de la Gran Misión Barrio Nuevo Barrio Tricolor (MINCI, 2021).
Tareas Misión Barrio Nuevo Barrio Tricolor. Venezuela.
Pintura de muros. Fuente: https://twitter.com/Barrio_Tricolor/status/1441740517436448768?s=20 Ministro de
obras públicas en tareas de reacción (Sábado tricolor) 25 9 21
Otra Misión
gubernamental, denominada Misión Venezuela Bella, a cargo de la Vicepresidencia
de la República con aproximadamente dos años de creación, se dedica a “rehabilitar
y embellecer las edificaciones y espacios del país”, centrándose en
prácticas de refacción menor y tareas de desinfección de espacios públicos, en
relación con el COVID-19, sin detallar otros objetivos relacionados con
arborización o sostenibilidad ambiental (VPR, 2021). Por otra parte la Misión Árbol
ya citada, a cargo del Ministerio del Ambiente, ha incluido recientemente programas ocasionales de “Expedición Pedagógica Árboles”, con el fin de dar a
conocer la historia de los árboles emblemáticos de la ciudad, la primera expedición,
realizada en Caracas en el año 2018, así como la plantación ocasional y
limitada de especies arbóreas frutales y ornamentales en espacios públicos o en
parques existentes, inauguración de “cafeterías árbol” para la venta de
plántulas en la ciudad, con una inaugurada en Caracas en 2016,y la
rehabilitación de viveros pre existentes. (MINEC, 2021). También ha propuesto
en 2021 la siembra de “un árbol por calle” a nivel nacional desde junio de
2021, pero sus resultados no han sido aún ofrecidos a los medios o fuentes de
información disponibles ni se evidencian en la observación cotidiana de la
ciudad.
En las comunidades
informales, más allá del Plan de Habilitación de Barrios paralizado y otras
iniciativas del gobierno nacional ya citadas, algunas experiencias locales aisladas
arrojan resultados positivos en cuanto a la posibilidad de crear y mejorar los escasos
espacios públicos locales, aunque desafortunadamente en una escala
absolutamente reducida, insuficiente y desarticulada de planes integrales de
habilitación urbanística. Por ejemplo, la Alcaldía del Municipio Sucre en
Caracas y la Fundación Espacio (FE y AMS, 2012) publicaron los resultados de
experiencias de diseño y construcción de propuestas, para barrios del Municipio
Sucre en Caracas tales como pequeñas plazas y parques infantiles de bolsillo.
No hay un objetivo específico de arborización en los proyectos y obras ejecutadas,
sin embargo, hay una plausible alusión a las bondades y el significado de
árboles incorporados a la vida cotidiana de estas comunidades, bien como sitios
de reunión por la sobre ofrecida por grandes
follajes, como sitio de juego de niños, y como fuente de frutales “Intervenir
y curar el paisaje urbano de los asentamientos informales trae orden y belleza
a estos espacios, inclusive mejora condiciones ambientales en cuanto a la
acumulación de basura, y garantiza la existencia de una dimensión pública en la
comunidad. Un suelo bien pavimentado, un banco firme donde sentarse bajo la
sombra de un frondoso árbol y la alegría de mirar a niños jugando en un espacio
protegido, son justamente las experiencias que llenan vidas de dignidad” (SILVA,
2012;12). “Un fondo ajardinado, una
hilera de arbustos o árboles, una envolvente, incluso una paleta de
colores…todos estos son elementos que, como suerte de símbolos, hacen
reconocibles al espacio público”. (BELANDRIA, 2012; 55). El testimonio de
una residente del Barrio Unión de Petare recuenta: “Por aquí cerca estaba la
planta eléctrica de Caracas, la fábrica de Papeles Maracay y la Hacienda El
Encantado; era
Si bien estas
manifestaciones tienen una fundamentación basada predominantemente en criterios
estéticos de diseño espacial urbano y arquitectónico, y carecen quizás de la
profundidad del análisis de significado socio antropológico del espacio y el
arbolado, el simple reconocimiento del árbol como elemento de diseño es muy
importante.
En nuestra
propia experiencia de apoyo a comunidades de barrios informales de Caracas
desde la academia, durante casi una década pudimos desarrollar pequeños anteproyectos
de espacios públicos por ejemplo al barrio La Ladera, Parroquia La Vega de
Caracas, con los estudiantes de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la
Universidad Central de Venezuela bajo nuestra guiatura. Una de las demandas más
importantes de la comunidad fue conservar los pocos árboles de gran follaje
existentes, por su sombra o por su significado histórico para la comunidad,
dándoles sentido de pertenencia e identidad. Estos árboles incluso dieron
nombre o nomenclatura (toponimia) a algunos de los espacios proyectados y por
recuperar. También se hicieron propuestas de reciclaje de desechos sólidos y
compostaje a petición de los vecinos, proyectos que por el momento han quedado
como tales y no como obras realizadas lamentablemente, y que si bien son un
aporte positivo puntual y fueron enmarcados dentro del Plan de Habilitación
Física de Barrios (CONAVI, 1999), no corresponden a una política generalizada
sobre arborización y sostenibilidad ambiental (TORRES, 2016).
Muy cerca del
Jardín Botánico, se encuentra el Vivero Simón Bolívar. En un área de 2.500
metros cuadrados entre el Complejo Cultural Teatro Teresa Carreño y el Parque
Los Caobos de la capital, que produce actualmente cerca de 3.500 plantas
mensuales, entre ornamentales, medicinales, frutales, y forestales, destinadas
principalmente a alimentar la red de viveros del Proyecto de Desarrollo y
Consolidación de la Agricultura Urbana y Periurbana en la Gran Caracas según la
Fundación CIARA Cooperativa agraria, adscrita al Ministerio de Agricultura
Urbana que lo coordina. Esta
informa que se producen allí plantas medicinales y aromáticas: orégano, menta,
hierbabuena, malojillo, albahaca blanca y morada, toronjil, pasote, sábila, uña
de gato, té rojo, té verde, hinojo, tomillo, mejorana, romero y estevia. De las
plantas ornamentales destacan: espadilla, garbancillo, navidad, capa roja,
petunia, florecita, bellas las once, alfombra, clavellina, té de jardín, croto,
y vetiver. En el caso de árboles reportan la reproducción de: araguaney,
apamate, caoba y jarillo, y frutales como aguacate, mandarina, naranja y mango.
A la fecha, el citado proyecto dice contar en la región central con viveros en
las parroquias: La Vega, Caricuao, La Candelaria, Santa Rosalía, 23 de Enero,
Catedral, El Paraíso, La Pastora, Antímano, El Valle, Coche, Sucre y El
Junquito, en el Distrito Capital; y en los municipios Baruta, Sucre, Simón
Bolívar, Cristóbal Rojas y Plaza, del estado Bolivariano de Miranda, los cuales
no pudieron ser verificados. El proyecto cuenta en la región central con
viveros en las parroquias: La Vega, Caricuao, La Candelaria, Santa Rosalía, 23
de Enero, Catedral, El Paraíso, La Pastora, Antímano, El Valle, Coche, Sucre y
El Junquito, en el Distrito Capital; y en los municipios Baruta, Sucre, Simón
Bolívar, Cristóbal Rojas y Plaza, del estado Bolivariano de Miranda para 2009.
Actualmente apoya proyectos de siembra comunitaria a nivel nacional, orientando
sus recursos a la agricultura urbana y periurbana para la producción de frutas,
verduras y hortalizas de subsistencia (ALBAN et al., 2017), con impacto
limitado en cuanto a logros, aunque con grandes metas de cobertura nacional y
programas de reimpulso declarados para 2021. Este programa de agricultura urbana
vigente, producción de compost y comercialización, fue formulado en conjunto
con la FAO en 2005, y asumido por CIARA en 2008. Tiene sobre todo naturaleza de
asistencia social (MPPP, 2020). Sus metas de producción prometen 29.712
Kilogramos de semillas de hortalizas en 18.394 Hectáreas bajo la modalidad de
conuco, patios productivos, huertos, y 400 Hectáreas de cultivos protegidos
bajo la modalidad de casas de cultivo, metas no cumplidas por el momento.
Palmas datileras en las
autopistas de Caracas. Esta especie del género Phoenix, se
distribuye naturalmente desde Canarias, el norte
de África y el sur de Asia, hasta el Extremo Oriente.
Fuente: http://www.inameh.gob.ve/web/prensa/noticias.php?n=2038
Conclusiones
No hay duda de
las ventajas y de la necesidad de la arborización. No basta con la arborización
urbana, sino que se debe incluir la escala territorial y planetaria en las
previsiones de planificación urbana y ambiental, y es indispensable procurar la
arborización de las ciudades, asiento de la mayor cantidad de habitantes del
planeta. Hay numerosas iniciativas en favor de la arborización del planeta, que
sin embargo no tienen los efectos necesarios con la rapidez que la urgencia del
cambio climático exige. Por el contrario, siguen predominando tendencias de
deforestación y contaminación en regiones tan importantes como la Amazonía, en
lo cual Venezuela está particularmente implicada, donde también existe una ausencia
de políticas de arborización y protección efectiva de los árboles de la ciudad,
sin comprender su importancia tanto desde el punto de vista de ambiental como
otros que se han destacado en este informe. Sin embargo, existen propósitos,
espacios y oportunidades para superar esta situación.
A continuación,
se resumen las recomendaciones para Venezuela y sus ciudades, particularmente
Caracas, a partir las indagaciones realizadas:
Recomendaciones
generales y de escala nacional: grandes bosques:
1. Contribuir al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS) acordados por la Organización de Naciones Unidas, para limitar
el aumento de la temperatura ambiental en no más de 1,5°C a través de
distintas estrategias, entre ellas la protección de bosques y árboles a escala
continental, regional y urbana, para mitigar y detener los efectos del cambio
climático.
2. Detener la destrucción y la ocupación por otros usos, de
grandes porciones de parques nacionales, particularmente de la Amazonía al sur
del país, llevada a cabo por actividades mineras indiscriminadas,
específicamente en el llamado Arco Minero.
3. Controlar las actividades de ganadería y agrícolas de
expansión sobre zonas boscosas protegidas.
4. Formular el Plan Nacional de Adaptación al Cambio
Climático previsto en la Ley de Gestión Integral de Riesgos Socionaturales y
Tecnológicos (LGIRST), incorporando el tema de la arborización de ciudades y
territorios, con base en la legislación orgánica vigente y el texto
Constitucional.
5. Incorporar al país en programas internacionales de apoyo
a la protección de bosques, para el financiamiento de programas de
reconocimiento y monitoreo de la capa vegetal, asumiendo compromisos de
protección y reforestación.
6. Incorporar las ciudades a los programas internacionales
de reconocimiento y financiación de proyectos de arborización y protección de
bosques a través de sus gobiernos locales.
7. Incorporar en los instrumentos legales de planificación
urbana y regional, así como en la norma nacional de dotación de equipamientos
urbanos, objetivos medio ambientales e índices de dotación que favorezcan la
arborización, así como patrones de crecimiento y expansión urbana, favoreciendo
la ciudad compacta, de usos mixtos, multinuclear y de fácil acceso a la
población respecto a espacios verdes arborizados, y previendo efectos esperados
como el aumento de los niveles del mar en las zonas costeras.
8. Atender particularmente las consecuencias del cambio
climático inevitables, de acuerdo al comportamiento de las temperaturas
ambientales globales en aumento, especialmente en las zonas costeras, de la
producción agrícola y pesquera, procurando la transformación sostenible que
incluya políticas de protección a bosques y ecosistemas costeros.
9. Propiciar un proyecto de Gran Muro Verde Urbano, en los
sistemas de ciudades del país, como inspiración para proceder a su arborización,
a la protección de bosques urbanos y a su ampliación, conjuntamente con
políticas de protección de cuencas hidrográficas y cursos de agua de escala
regional.
10. Valorizar los efectos positivos de la arborización, tanto
de tipo ecológico como los de carácter sanitario, alimentario, cultural, educativo,
económico, empleador, social y psicológico, en el marco de metas para su
incremento, su conservación y explotación sostenible.
11. Incorporar la preservación de bosques en objetivos de
desarrollo agrícola por su aporte a la biodiversidad de especies polinizadoras,
combate de la desertificación, a la inundación y a la erosión del suelo,
mitigando el cambio climático en favor de la producción de alimentos producidos
de manera sostenible.
12. Valorizar en las políticas sanitarias la protección de la
cobertura vegetal de árboles y bosques no intervenidos, como fuentes de
productos medicinales a la vez que hábitat para la contención de especies
potencialmente transmisoras de enfermedades, en el caso de la intervención
humana.
13. Realizar estudios para el seguimiento y combate de plagas
y enfermedades de bosques y arbolados, a través de instituciones científicas.
14. Atender la formación científica en el área de la biología
para el personal administrativo de todos los niveles a cargo de programas
relacionados con la arborización, así como a las comunidades y otros sectores
involucrados.
15. Recolectar datos para el registro, clasificación,
protección y control de cada ejemplar utilizando tanto técnicas satelitales y
tecnologías avanzadas de libre acceso a los gobiernos locales, instituciones
protectoras y a las comunidades, incorporando otros instrumentos tecnológicos
novedosos como drones con el necesaria formación y participación de personal
especializado.
16. Propiciar la participación del sector privado, las comunidades
e instituciones en la conservación de bosques y arbolado.
17. Desarrollar campañas generales de concientización a nivel
escolar y del público en general.
Recomendaciones
específicas y en la escala de la ciudad: arborización urbana.
1. Incorporar el estudio de la arborización urbana a los
Planes de Ordenación Urbanística POU y Planes Locales de Desarrollo Urbano
PDUL, Ordenanzas Municipales, especialmente las Ordenanzas Ambientales y las de
Zonificación Urbana, en proyectos de diseño y renovación urbana, en planes de habilitación
de barrios informales con índices adecuados, y superando la escueta normativa sobre
acciones de tala y poda predominante en las Ordenanzas Municipales, o la
ausencia de consideraciones adecuadas en el resto de la legislación urbanística,
con aplicación a todas las ciudades del país.
2. Incorporar los criterios ambientales, beneficiando la
arborización, en planes de crecimiento urbano compacto del Área Metropolitana
ampliada y del sistema de ciudades de la región capital.
3. En el caso de la ciudad capital Caracas, desarrollar las
propuestas del Plan Estratégico Caracas Metropolitana 2020, ampliándolas para
su complementación con Normas Nacionales de Equipamiento Urbano y Ordenanzas Municipales de protección del
arbolado, con exigencia de índices de dotación en el desarrollo urbanístico, y
políticas específicas de arborización en terrenos de edificaciones públicas,
sistemas de movilidad peatonal y parques propuestos, especialmente la
construcción del Parque La Carlota, y la disposición de nuevos parques urbanos
previstos en el Plan, la protección de los parques nacionales y zonas
protectoras, habilitación e integración de barrios informales verdes, jardines
verticales y techos verdes, para obtener a mediano plazo una dotación posible
de al menos 6 metros cuadrados de áreas verdes por habitante.
4. Culminar el proyecto de saneamiento del río Guaire y de
sus afluentes en Caracas, y asegurar restauración de las cuencas de los ríos de
la región metropolitana.
5. Implementar un Plan de Habilitación urbanística para las
zonas informales, con criterios de sostenibilidad ambiental que doten a estos
sectores residenciales de zonas verdes y arbolado adecuado y sostenible.
6. Formular políticas de vivienda urbana efectivas, que contengan
la expansión urbana indiscriminada sobre parques nacionales, Áreas Protectoras
(Cinturón Verde) y otros parques de la ciudad.
7. Implementar programas que permitan alcanzar índices de
arborización urbana cercanos a 1 árbol por cada 3 habitantes, cerca de 10
metros cuadrados de área verde por residente en las ciudades, un árbol cada 100
metros cuadrados de espacio público abierto, incluyendo la infraestructura
peatonal, parques y jardines públicos y privados.
8. Cuidar la implementación de programas de arborización
urbana manteniendo normas de sembrado, distanciamiento, irrigación,
localización, especies autóctonas y complementarias, protección de especies
animales, biodiversidad y ecosistemas asociados, protección patrimonial e
histórica en la siembra de los árboles urbanos.
9. Incorporar la arborización como unidad de diseño urbano y
paisajístico con criterios medioambientales complementarios e indispensables,
junto con criterios estéticos o de diseño espacial.
10. Proteger físicamente los ejemplares urbanos, a través de
elementos tales como enrejados o parales de protección contra posibles golpes o
acciones vandálicas, e impedir la tala indiscriminada de árboles por parte de
instituciones, vecinos e individuos, favoreciendo la formación y educación
ambiental de trabajadores y comunidades.
11. Llevar bases de datos urbanas con las características de
la arborización para su cuido y control.
12. Estudiar la distribución equitativa de espacios verdes y
arborización en todos los espacios de la ciudad, poniendo especial atención en
los espacios más deficitarios como cascos históricos tradicionales y muy
especialmente los asentamientos de barrios autoproducidos con alta ocupación
del suelo y ausencia casi total de arbolado y espacios verdes.
13. Dar especial atención a los árboles de bosques de galería
en los sistemas hidrográficos de las ciudades, y en los sistemas de manglares
en zonas costeras urbanas.
14. Aumentar las áreas con suelo permeable en la ciudad,
acompañadas por arborización y vegetación para favorecer la absorción de escorrentía
y minimizar efectos de inundación y deslizamientos de terreno.
15. Conservar la capa de mantillo (hojas muertas) en la
superficie del suelo en zonas arboladas y con vegetación, para favorecer el
almacenamiento de agua, y la protección del suelo de efectos de erosión que
perjudican su calidad.
16. Propiciar la vegetación ribereña en ríos, quebradas y
afluentes.
17. Manejar las opciones de “cuencas de bio retención”,
jardines de lluvia y bioswales en el diseño de espacios abiertos en la
ciudad, como infraestructura de apoyo.
18. yo a la canalización del drenaje superficial, la
absorción de materias contaminantes que arrastra la escorrentía, y como
oportunidades de arborización, biodiversidad y paisajismo urbano.
19. Promover la siembra de árboles en espacios de recreación
como parques, plazas, y en espacios de estudio como escuelas y universidades,
en núcleos de negocios y en zonas residenciales, promoviendo así sus efectos
ambientales positivos, tanto como educativos, terapéuticos, psicológicos y
cognitivos, de aislamiento del ruido.
20. Propiciar la siembra de árboles a lo largo de vías
expresas y avenidas para aprovechar igualmente su efecto de reducción de
velocidades por parte de los conductores, gracias a su efecto visual,
paisajístico y psicológico.
21. Organizar programas participativos mixtos (comunidad,
empresa privada, gobiernos locales y gobierno nacional) en la implementación de
planes y obras de siembra y mantenimiento de la arborización urbana.
22. Incorporar el concepto del árbol como valor patrimonial
cultural en las políticas del área y en los programas de tratamiento del
espacio urbano.
23. Propiciar y normar la incorporación de vegetación en
techos y fachadas de edificaciones, en las normas de arquitectura y construcción
nacionales y locales.
24. Privilegiar la siembra los árboles de larga vida, bajo
mantenimiento, especies endémicas, y de copa frondosa, incorporando el estudio
científico de la dotación y protección de especies según las particularidades
locales y las condiciones de entorno para los árboles que pudiesen afectarlos
negativamente: lugares con alta contaminación automotora, iluminación directa o
excesiva en horas nocturnas, falta de acceso a fuentes de agua.
25. Propiciar el protagonismo de los gobiernos locales,
municipales, en la formulación y gestión de planes de arborización de la ciudad
y espacios adyacentes, así como de bosques en sistemas de ciudades.
26. Proteger y propiciar instituciones de resguardo de
especies vegetales como viveros, en particular el Jardín Botánico de la UCV,
así como las actividades de investigación académica y científica en el tema.
27. Desarrollar sostenidamente los programas de agricultura
urbana, a fin de que contribuyan con la sostenibilidad ambiental de la ciudad,
además de otros objetivos sociales, integrándolos a las políticas de los
gobiernos municipales.
28. Crear programas sostenibles de apoyo a las instituciones
de investigación científica, herbarios y viveros, distribuidos convenientemente
en la ciudad, con el fin de garantizar el estudio y la reproducción de los
árboles y otras especies vegetales, tales como el Jardín Botánico de la UCV y
el Vivero Simón Bolívar en el Parque Los Caobos en la capital.
Finalmente,
lograr la valoración del arbolado como seres vivos y como parte esencial del
planeta y de nuestra existencia.
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