Área de Estudios Urbanos. Escuela de Arquitectura "Carlos Raúl Villanueva". Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Universidad Central de Venezuela.

DOCENTE: Hilda Torres Mier y Terán. Urbanista (Universidad Simón Bolívar, 1987). Profesora - Investigadora (Asociado) del Sector de Estudios Urbanos desde 1992, Escuela de Arquitectura "Carlos Raúl Villanueva", Facultad de Arquitectura y Urbanismo - FAU, Universidad Central de Venezuela - UCV. Especialista en Administración de Empresas, mención Gerencia de Proyectos (Universidad Simón Bolívar, 1990), Mg. Sc. en Planificación Urbana, mención Estructura y Economía Urbana (Instituto de Urbanismo, FAU, UCV, 2004). PhD - Doctora en Urbanismo (Instituto de Urbanismo, FAU. UCV, 2013).

domingo, 7 de noviembre de 2021

Más bosques para el planeta, más árboles para la ciudad.

Más bosques para el planeta, más árboles para la ciudad. El caso de Venezuela y su capital Caracas.

Resumen.

         Parque Los Caobos y Jardín Botánico. Caracas.                   

Los bosques y el arbolado urbano son herramientas de combate contra el cambio climático, este último entendido como el aumento inusitado de la temperatura ambiental del planeta, que viene registrándose especialmente en los últimos 50 años aproximadamente, con consecuencias incrementalmente desastrosas sobre la vida de todas las especies naturales, incluido el ser humano, fenómeno claramente comprobado, así como su origen antropogénico. El consumo energético de combustibles, y el consumo masivo de materiales contaminantes, las actividades mineras altamente contaminantes y degradantes del ambiente, la deforestación y degradación de bosques y arbolado causados por tala y aumento de espacios para la ganadería, los cultivos agrícolas para la producción de alimentos o de agro carburantes y la explotación descontrolada de los recursos forestales, atentan contra el equilibrio atmosférico, la capa vegetal y la vida. De la limitación de estas actividades degradantes, y particularmente de la protección y de la comprensión de la importancia de los árboles, los sistemas forestales y los ecosistemas asociados, depende en buena medida el éxito sobre esta catástrofe ambiental. Tanto los grandes y bosques y selvas de escala planetaria, como la arborización de ciudades, asiento de la mayor parte de la población son importantes. El incremento de la arborización urbana y la recuperación de bosques cuenta con estrategias que abordan la escala planetaria, con grandes sistemas de bosques continentales y corredores de ciudades-región arborizados, así como otras tácticas que enfatizan la arborización al interior de las urbes, todo lo cual se destacará a continuación, poniendo particular atención al caso de Venezuela y de la ciudad de Caracas, su capital.

Palabras clave: cambio climático, bosques, arbolado, ciudad, Caracas, Venezuela.

 

PARTE I. Introducción

Los bosques y el arbolado urbano son herramientas de combate contra el cambio climático, o el aumento inusitado de la temperatura ambiente del planeta, especialmente en los últimos 50 años aproximadamente, con consecuencias incrementalmente desastrosas sobre la vida de todas las especies naturales, incluido el ser humano, fenómeno claramente comprobado, así como su origen antropogénico (COOK et al., 2013). El consumo energético de combustibles, y el consumo masivo de materiales contaminantes, las actividades mineras altamente contaminantes y degradantes del ambiente, la deforestación y degradación de bosques y arbolado causados por tala y aumento de cultivos agrícolas para la producción de alimentos o de agro carburantes y la explotación descontrolada de los recursos forestales, atentan contra el equilibrio atmosférico, la capa vegetal y la vida. De la limitación de estas actividades degradantes, de la protección y de la comprensión de la importancia de los sistemas forestales y los ecosistemas asociados, depende en buena medida el éxito sobre esta catástrofe ambiental en ciernes. Esto incluye tanto los grandes y bosques y selvas de escala planetaria, como la arborización de ciudades, asiento de la mayor parte de la población mundial. La ciudad es el lugar dominante en la concentración espacial de los seres humanos como sociedades organizadas. Es el hábitat construido que permite la vida de la mayoría, pero ello conlleva cargas e impactos respecto al medio ambiente natural. La complejidad del asunto, exige por lo tanto el estudio conjunto de los grandes bosques y selvas, sus ecosistemas y problemática, en relación con las variables asociadas al desarrollo urbano, sus requerimientos de consumo energético y de bienes, las fuentes de esos requerimientos, y su contribución al cambio climático.  Las ciudades pueden sin embargo aportar grandes remedios a esta situación. Estas van desde lo científico y lo tecnológico con estrategias para minimizar los impactos de los modos de transporte, los materiales de construcción y el consumo de energía, indispensable para el desarrollo, hasta la puesta en práctica de acciones concretas de restitución de la naturaleza, dentro y fuera del ámbito urbano construido. Además de la conservación de los grandes bosques, entre las medidas regeneradoras a escala urbana, destacamos la arborización como una contribución destacada para una ciudad y un planeta más verdes, ambientalmente sostenibles.

El incremento de la arborización urbana y la recuperación de bosques cuenta con estrategias que abordan la escala planetaria, con grandes sistemas de bosques continentales y corredores de ciudades-región arborizados, así como otras tácticas que enfatizan la arborización al interior de las urbes, todo lo cual se destacará a continuación, poniendo particular atención al caso de Venezuela y de la ciudad de Caracas, su capital.

 

Cambio climático, bosques y arbolado urbano.

Las advertencias y evidencias sobre el cambio climático y sus consecuencias nefastas para la vida se han hecho cada vez más urgentes y preocupantes. Los expertos señalan: “Muchos de los cambios observados en el clima no tienen precedentes en miles, sino en cientos de miles de años, y algunos de los cambios que ya se están produciendo, como el aumento continuo del nivel del mar, no se podrán revertir hasta dentro de varios siglos o milenios. Sin embargo, una reducción sustancial y sostenida de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y de otros gases de efecto invernadero permitiría limitar el cambio climático. Aunque las mejoras en la calidad del aire serían rápidas, podrían pasar entre 20 y 30 años hasta que las temperaturas mundiales se estabilizasen” (IPCC, 2021).

De acuerdo al informe de United in Science 2021, Organización de Naciones Unidas, y la World Meteorological Organization (ONU, 2021a), las concentraciones de gases de efecto invernadero y su impacto sobre la temperatura ambiente, presentan niveles récord en el planeta, a pesar de la circunstancia atenuante de la reducción de las actividades productivas debida a la pandemia COVID-19, especialmente desde el año 2020, que ha reducido las emisiones del transporte terrestre en cerca de un 5%, aunque esto sólo resulta en un efecto temporal. Con ello el mundo se aleja de los objetivos fijados por el Acuerdo de París (ONU, 2015), tratado internacional para evitar que el calentamiento global que sufre el planeta aceleradamente esté por encima de los 2°C durante el presente siglo. También obstaculiza el avance hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible acordados por la Organización de Naciones Unidas (ONU,2021b). Más allá de este límite de temperatura, se generarían fenómenos meteorológicos más frecuentes, extremos y devastadores, con un impacto cada vez mayor en las economías y en las sociedades, especialmente incendios e inundaciones. La temperatura media anual del planeta es al menos 1°C más elevada que en la época preindustrial, y probablemente se eleve hasta 1,5°C en los próximos cinco años. El nivel del mar aumentó 20 centímetros entre 1900 y 2018, a un ritmo acelerado entre 2006 y 2018, y aumentará entre 0,3 y 0,6 metros para 2100, o entre 0,3 y 3,1 metros para el año 2300. Aún con un aumento menor a 2°C en la temperatura media, las infecciones, entre ellas la COVID-19, y otros riesgos climáticos tales como las olas de calor y la mala calidad del aire, se combinarán para amenazar la vida de muchas especies y la salud humana en todo el mundo, poniendo en especial riesgo a las poblaciones más vulnerables por su nivel de pobreza o condiciones de salud especiales. Luego del fin de la pandemia, se prevé un aumento adicional considerable de las emisiones y sus efectos, por la reactivación de las economías, el consumo energético y otros factores asociados, pero también por el recrudecimiento de acciones de deforestación y degradación de bosques, causados por incendios forestales, tala, y aumento de actividades agropecuarias y mineras, sobre todo en la Amazonía y en las selvas de Indonesia en el sureste asiático, de importancia planetaria. La degradación de los bosques y del ecosistema natural, no pueden ser compensados más que parcialmente con la reforestación o el recrecimiento natural de la vegetación (WMO, 2021).  

Las ciudades son también parcialmente responsables de la emisión de contaminantes que aceleran el cambio climático, como el CO2, y sufren asimismo sus consecuencias, tanto las inmediatas y localizadas dentro de la ciudad, entre ellas la degradación de la calidad ambiental, el calor y sus efectos nocivos sobre la salud, como otras no necesariamente localizadas, como es el caso de la elevación del nivel de los océanos, las inundaciones, las sequías y las tormentas inusuales, que afectan gravemente la infraestructura, la producción de alimentos y la vida de los habitantes de las ciudades, y de todos los seres vivos.

Los bosques urbanos, las zonas protectoras, los parques nacionales y los sistemas boscosos continentales albergan biodiversidad y ofrecen servicios sociales, tanto al interior de las ciudades como en los sistemas ambientales supra urbanos. Los grandes bosques acogen la mayor parte de la biodiversidad terrestre del planeta, y son el hábitat del 80% de las especies de anfibios, el 75% de las de aves y el 68% de los mamíferos. Alrededor del 60% de todas las plantas vasculares se encuentra en bosques tropicales. Los manglares en las costas también proporcionan lugares de reproducción y criaderos para numerosas especies de peces y crustáceos, y ayudan a retener los sedimentos que podrían perjudicar el fondo submarino y los arrecifes coralinos. Los bosques proporcionan más de 86 millones de empleos verdes y sustentan los medios de vida de muchas personas más. La resiliencia de los sistemas alimentarios humanos y su capacidad de adaptarse a los cambios futuros dependen de la biodiversidad que los bosques protegen; las especies arbustivas y arbóreas adaptadas a las tierras secas ayudan a combatir la desertificación; las especies de insectos, murciélagos y aves que habitan en los bosques polinizan los cultivos; los árboles con sistemas radiculares extensos que se encuentran en ecosistemas montañosos evitan la erosión del suelo, y las especies de manglares favorecen la resiliencia ante la inundación en zonas costeras. Al acentuarse los riesgos para los sistemas alimentarios por el cambio climático, la función de los bosques de captar y fijar carbono mitigando el cambio climático es cada vez más importante para el sector agrícola. Más de 28.000 especies de plantas están registradas como plantas de uso medicinal y muchas de ellas se encuentran asimismo en ecosistemas forestales.

Según la Organización de Naciones Unidas (FAO, 2020), el área total de bosques en el mundo es de 4 mil millones de hectáreas aproximadamente, que corresponden al 31% de la superficie total de la tierra. Esta área es equivalente a 0,52 hectáreas por persona, pero los bosques no están naturalmente distribuidos de manera uniforme por población o situación geográfica. Las zonas tropicales poseen la mayor proporción de los bosques del mundo, hasta 45%, mientras el resto está localizado en las regiones boreales, templadas y subtropicales. Más de la mitad de los bosques está situada en cinco países: Rusia, Brasil, Canadá, los Estados Unidos de América y China. En el mundo, Brasil contiene la mayor proporción de bosques protegidos del planeta con un 21% del total, y le siguen Indonesia y Venezuela con 7% y 6% respectivamente.

Aproximadamente sólo cerca de un 30% de los bosques del mundo son bosques primarios, que se definen como bosques de especies arbóreas autóctonas, regenerados de forma natural, donde los procesos ecológicos no han sufrido perturbaciones destacables. El área de bosque destinada principalmente para la protección del suelo y el agua muestra una tasa de crecimiento positiva en los últimos 10 años y el ritmo de pérdida neta de bosques disminuyó notablemente durante el período 1990-2020 debido a una reducción de la deforestación en algunos países, además de un aumento de la superficie en otros, a través de la reforestación y/o la expansión natural.  Asia tuvo el mayor aumento neto de superficie forestal en el período 2010-2020, seguida por Oceanía y Europa. Entre 2015 y 2020, se estima que la tasa de deforestación fue de 10 millones de hectáreas al año, cuando en la década de 1990 era de 16 millones de hectáreas al año. La superficie de bosques plantados ha aumentado en 123 millones de hectáreas, aunque la tasa anual de aumento se redujo en la última década. (UNECE, 2021a); (GBU, 2015); (UNECE, 2021b); (ONU-Habitat, 2014); (FAO, 2021).

Estos indicadores representan una disminución en la tasa de merma de áreas de bosques, pero no han dejado de perderse vastas superficies boscosas en el planeta, en cifras absolutas, unos 420 millones de hectáreas, especialmente a causa del cambio de usos de la tierra (FAO y PNUMA, 2020b). África tuvo la mayor tasa anual de pérdida neta de bosques en el período 2010-2020, con 3,9 millones de hectáreas, seguida por América del Sur, con 2,6 millones de hectáreas. En África, la tasa de pérdida neta de bosques ha aumentado en cada uno de los tres decenios desde 1990. Hay pérdida de bosques en América del Sur, aunque la tasa de pérdida ha disminuido aproximadamente a la mitad en el decenio 2010-2020 en comparación con el período 2000-2010. Europa y Asia registraron aumento neto de deforestación en 2010-2020 respecto a 2000-2010 y Oceanía también experimentó pérdidas netas de superficie forestal entre 1990 y 2010. La superficie de bosques regenerados de forma natural ha disminuido desde 1990 y de unas 60.000 especies arbóreas conocidas, unas 17.500 se han clasificado como especies en riesgo de extinción, el doble que las especies animales en riesgo. (BGC, 2021).

En el caso de la Amazonia, selva tropical que ocupa territorios de diversos países de la región suramericana y se extiende sobre casi 8 millones de kilómetros cuadrados, esta viene sufriendo niveles de deforestación inéditos especialmente desde 2020, con casi cinco mil kilómetros cuadrados de selva arrasada ese año, debido sobre todo al aumento de áreas para la ganadería extensiva y el cultivo de soja, pero también a causa de los incendios naturales y provocados en aumento, sobre todo en la porción dentro de los límites del Estado de Brasil, esto a pesar de las declaraciones de alto nivel en favor de la defensa ambiental, y de éxitos anteriores, ya que paradójicamente, entre 2004 y 2012, el país había logrado reducir la deforestación hasta en un 80 por ciento (NATGEO, 2018). En la Amazonía brasileña se estima un aumento de 54% en la deforestación en los últimos diez meses respecto al periodo anterior. NATGEO (2020).  https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/2020/06/deforestacion-amazonas-alcanza-niveles-historicos-debido-consumo-carne  Esta situación persiste a pesar de algunos esfuerzos institucionales. Por otra parte, en la Amazonía venezolana, la situación es muy preocupante, ya que la actividad minera descontrolada, propiciada por las instituciones públicas, pero fuera de su alcance regulatorio, está afectando más de 111 mil kilómetros cuadrados con actividades altamente contaminantes y deforestaciones masivas, sin mencionar los efectos nefastos sobre poblaciones locales, tribus indígenas y especies naturales. En Colombia, de 2000 a 2018, entre 600 y 1.400 kilómetros cuadrados de bosques amazónicos fueron intervenidos para el desarrollo agropecuario sólo en territorio colombiano (VALENZUELA, 2021).

En el Sureste Asiático, los grandes bosques sufren también una de las mayores tasas de deforestación del planeta. Indonesia ha perdido la cuarta parte de sus bosques en los últimos 25 años a causa de la quema colocando al país en la pasada década como el tercer país emisor en gases de efecto invernadero del mundo. Los incendios forestales sucedidos en Indonesia en 2015 son considerados una de las mayores catástrofes medioambientales del siglo XXI con grandes pérdidas económicas y sociales. Estas quemas son aparentemente responsables del 4% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero, y se producen por la explotación insostenible y la demanda creciente de papel y aceite de palma por parte de empresas mundiales de producción de cosméticos y alimentos procesados, así como la industria de “biocarburantes” para la fabricación de biodiesel a nivel internacional (GP, 2021); (FAO y PNUMA ,2020b).

Además de las actividades humanas, los grandes bosques están sujetos a otras perturbaciones que también pueden afectar negativamente su salud y vitalidad, degradando la estructura y la cubierta forestal, y causando pérdidas irrecuperables de biodiversidad. Los incendios naturales, los fenómenos meteorológicos graves, las plagas, las enfermedades y otras perturbaciones ambientales pueden degradar los bosques, y esto incluso puede afectar negativamente a otros usos de la tierra como los agrícolas, al causar una pérdida de calidad del líquido vital aguas abajo. Los cambios que se están produciendo en la actividad mundial de los incendios en términos de ubicación, intensidad, gravedad y frecuencia probablemente tendrán un costo inmenso en términos de biodiversidad, servicios eco sistémicos, bienestar humano, medios de subsistencia y economías nacionales.

Muchos científicos consideran que las tierras silvestres se enfrentan a condiciones meteorológicas cada vez más difíciles en materia de incendios, a temporadas de incendios prolongadas y a incendios de mayor envergadura influenciados por el cambio climático. Las estimaciones para Europa indican un posible aumento de la superficie quemada por año, para el año 2090, de entre un 120% y un 270% por encima de la media de 2000-2010 (IUFRO, 2018). Las áreas afectadas por fenómenos meteorológicos graves entre 2002 y 2015 están especialmente en América del Norte y Central (entre 2.075.700 y hectáreas 9.081.300), en Europa (entre 230.100 y 784.100 hectáreas), África (entre 1.100 y 22.200 hectáreas), Asia (entre 23.300 y 461.400 hectáreas) y Oceanía (hasta 43.100 hectáreas). Resalta que la fuente FAO (2021) no reporta cifras para América Latina ya que los países no consignaron series contrastables para el período estudiado. Insectos, enfermedades y fenómenos meteorológicos extremos también dañaron cerca de 40 millones de hectáreas de bosques en 2015, particularmente en las zonas templadas y boreales.

La agricultura y ganadería comercial a gran escala, principalmente la cría de ganado vacuno y el cultivo de soja y aceite de palma fueron la causa del 40% de la deforestación de bosques tropicales entre los años 2000 y 2010. La agricultura local de subsistencia fue responsable de otro 33% de deforestación a pesar de que paradójicamente, la agricultura se ve beneficiada por la salud del bosque. Las regiones con poblaciones humanas densas y un uso agrícola intenso, como Europa, América del Norte, algunas partes de Bangladesh, China y la India están menos afectadas en cuanto a su biodiversidad. Pero el norte de África, el sur de Australia, la costa del Brasil, Madagascar y Sudáfrica son zonas donde la pérdida del estado intacto de la biodiversidad es notable, con el agravante de que, en estas regiones, alrededor de 252 millones de las personas que viven en bosques y sabanas, tienen ingresos inferiores a 1,25 dólares norteamericanos al día, es decir, se encuentran en nivel de pobreza extrema y dependiendo de la salud del bosque (FAO y PNUMA, 2020b).  Como consecuencia, existen altos riesgos de que se potencien algunas enfermedades que afectan al ser humano asociadas a especies que subsisten en los bosques intervenidos o degradados, como la malaria, la enfermedad de Chagas, la tripanosomiasis africana (la enfermedad del sueño), la leishmaniasis, la enfermedad de Lyme y las enfermedades causadas por el VIH y el virus del Ébola. La mayoría de las nuevas enfermedades infecciosas, incluido el virus SARS-CoV2 que causó la pandemia actual de COVID-19, son enfermedades zoonóticas y su aparición puede estar relacionada con la pérdida del hábitat natural a causa del cambio de la superficie forestal, con el consumo de especies silvestres, y con la expansión de las poblaciones humanas en zonas forestales, ya que aumenta la exposición de las personas a la flora y fauna silvestres.

Todas estas incidencias requieren oportuna detección, para lo cual el satélite es una forma eficiente de monitorear variables ambientales en detalle. Ello debe ser favorecido con el necesario libre acceso a datos y tecnologías para todos los países. Sin embargo, los instrumentos de teledetección también tienen limitaciones tecnológicas a superar, como la poca capacidad para separar el bosque de otros tipos de vegetación, o para medir la altura de la vegetación, pudiendo generar clasificaciones erróneas. Otras tecnologías disponibles pueden aportar al monitoreo y la vigilancia de la integridad de árboles y bosques, por ejemplo, la tecnología de drones con cámaras y transmisión de video, complementadas con personal especializado en el tema (UNDOCS, 2017).

En las ciudades, la ausencia de árboles, especialmente en las zonas más pobres de esas ciudades, y la falta de consideración hacia el arbolado y su relación con ecosistemas mayores, pone también en riesgo la salud humana y la supervivencia de especies, y no contribuye con las acciones de combate al cambio climático. Se estima que la siembra estratégica de árboles en la ciudad podría reducir hasta en 8°C la temperatura ambiental, aminorando en un porcentaje significativo, por ejemplo, la necesidad de enfriamiento artificial y contaminante de los ambientes construidos. La vegetación en zonas urbanas densamente pobladas puede reducir el efecto de “isla de calor” producido por la concentración de pavimento y concreto. Asimismo, un árbol puede absorber decenas de kilos de dióxido de carbono CO2 por año, mejorando la calidad del aire y del ambiente. Los árboles también son capaces de remover o almacenar otros contaminantes nocivos como el sulfuro de dióxido, óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono, cadmio, níquel, y plomo, aunque ello también puede afectarles negativamente, por lo que lo necesario es evitar su emisión. La vegetación reduce la erosión del suelo, favorece el control de aguas superficiales, reduce los deslizamientos de tierra y mitiga los daños por inundaciones.  Puede ayudar a sustituir desagües artificiales, tanques y plantas de tratamiento para la escorrentía de aguas pluviales. Estas últimas son capturadas por la infiltración del suelo alrededor de un árbol hasta en un 80% aproximadamente en zonas boscosas. Un 5% a 20% restante es capturado por la corteza del árbol y las hojas, o se evapora sobre su superficie. No ocurre así en áreas construidas no permeables. Un árbol que crece en unos 30 metros cúbicos de suelo permeable, puede contener la escorrentía de agua de lluvia de una tormenta de 2,5 cm. durante 24 horas, lo que equivale a 223 metros cuadrados de superficie impermeable. La capa de mantillo (hojas muertas) en la superficie del suelo también almacena agua, y protege el suelo de la erosión.

La vegetación de ribera en la ciudad, también es relevante por cuanto proporciona sombra que enfría la temperatura del agua de ríos, riachuelos y quebradas, favoreciendo la proliferación de especies. Al atenuar la velocidad del curso del agua, mitiga asimismo el efecto de inundaciones aguas abajo. El árbol también es útil para la descontaminación de aguas recicladas dirigidas a pozos subterráneos, al absorber muchos componentes como nutrientes para el propio árbol. Los árboles además pueden concentrar y eliminar la contaminación de aguas de escorrentía superficial en la ciudad, la cual puede contener materia contaminante como desechos orgánicos, sustancias patógenas y nocivas, además de otros químicos mencionados. Plantados alrededor de estacionamientos, en parques industriales, comerciales y en zonas residenciales de alta densidad, los árboles pueden asimismo aportar elementos atractivos de paisajismo y ser refugio de aves e insectos benéficos, favoreciendo la biodiversidad.  

La arborización de la ciudad también tiene efectos intangibles al mejorar la percepción de salud de sus habitantes, pero asimismo tiene efectos tangibles, especialmente en la disminución de enfermedades como asma, hipertensión, cáncer de piel, tensión nerviosa o estrés, gracias a sus propiedades contra la contaminación, en favor de la relajación mental, y por la sombra que proporcionan. Tienen probados efectos terapéuticos en condiciones psicológicas como desórdenes o déficits de atención, y ayudan a la concentración para el estudio, al proporcionar cobijo y calma en zonas educativas.  Los árboles pueden ser instrumentos de educación ambiental y general para la infancia, para la integración comunitaria, y para estimular el aporte social de la empresa privada en torno a su siembra y cuidado. Se ha comprobado que las zonas arboladas también reducen el crimen y las conductas antisociales en áreas urbanas, especialmente alrededor de zonas residenciales. Asimismo, aumentan la seguridad vial al servir como barreras laterales a las calles, y propician la reducción de la velocidad de los vehículos debido a la percepción de esta que los árboles, como elementos físicos, inducen en los conductores, y debido a que estimulan la calma al conducir. También elevan considerablemente el valor de las propiedades inmobiliarias, en la medida de la cercanía de los inmuebles a bosques, campos, parques y avenidas arboladas. Pueden reducir considerablemente la contaminación sónica, sobre todo los ejemplares ubicados cerca de los puntos de emisión, y a la vez propician sonidos apaciguadores como el canto de aves o el movimiento del follaje con el viento. Además, todo ello tiene impactos positivos en las finanzas de los gobiernos urbanos y nacionales al reducir costos energéticos, aumentar el valor la base tributaria inmobiliaria, mitigar desastres climatológicos y mejorar la salud pública. La Organización Mundial de la Salud adscrita a la Organización de Naciones Unidas, asegura que se necesita, al menos, un árbol por cada tres habitantes urbanos para respirar un mejor aire en las ciudades, y un mínimo de entre 10 y 15 metros cuadrados de zona verde per cápita.  Esto implica la elaboración de planes urbanos y proyectos, en los cuales el árbol sea un elemento fundamental del diseño, del equipamiento y de la infraestructura de la ciudad, y que resulte en una distribución equitativa, equilibrada espacialmente, del acceso de los residentes a las zonas arboladas.

También deben considerarse algunos efectos contraproducentes de un plan de arborización con errores en su implementación, por ejemplo, la siembra excesiva de especies productoras de partículas alergénicas, o de especies exóticas con alta demanda de irrigación, cuyas raíces pudiesen alterar las aguas subterráneas disponibles, o afectar con su presencia a otras especies vegetales y animales autóctonas. La densidad del follaje por concentración espacial de ejemplares en zonas de alta emisión de gases, como calles con alta circulación vehicular contaminante, pueden impedir la dispersión de esos gases siendo también eventualmente contraproducente. Sin embargo, el distanciamiento demasiado extenso entre ejemplares impide la generación de efectos de sombra y disminución de la temperatura, protección de los elementos como el viento entre árboles vecinos, y abrigo de especies animales beneficiosas, por lo que debe encontrarse un adecuado equilibrio entre concentración y distanciamiento. En todos los casos se recomienda que la siembra del árbol sea complementada con arbustos y herbáceas, que permita también enriquecer los pequeños ecosistemas en sus alrededores (FAO, 2020b)

La situación actual del arbolado urbano muestra algunos indicadores promisorios pero insuficientes. Cincuenta y dos países y territorios reportaron la existencia de árboles en espacios urbanos, con una superficie total de 20,3 millones de hectáreas en 2020. Más de dos tercios se encuentran en América del Norte y Central, en algunas áreas menores en Europa con 2,77 millones de hectáreas, y en Asia con 2,40 millones de hectáreas. Pero la disponibilidad de arborización depende en buena medida de la existencia de espacios verdes, y estos, del modelo de ciudad prevaleciente, de la morfología urbana y los patrones de desarrollo urbano, de las estrategias de expansión, densificación, o conurbación urbana, y de los elementos internos estructurantes tales como la trama vial, las normas de construcción y la estructura parcelaria, pudiendo estas admitir o no la arborización. Por ejemplo, ella es prácticamente imposible en la vialidad típicamente moderna y separada del parcelario o a desnivel. Sin embargo, la calle corredor tradicional y las avenidas propias de los modelos ajardinados de ciudad, que bien pueden ser combinados con altas densidades puntuales o ciudad compacta, son excelentes oportunidades para el plantado de árboles urbanos en espacios públicos, además los espacios privados como jardines y áreas de esparcimiento. Los parques públicos recreativos, los bosques urbanos y áreas de protección ambiental como cinturones verdes y parques nacionales adyacentes son también espacios de oportunidad para la arborización.

La plantación de árboles urbanos exige ciertas previsiones para salvaguardar la salud de los ejemplares. Por ejemplo, se ha estudiado que su crecimiento inicial en potes de siembra deforma sus raíces aprisionándolas, de modo que aún al trasplantarles a espacios de terreno con menos restricciones, esas deformaciones se mantienen, y limitan el crecimiento del árbol.  Otras limitaciones a la salud del árbol urbano son la concentración de ozono y otros químicos atmosféricos producidos entre otros por la contaminación automotora, la lluvia ácida, y la contaminación de suelos por materias químicas nocivas que deben ser erradicadas como ya se mencionó. Otras amenazas a la vegetación urbana son causadas directamente por el hombre: el vandalismo, la tala de ramas indiscriminada, el barrido de las hojas del árbol que afecta el ciclo biótico de absorción de sus nutrientes en el suelo, la exposición a luz artificial durante las horas nocturnas, que estimula la reproducción precoz y la pérdida de follaje temprano, minimizando sus efectos benéficos. Los árboles urbanos requieren de vigilancia sanitaria constante por el acecho de plagas. La selección de especies y la variedad genética juegan también un papel importante para la supervivencia del árbol urbano, ya que debe propiciarse el respeto a las condiciones y especies locales, así como la variedad genética y especies complementarias entre otros aspectos relacionados. Por otra parte, es también necesario considerar el acceso del árbol un área de tierra suficiente para su buen desarrollo, a nutrientes, a aguas subterráneas y superficiales, así como a drenajes adecuados en el caso de excesos de lluvia. La cobertura la superficie de los terrenos y vías con capas asfálticas y de concreto, impide la absorción del agua de lluvias, la salud del suelo y de la arborización.

Asimismo, se precisa su protección contra impactos y daños físicos, especialmente durante su crecimiento, a partir del uso de mobiliario urbano ad hoc, por ejemplo, rejas circundantes al tronco de ejemplares en crecimiento, y la elaboración de bases de datos de ejemplares existentes y espacios con y sin vegetación.

Es indispensable la existencia de centros de investigación y programas de educación especializados en el área biológica, que trabajen multidisciplinariamente con urbanistas, paisajistas y diseñadores urbanos, y con expertos en contaminación atmosférica, ingenieros sanitarios, y expertos en hidrología, entre otros especialistas, incorporando a comunidades, escuelas, gobierno local, agentes de administración pública y empresas privadas.

Deben tomarse muy en cuenta también estrategias para lograr la equidad espacial en la distribución de la arborización urbana. Los sectores residenciales planificados bajo modelos ajardinados son los que se han benefician mayormente de cierta cobertura, más no sucede así en zonas céntricas y núcleos de negocios, en zonas de residencia de alta densidad sin previsión de espacios verdes, y en barrios informales de menores ingresos de las familias residentes. El caso de las zonas residenciales informales o autoproducidas, donde el espacio abierto es casi inexistente, convierte a estas zonas pobres en las menos beneficiadas de la arborización urbana. La Organización Mundial de la Salud sugiere garantizar el acceso a los residentes urbanos a un espacio verde, localizado a menos de 15 minutos de traslado a pie desde la vivienda, lo que coincide con la visión de una ciudad con mixtura de usos del suelo, polinuclear y compacta que desde hace algunos años se viene promocionando como modelo de ciudad sostenible. Este modelo, de ser aplicado, debe extenderse a toda la ciudad, incluyendo especialmente las zonas más desprotegidas.

 

PARTE II. Grandes y pequeñas estrategias de preservación de bosques y arborización urbana.

Puede hablarse de grandes y pequeñas estrategias para la arborización del planeta. Las primeras pueden proyectarse a nivel de mega regiones planetarias y sistemas de ciudades a escala continental, mientras que otras se refieren más específicamente a la escala urbano – regional y a la escala intraurbana. No por ser de menor escala, las pequeñas estrategias de arborización son menos impactantes, beneficiosas o necesarias. Estas incluyen desde la armonización de espacios construidos y espacios naturales con plantación de árboles y otras especies vegetales, hasta el fortalecimiento de bosques urbanos e incluso del desarrollo de la agricultura urbana al interior del límite de la ciudad, en espacios abiertos residuales (UNDOCS, 2017).

En relación con la escala mundial, el Plan Estratégico de las Naciones Unidas para los Bosques 2017-2030 (ONU, 2017), proporciona un marco para las contribuciones relacionadas con los bosques, en la aplicación de la Agenda para el Desarrollo Sostenible 2030, en especial los objetivos 13 de acción por el clima y 15 sobre la vida de ecosistemas terrestres, del Acuerdo de París aprobado en virtud de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, del Convenio sobre la Diversidad Biológica, de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación en los Países Afectados por Sequía Grave o Desertificación, en particular en África. Asimismo, el objetivo 11 de la Agenda para el Desarrollo Sostenible 2030, sobre ciudades y comunidades sostenibles, enmarcaría las acciones por la arborización y proliferación de espacios verdes.

Los objetivos y las metas forestales mundiales tienen por propósito estimular y proporcionar un marco para las actividades institucionales, las contribuciones voluntarias y la mejora de la cooperación de los países y de los agentes no gubernamentales internacionales, regionales y subregionales. También proporcionan una referencia para aumentar la coherencia y la colaboración relativas a los bosques en el sistema de las Naciones Unidas y entre las organizaciones miembros de la Asociación de Colaboración en materia de Bosques, entre otras organizaciones. Además, el Plan Estratégico de las Naciones Unidas para los Bosques crea un Fondo Fiduciario del Foro de las Naciones Unidas sobre los Bosques, que desde 2001 financia actividades en apoyo de este Foro y de la Red Mundial para la Facilitación de la Financiación Forestal. Este se constituye con contribuciones voluntarias. La Red incluye la atención a los bosques y árboles urbanos, el ecoturismo y la agrosilvicultura (FAO, 2021).

El sistema internacional también administra la emisión de certificados de gestión forestal, verificada de manera independiente desde 1993, a empresas que se dediquen a la explotación de recursos forestales para la producción de distintos bienes de modo sostenible, y que así lo soliciten. La certificación otorga la autorización de etiquetar los productos, por ejemplo, los forestales, cuando son obtenidos bajo condiciones de trabajo adecuadas y sin daños a los ecosistemas o sin deforestación. La mayor parte de la superficie ya certificada se encuentra en Europa y América del Norte (PEFC, 2021);  (FSC, 2021).

Es importante destacar que el 73% de los bosques del mundo es de propiedad pública, pero el 22% es de propiedad privada, esta última en aumento. La propiedad del resto se clasifica como “desconocida” u “otra” (comprende principalmente bosques donde la propiedad está en disputa o en transición). Esto implica la necesidad de dar gran importancia a la negociación con el sector privado para el manejo de los recursos forestales.

Otra iniciativa específica y de gran trascendencia planetaria de la United Nations Convention to Combat Desertification de la Organización de Naciones Unidas es la siembra del “Gran Muro Verde”, una franja de casi 8 mil kilómetros de longitud y una amplitud de 15 kilómetros de vegetación a todo lo ancho del continente norteafricano, en las regiones de Sahara y Sahel, con 156 millones de hectáreas, desde el Océano Atlántico hasta el Mar Rojo (UNCCD 2016). Tiene por objetivo recuperar espacios naturales degradados en la región, pero su impacto alcanza el nivel planetario, particularmente en relación con el cambio climático, y es un aporte contra las hambrunas, las sequías, los conflictos y las migraciones forzadas, estimulando la permanencia y el empleo en la enorme zona directamente beneficiada. El proyecto no se ve afectado por el avance de la desertificación natural en la región, ya que se ha estudiado que este proceso se ha venido estabilizando naturalmente. Por el contrario la arborización favorece también el contrapeso al fenómeno y permite el aumento de la “agrobiodiversidad” que incluye variedad de animales polinizadores, insectos como las termitas, que ayudan en la infiltración y el aporte de nutrientes del suelo, microorganismos, anfibios y pequeños mamíferos roedores, especies locales de ganado, ovejas y cabras, aves migratorias, e incluso grandes especies amenazadas de extinción, como elefantes africanos, jirafas del oeste de África, el león africano, la pantera, y el antílope del desierto, entre otros (WALL, 2017); (GGW, 2021); (UNCCD, 2021); (UNCCD, 2016).

Respecto a esta iniciativa, en 2020 se reportaron ya logros diferenciados entre países, incorporados al proyecto desde 2008. Etiopía ha logrado plantar 5,5 millardos de plantas, Senegal ha plantado 18 millones de unidades, con 800 hectáreas de tierra restaurada, Nigeria ha alcanzado la plantación de 8 millones de árboles, Sudan presenta 2 mil hectáreas de tierra restauradas, Burkina Faso ha incorporado 16 millones de árboles con efectos positivos sobre unos 5 mil hogares. Mali ha desarrollado 135 mil árboles y plantas, Eritrea y Nigeria 129 millones y 146 millones de árboles plantados respectivamente En el año 2021 se reportaron ayudas financieras al proyecto de parte de países desarrollados y organismo internacionales, que alcanzan hasta de un 30% de lo requerido para lograr las metas establecidas para el año 2030, relativas a restaurar 50 millones de hectáreas de terreno y capturar 250 millones de toneladas de carbón de la atmósfera en el suelo. La “Conferencia de Jefes de Estado y Gobierno de la Agencia Pan-Africana” del citado Great Green Wall, y la Unión Africana, han asumido el compromiso de llevar el liderazgo local del proyecto.  

En el caso de la Amazonía, además del trabajo individual y limitado, no por ello menos importante, de organizaciones particulares ambientalistas, el Tratado de Cooperación Amazónica suscrito por Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela en 1995, como bloque socioambiental de América Latina, parece ser el único esfuerzo colectivo institucional significativo en la región respecto al tratamiento de los recursos naturales y la protección de uno de los bosques más importantes del planeta como es la selva Amazónica. Este es un tratado de cooperación Sur-Sur creado desde julio de 1978, que incluye diversos aspectos multilaterales centrados en el desarrollo sostenible, atendiendo particularmente la preservación del medio ambiente, la protección de poblaciones indígenas, y la utilización racional de los recursos naturales de la Amazonía (OTCA, 2021). Proviene de la creación en 1995 de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), organización que mantiene objetivos de protección ambiental centrados especialmente en el resguardo de los recursos hídricos de la cuenca amazónica, y particularmente del curso del río Amazonas en todo su recorrido, fomentando la investigación, la cooperación institucional y los sistemas de monitoreo. El Pacto de Leticia, es otro acuerdo firmado en 2019 entre los países amazónicos Bolivia, Colombia, Perú, Ecuador, Brasil, Surinam y Guyana, con ausencia de Venezuela, a pesar de haber sido uno de los países suscriptores en la creación del Tratado. Este Pacto ha presentado proyectos de rehabilitación de zonas deforestadas, sistemas de alerta temprana y búsqueda de mecanismos de financiamiento internacional para la educación ambiental de las poblaciones, la protección del Amazonas y de sus habitantes originarios, su fauna y flora, todo como estrategia mancomunada (NATGEO, 2019). Los esfuerzos parecen sin embargo atomizados, y no han logrado aún los avances deseados en la protección de vastas zonas amazónicas, particularmente las sujetas a explotación minera descontrolada. De hecho, este pacto fue renovado en la Tercera Cumbre realizada octubre de 2021 por los países firmantes, sin la presencia esta vez de un delegado de Bolivia, y nuevamente con la ausencia de una delegación oficial de Venezuela. En la reunión, se adelantó la constitución de un Fondo de Bioeconomía para la Amazonía, en el marco de la OTCA, Organización del Tratado de Cooperación Amazónica, cuyos resultados están por verse (ASA, 2021). Para las selvas de Indonesia, el problema exigiría el compromiso del gobierno de ese país para implantar una política de “cero deforestación”, permitiendo a las ONG’s la cartografía de las concesiones forestales del sector del aceite de palma y el sector papelero para su seguimiento, y promoviendo la responsabilidad empresarial en materia de medio ambiente. Según la organización Greenpeace (2021), la Unión Europea también debe además poner en marcha medidas contra la deforestación y la importación de materias primas (soja, carne, aceite de palma, madera o papel) que procedan de la actividad degradante de los bosques, y debe poner fin al financiamiento y consumo de agro carburantes basados en cultivos agrícolas, como el biodiesel. El Reglamento EUTR, que impide la entrada en Europa de productos forestales procedentes de la tala ilegal en Indonesia (GP, (2021).

En la escala urbana continental, e Inspirado en el Great Green Wall africano, el proyecto de un “Gran Muro Verde de Ciudades”, presentado ante la Cumbre de Acción Climática de las Organización de Naciones Unidas en 2019, se centra en producir 500 mil hectáreas de nuevos bosques urbanos y 300 mil hectáreas de bosques naturales en cerca de 90 ciudades desde África hasta Asia Central para el año 2030, que recogerían hasta 5 giga toneladas de CO2. La idea se extendería a las grandes metrópolis de Europa, en un corredor mediterráneo que incluiría a ciudades españolas, francesas, italianas y de otros países del área, integrándolas a la protección del ambiente. Podría extenderse a todas las ciudades del planeta, con patrocinio de la Organización de Naciones Unidas (BOERI, 2019); (FAO, 2019).

Estos grandes corredores de árboles se transformarían en ecosistemas estratégicos de las ciudades, e incluirían los subsistemas hidrográficos, los suelos de protección, el suelo vacante urbano, y las áreas de valor paisajístico y recreativo como áreas verdes y parques, dentro de la trama urbana y periurbana (BAXENDALE y Buzai, 2019).

El programa Trees Cities of the World (FAO, 2020b) es también una iniciativa internacional, promovida por la FAO y la Arbor Day Foundation de los Estados Unidos de América, para dar reconocimiento a las ciudades y pueblos, comprometidos en mantener y gestionar de manera sostenible sus bosques y árboles urbanos. El reconocimiento exige el compromiso escrito de una autoridad local o municipal de gobierno, o de alguna organización civil ciudadana para encargarse del cuido de los árboles. Los proyectos participantes deben contar con normas y prácticas adecuadas, así como presentar un plan de acción, un inventario de información sobre los especímenes y un presupuesto anual asignado. Debe además mantenerse un compromiso de celebrar anualmente los logros, reconocer a los colaboradores, y comprometer a la comunidad beneficiada. En Europa, la United Nations Economic Commission for Europe UNECE, asume desde 2019 la gestión y monitoreo de esta iniciativa, con el compromiso de plantar unos 11 millones de árboles y hacer su seguimiento y cuido, en las ciudades que se han unido al programa. También incluye objetivos de ordenación urbanística, como asegurar el acceso peatonal de los habitantes de la ciudad a las áreas arboladas o arborizadas. Como parte del “Urban Forest Plan” de la organización, se aspira a que la cobertura verde urbana alcance un 30% de la superficie de las ciudades (PNT, 2021). En 2020 un total de 59 ciudades han logrado la designación internacional del programa, en 23 países y unas 120 ciudades están comprometidas, 38 de ellas en EEUU, 15 en Canadá, 11 en UK, 10 en España, 10 en México, 7 en Italia, 5 en Australia, 3 en Brasil, y al menos 1 en Uganda, Eslovenia, Rusia, Suecia, Perú, Nueva Zelanda, Países Bajos, Irlanda, India, Ecuador, Costa Rica, Colombia, Chile, Bélgica y Argentina. El listado incluye tanto grandes metrópolis como ciudades intermedias (UNECE, 2021c)..

Adicionalmente a estos programas internacionales, algunas grandes capitales, ya han venido incluyendo la siembra de millones de árboles urbanos dentro de sus planes de ciudad. La ciudad de Londres, implementó la siembra de 10 mil unidades para la celebración de los Juegos Olímpicos en esa ciudad, en el año 2012. La Big Tree Campaign, también en el Reino Unido, se propuso en 2010 plantar 1 millón de árboles en todo el territorio en esa fecha. Londres muestra 16,13 metros cuadrados de parques por habitante y 11,69 metros cuadrados de bosques. (STATISTA, 2019). La ciudad de New York, ha planificado la plantación de 1 millón de árboles en diez años, para incrementar el bosque urbano en un 20% de la superficie de la ciudad (GBU, 2015). En Paris, la alcaldía ha propuesto la siembra de 170 mil árboles en los bosques adyacentes, a razón de un árbol cada metro cuadrado, bajo el método Miyawaki, es decir sin uso de fertilizantes químicos, con la meta de regenerar ecosistemas degradados en unas pocas décadas (DE MAISONCELLE, 2020).  La capital francesa, con unos 8 millones de habitantes, cuenta con 200 mil árboles en las vías públicas, y 300 mil en los bosques urbanos de Vincennes y Boulogne. Estos se encuentran bajo supervisión fitosanitaria de la Alcaldía de la ciudad, que posee una “tarjeta de identificación” para cada ejemplar, volcada en sistemas geográficos de control (GIS). También autoriza a los particulares a la siembra de especímenes sin límites en jardines privados. Uno de sus objetivos es el rescate de abejas y sus panales.  La ciudad de Chicago anunció un plan para plantar cerca de 4.500 nuevos árboles en 2019. Hyderabaden en la India, ha obtenido en 2020 el reconocimiento del programa Trees in Cities. Bogotá contabiliza un árbol por cada siete habitantes, y Río de Janeiro contiene el mayor parque urbano del planeta con 3.953 hectáreas, el Parque Nacional de Tijuca, que desde 2019, es objeto de un plan de la red REFAUNA y la Universidad Federal (UFRJ) para la repoblación de especies nativas como agutíes o picures, monos aulladores o araguatos, guacamayos, y tortugas, propios de las selvas tropicales (PNT, 2021).

Otras iniciativas importantes tienen que ver con el rescate de cursos de agua dentro del trazado urbano que favorecen la arborización y el rescate de ecosistemas. Cheonggyecheon (청계천) por ejemplo, es un río que recorre 5,8 kilómetros del centro de Seúl, capital de Corea del Sur. Este, estuvo por años gravemente contaminado y propenso a las inundaciones, cubierto con hormigón con una autopista aérea de 16 metros de ancho en los años 50 a 70, pero pasó de esta situación a ser un área rescatada ecológicamente con aguas limpias en pocos años, gracias al programa de gobierno que llevó a cabo la intervención. Desde 2003 es un punto de atracción recreativa y paisajística arborizado, así como de integración socio espacial urbana entre el norte y el sur de la ciudad, propiciando a su vez el desarrollo económico gracias a la recuperación ambiental alcanzada. Finalizado el proyecto, Seúl ha experimentado un crecimiento en la biodiversidad del 639% en el área, una reducción del efecto de isla de calor entre 3,3°C y 5,9°C, una disminución de un 35% en la contaminación, todo esto unido a un incremento en el uso de transporte público en un 15,1% respecto a los buses, y de 3,3% para el sistema metro, generando un aumento del valor inmobiliario local de entre el 30% y el 50%. (LA NETWORK, 2021); (PARK Kil-Dong, 2007)

En los últimos decenios, algunos gobiernos han emprendido también iniciativas para reconocer y proteger a los árboles como elementos patrimoniales, a veces denominados monumentales, históricos o singulares. Son aquellos árboles con un valor único por su edad, su singularidad, su gran tamaño, su belleza o por su valor cultural, histórico, botánico o ecológico (FAO, 2020b). Los individuos más viejos de una especie arbórea representan un importante acervo génico y también son un registro vivo de los cambios climáticos que se han producido en cientos de miles de años. Algunos registros de árboles patrimoniales se confeccionan de forma participativa y son gestionados por ONG’s, como el s Trees National Register de los EE.UU., el Tree Register del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte e Irlanda y el Register of Significant Trees de Australia. Algunos árboles patrimoniales están protegidos por la ley nacional, estatal, municipal o de distrito (EE.UU./ICOMOS, 2019). Por ejemplo, en Singapur, la elección de árboles patrimoniales para su protección se lleva a cabo por ley, en el marco del Plan de árboles patrimoniales adoptado en 2001, que forma parte de una iniciativa nacional para conservar árboles, aunque no se encuentren en zonas protegidas, sino en cualquier lugar del medio rural o urbano. En muchas ciudades de los EE.UU., existen ordenanzas sobre árboles patrimoniales que impiden la eliminación de determinados ejemplares. En Italia, en virtud de una ley nacional, se estableció en 2014 una lista de árboles monumentales que comprendía ejemplares individuales y en grupos tanto en el medio agrosilvopastoril como el urbano, “monumentos verdes” debido a su tamaño, su edad, su morfología, su singularidad, la provisión de hábitat para especies animales y su valor histórico, cultural y religioso. Según establece la ley italiana, las regiones, provincias autónomas y municipios son los encargados de la recopilación de información, coordinada por el Ministerio de Políticas Agrícolas, Alimentarias y Forestales del país.

La mortalidad de los árboles urbanos plantados es también un reto a resolver. Se estima que, para mantener 2 millones de árboles en una ciudad, es necesario plantar un millón de árboles cada 10 años, y que su vida es en promedio de 7 a 13 años, lo cual depende de las medidas que se tomen al respecto. (ROMAN, Lara A., 2014). En el caso de los árboles suburbanos, su existencia puede extenderse hasta 32 años. Entre las medidas que favorecen la salud del arbolado urbano, así como el drenaje y en general los ecosistemas, se incluye evitar y eliminar la mayor cantidad de pavimento posible, para favorecer la absorción de aguas superficiales necesarias a la vegetación, ayudando al control de temperaturas ambiente y minimizando inundaciones.

Una estrategia beneficiosa de arborización urbana debe  privilegiar el plantado de especies de grandes árboles de muy larga vida y bajo mantenimiento, favorecer la cobertura y generación de sombra con árboles en espacios descampados, por ejemplo estacionamientos, evitar la iluminación innecesaria en zonas arboladas y la contaminación atmosférica, favorecer la variedad de especies dentro de las que son locales o endémicas, promover la regeneración del suelo dejando permanecer la capa de hojas, ramas caídas e incluso ejemplares muertos que restauran el humus, evitando la recolección, sobre todo con instrumentos tales como rastrillos que destruyen la capa vegetal superficial en formación. Regular el uso excesivo de zonas arboladas como espacios de recreación.

Otras estrategias asociadas a la arborización incluyen la creación de cuencas de “bioretención”, “jardines de lluvia” y los “bioswale”. Se trata de espacios urbanos en áreas ajardinadas o descampadas, como por ejemplo los estacionamientos de vehículos, ayudando al ahorro en obras de drenaje construida como zanjas de drenajes naturales sostenibles, sembrados con árboles, sobre todo de raíces profundas, plantas y arbustos locales que pueden concentrar y eliminar la contaminación de aguas de escorrentía superficial en la ciudad con materia contaminante como desechos orgánicos, sustancias patógenas y nocivas, en parques industriales, comerciales y residencias de alta densidad (BONELLS, 2020). También son alternativas de vegetación urbana los techos y fachadas verdes de edificios, que ayudan a la absorción de aguas pluviales, sobre todo en caso de tormentas, evitando la saturación de los sistemas de drenajes, y mejoran el refrescamiento de las edificaciones por evapotranspiración, generando ahorros de hasta 80% en climatización (DE MAISONCELLE, 2020).

Las estrategias de arborización de ciudades también pueden incluir la agricultura urbana y periurbana, la cual tiene objetivos centrados en la superación de la pobreza y la inseguridad alimentaria, tal y como lo promueve la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO activamente desde 1999, pero este uso puede asimismo contribuir a la recuperación del medio ambiente en general al regenerar espacios desertificados (FAO, 2014). En América Latina y el Caribe, la agricultura urbana ha venido siendo reconocida en las políticas públicas y en las estrategias de desarrollo urbano, como mecanismo de supervivencia familiar, pero ha sido ejecutado en una escala muy limitada. Pretende mejorar la calidad de vida de los habitantes con huertos familiares y escolares, que incluso generen excedentes para la comercialización de las cosechas. La agricultura urbana y periurbana incluye la producción de cereales, hortalizas y tubérculos, árboles frutales, y hierbas medicinales, pero sufre naturalmente la presión de la urbanización, por lo que debe ser conciliada con las políticas de densificación y expansión de la ciudad (ONU-Habitat, 2014).

Todos los programas requieren de la formación del personal a cargo y fuentes novedosas de financiamiento de las áreas verdes.  Deben preverse programas de capacitación en ciencias biológicas tanto del personal público administrativo como de las comunidades y empresas involucradas en diferentes esquemas de administración de áreas verdes de la ciudad, intercambio entre diferentes instancias e instituciones, sobre todo las de escala local o municipal y constante actualización de conocimientos y concientización de la población. (SORENSEN et al.,1998).

 

PARTE III. El caso de Venezuela y la ciudad de Caracas.

Venezuela tiene actualmente una población total estimada en 28.435.943 habitantes, y su capital, el Área Metropolitana de Caracas, municipios Chacao, Baruta, El Hatillo, Libertador y Sucre, reúne unos 3.360.221 de habitantes, con un alrededor de 40% de población residenciada en zonas informales o barrios autoproducidos de menores ingresos familiares en condiciones de sub equipamiento urbano. El Área Metropolitana ampliada con su cinturón de “ciudades satélite”: Guarenas-Guatire, Altos Mirandinos y Valles del Tuy, reúne aproximadamente un total de 5.534.693 habitantes según proyecciones del Instituto Nacional de Estadísticas, basados en el Censo de Población del año 2011 y cálculos propios.

Según investigaciones recientes, en Venezuela el incremento de gases de efecto invernadero, tendrá como consecuencia el aumento entre 0,3°C y 3,5°C de la temperatura ambiental media para mediados de siglo (2060), hasta alcanzar una media anual de 32,5°C el año 2090, lo que representa un aumento de 5°C respecto a la media actual, de 27,5 °C ante la falta de acciones correctivas. También provocará menor precipitación, con algunas diferencias regionales importantes. En el sur del país, el efecto de sequía sería más acentuado, mientras que en los Andes y región centro–norte, áreas con mayor población urbana, los modelos arrojan mayor incertidumbre, lo que requiere la planificación de estrategias que determinen el riesgo atenúen estos efectos. DE LISIO (2011).

En 2010 la emisión mundial de gases contaminantes con efecto invernadero fue de 49,5 Gt de CO2eq (IPCC 2014). En Venezuela la emisión total es de 243.380 Gg CO2eq, es decir un 0,4916%. Sin embargo, la media per cápita local es de 7,14 Mg CO2eq, superior a la global de 8,44 Mg de CO2eq por persona. Casi la mitad de la emisión global del año 2010, fue debida al sector Energía Eléctrica y Calor (especialmente emisiones fugitivas, filtraciones o pérdidas de gas natural o gas asociado en sistemas de procesamiento de petróleo y gas natural, que incluyen CO2 y CH4 o gas metano), y al sector Agricultura, Silvicultura y Otros Usos de la Tierra (este incluye la deforestación y la degradación forestal, la conversión neta de bosques, incendios de turbas y drenaje, aunque es de los menos estudiados en detalle (TUBIELLO, 2014); (MINEC, 2017a). El sector Agricultura, Silvicultura y Otros Usos de la Tierra, que incluye la existencia de bosques, pasó de ser un sumidero neto de CO2 con una absorción neta de 29.725 Gg CO2, a ser fuente de emisiones con un neto de 6.664 Gg de CO2eq en 2010. Para el monóxido de carbono (CO), el sector de Energía fue ligeramente superado por los gases provenientes de la quema de biomasa durante incendios forestales, quema de sabanas y quema de tierras agrícolas.

Entre las consecuencias más importantes se prevé una disminución del rendimiento agrícola, particularmente para la región conformada por los estados agro productores de Portuguesa, Barinas y Apure al suroeste, especialmente para los períodos 2046-2075 y 2076-2099; para la caña de azúcar la merma se estima hasta en un 70,30%, para la caraota 55,30%, el maíz 49,10%, el arroz 31,1%, el banano y el mango 45,70% y 53,8%, 40,50% para el girasol y un 44,30% para la palma africana. El pasto y el sorgo para la alimentación animal, en el escenario más pesimista del período 2076-2099, reducen sus rendimientos en 33% y 46,1% respectivamente.

El incremento del nivel y de la temperatura de la superficie del mar tendrá también un impacto directo en las zonas costeras del país, con una población aproximada de 4.401.486 de habitantes y con 14 ciudades con más de 50.000 habitantes. El incremento del nivel medio del mar, se proyecta, según modelos numéricos globales, entre 50 centímetros y un metro de altura. Asociado a este incremento, se espera erosión en las playas arenosas y disminución de la diversidad biológica de los ecosistemas costeros, aumento en la intensidad y frecuencia de eventos meteorológicos extremos, en el escenario de un incremento del nivel del mar sea de 0,517 metros para el año 2090, con una estimación de la pérdida de superficie de costa de 15.734 kilómetros cuadrados de los cuales 10.803 kilómetros cuadrados corresponden al estado Delta Amacuro, incluida su capital Tucupita.

Para terrenos bajos, cercanos a la costa, se prevén anegamientos permanentes de tramos bajos con subsidencia de la orilla oriental del lago de Maracaibo, Lagunillas, la Guajira venezolana, costas de Falcón, Carabobo, Aragua, Vargas, Miranda, Anzoátegui y Sucre. Además, se prevé la pérdida de humedales y comunidades de mangle, ecosistemas de arrecifes de coral por la elevación de las temperaturas en la superficie del mar, e intrusión de la cuña salina en acuíferos costaneros poco profundos, entre otros efectos. También se estima cambios en la estacionalidad de enfermedades infecciosas transmitidas por vectores, como la malaria en los estados Sucre (traslado a Araya) y Bolívar, el dengue en el estado Mérida, la salmonelosis, se presentan como focos significativos de la endemia donde se podría hablar de una traslación del núcleo principal de la malaria, hacia los municipios Heres, Caroní y norte del municipio Piar de este último estado y el dengue en el estado Mérida (MINEC, 2017a). La disminución general de la lluvia en los Llanos Occidentales, indica que se pasaría de 1.700 mm anuales a unos 1.450 mm anuales de pluviosidad, con efecto sobre la Cuenca del Río Caroní, de 95.000 kilómetros cuadrados, hasta la desembocadura del río Orinoco, y con impacto en el embalse Guri y su central hidroeléctrica, la mayor productora de energía del país (MINEC, 2017a). Venezuela es considerada uno de los países “megadiversos” del mundo y cuenta con 44 parques nacionales y 36 monumentos naturales de casi dos millones de hectáreas que forman parte del Sistema de Áreas Bajo Régimen de Administración Especial ABRAE. La superficie para la producción forestal es de 163.172,02 kilómetros cuadrados, distribuida en 15 Reservas Forestales (128.435,00 kilómetros cuadrados) y 43 Áreas Boscosas Bajo Protección (34.737,02 kilómetros cuadrados). Las plantaciones forestales con fines comerciales han sido desarrolladas principalmente por el sector público con una participación del 72,7%. Para el año 2013, la superficie forestal plantada alcanzó 557.000 hectáreas. Esto incluye el bosque de Uverito al oeste del país, con 600.000 hectáreas de pino caribe considerado desde los años 60 el bosque artificial más grande del mundo. Más del 50% del país está cubierto en bosques naturales tropicales biodiversos, de hasta bosques 40-50 metros o más de altura, aunque esta cobertura se concentra de forma continua principalmente al sur del río Orinoco, el tercero más caudaloso del mundo, formando parte de la gran selva Amazónica. Los bosques albergan especies amenazadas como el jaguar y el oso hormiguero gigante, los tepuyes o montañas peculiares que en el idioma indígena pemón significa morada de los dioses, y la cascada más alta del mundo, el Salto Ángel o Kerepakupai Vená, con 979 m de altura en Canaima.

Desde 2019 el gobierno nacional, y la Food and Agriculture Organization of the United Nations, (FAO), han firmado tres cartas compromiso para promover la producción de 2.200.000 de árboles de reforestación, particularmente dentro del Proyecto Forestal Imataca al sur del Orinoco, incluyendo un 30% de árboles frutales para la subsistencia de comunidades indígenas Kariña residentes, a quienes se concedieron 7.000 hectáreas de la esta reserva de biodiversidad (FAO, 2021b). Otra política a destacar en relación con la conservación medioambiental en el país es la denominada “Misión Árbol”. Desde el año 2006 fue concebida por el Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales Renovables, con el fin de “recuperar los bosques del territorio nacional destruidos por el hombre […], la protección y mantenimiento del equilibrio ecológico del ambiente […], a través de la producción de plantas, material vegetal y el desarrollo de alternativas socio productivas para la producción y el consumo”, y la “recolección de semillas en lugares cercanos donde se van a plantar los árboles, cuido y seguimiento del crecimiento”. También se ha propuesto el rescate de “especies venezolanas en peligro de extinción, como el Nogal de Caracas, Samán, Ceiba, y las de alimentos como pasapasa cebra y vaquita, frijol cuarentón, tapiramo”, con una meta anual de 5 millones de árboles para 2019, así como “la construcción de 12 sistemas de producción agroforestales, sostenibles, en los cuales podrán realizar la producción de árboles a gran escala, de insumos para la producción de otros sistemas más pequeños (antes viveros), resguardo de semillas y centros integrales de formación agroecológica”, vinculando a ello “escuelas (brigadas escolares), liceos, universidades, lugares que dispongan los consejos comunales y las familias organizadas, las gobernaciones y alcaldías”, para lograr producir 51 millones 593 mil plantas anuales en 2019, según lo declarado por el nuevo Ministerio de Ecosocialismo (MINEC, 2016). No se trata de un programa de arborización urbana, pero tiene aportes positivos en su propuesta. No se obtuvieron datos sobre la ejecución de estas políticas.

El gobierno nacional también ha desarrollado programas puntuales, con apoyo comunitario, de reforestación de cuencas de algunos ríos del país, a partir del Plan Nacional de Reforestación 2017, a cargo del Ministerio del Poder Popular para Ecosocialismo MINEC. Se han ejecutado acciones favorables, pero como puede verse, bastante limitadas y dispersas en alcance y espacio, por ejemplo, plantación de 1.320 árboles en la cuenca baja del río Carapo en Táchira en 2020 (MINEC, 2020), 32.000 árboles en la margen del río Pao, estado Cojedes en 2018 MINEC (2018), 1.000 árboles en Loma de la Mora, estado Mérida en 2017 (MINEC, 2017c), 935 plantas en el sector Trapiche, municipio Zamora del Estado Aragua en 2017 (MINEC, 2017d).

Aunque las cifras anteriores son plausibles, y en el país registró una disminución del ritmo de deforestación de 288.000 hectáreas por año o tasa anual de deforestación de 0,57% durante el período 1990-2000, a 164.600 hectáreas por año, equivalente a una tasa anual de 0,33% en 2010. (MARTINEZ, 2019); (MPPRE, 2019)., en cifras absolutas se constata una disminución de las áreas boscosas cada año, mayormente por cambio de uso de la tierra. Venezuela ocupa el quinto puesto en el ranking mundial por el número de especies que alberga en su territorio, detrás de Brasil (8.847 especies), Colombia (5.868 especies), Indonesia (5.716 especies) y Malasia (5.422 especies). Lamentablemente, al menos 13% de las especies arbóreas, 614 especies de 4.812 árboles nativos estudiados, están amenazados de extinción, según el Informe 2021 de la organización internacional Botanic Gardens Conservation International y el Global Tree Assessment (PROVITA, 2021). La ONG Provita, señala los árboles Asterogyne yaracuyense, Blakea steyermarkii y Clerodendrum margaritense entre las 614 especies venezolanas amenazadas (BGC, 2021).   Las importantes designaciones de territorio como Áreas Bajo Régimen de Administración Especial ABRAE y Parques Nacionales en Venezuela, no alcanzan a frenar las prácticas de expansión indiscriminada de áreas agrícolas, tala y minería, especialmente en la Amazonía. El uso el minero, muestra un aumento de más del 20% de superficie entre el 2015 y 2020 en el país, (MARTIZ y Sánchez, 2018), pasando de 45.822,06 hectáreas a 55.092,87 hectáreas de ocupación, concentradas en el Amazonas venezolano (MBA, 2021).


Devastación y contaminación del bosque amazónico.
Arco Minero. Venezuela.
La minería descontrolada, se ha extendido desde el área designada como Arco Minero de Guayana, al norte de los estados Bolívar y Amazonas y al sur del río Orinoco, hasta los Parques Nacionales Canaima en la Gran Sabana, Caura, Serranía de La Neblina y Yapacana en el Alto Orinoco, donde la explotación de oro, hierro, bauxita, coltán, diamante, manganeso y granito, minerales y piedras preciosas arrasa con áreas vitales de la selva. (GONZÁLEZ et al., 2015); (MINEC, 2017a); (G.O., 2015).

La explotación del Arco Minero es una política central del Estado venezolano desde 2015, con base legal en la Ley de Minas del año 2001, Gaceta Oficial No. 37.155 del 9 de marzo de 2001. El Plan, en el cual el ejecutivo nacional proyectó una producción de unas 100 toneladas de oro al año para 2016, pone por ejemplo bajo responsabilidad del Ejecutivo Nacional la certificación de reservas de oro en minas, la evaluación técnica y la definición de los mecanismos para la venta del oro al sector transformador. En febrero de 2016, Gaceta Oficial del 24 de febrero del 2016 el Decreto No. 2.248, No. 40.855, el Gobierno nacional creó la Zona de Desarrollo Estratégico Nacional denominada más específicamente “Arco Minero del Orinoco”, de 111.800 kilómetros cuadrados en la selva tropical, para la explotación de minerales mediante empresas mixtas en asociación del Estado con empresas venezolanas y extranjeras: Canadá, Turquía y otros países. (SOSOrinoco, 2021). En esta porción de la Amazonía venezolana, las coberturas que sufrieron pérdida neta de área (decrecimiento reportado) entre 2000 y 2020 fueron los bosques y la vegetación herbácea o de sabana que se redujo en 520.900 hectáreas, es decir un 7,6% en el período. Actualmente la minería se desarrolla además artesanal e informalmente en su mayoría, por parte de unos 40.000 mineros dispersos. Del oro producido en los primeros meses del 2018, unas de 10 toneladas ingresaron al Banco Central de Venezuela, lo que representaría un 30% de la producción total, así como 2.000 quilates de diamante, (PDVSA, 2016), y fuentes no oficiales coinciden en que entre 70% y 90% del oro que se explota es sacado del país en operaciones ilegales (TV, 2018). Se denuncian además disputas entre bandas armadas en el área, que explotan los recursos con uso de mercurio sin control. Este va a dar al río Orinoco hasta desembocar al océano Atlántico, comprometiendo las poblaciones de peces y comunidades, y despojando de árboles y de la capa superficial del suelo a los sitios de explotación, con consecuencias sociales nefastas sobre sobre las etnias indígenas en la zona. Todo ha generado la declaración de las extracciones en la Amazonía venezolana como “oro de sangre” en abril del año 2020 por parte de la Asamblea Nacional o Congreso de Diputados nacionales, electa en el año 2015. (AN, 2020); (GFW, 2021); (PRODAVINCI, 2020).

La Reserva Forestal Selva El Dorado o Imataca, y el Parque Nacional Canaima han sido también muy afectados por la minería. La Reserva Imataca fue creada en 1961, y abarca 3.821.958 hectáreas que forma un conjunto con el Macizo Guayanés en el Amazonas venezolano. Esta Reserva contiene parte de la cuenca del río Cuyuni, y es una de las formaciones geológicas más antiguas sobre el planeta, con 582 especies de aves registradas y al menos 6 especies animales consideradas en la categoría de mayor riesgo de extinción, como el águila harpía, siendo también asiento de diversas comunidades indígenas de las etnias Pemón, Kariña, Warao, Arawak y Akawaio. (SOSOrinoco, 2020). Allí se encuentran reservas de 10.2 millones de onzas de oro y 1.4 mil millones de libras de cobre, y también ha sido objeto de actividades de extracción especialmente a partir del Proyecto Estatal Las Brisas – Las Cristinas en el Arco Minero del Orinoco en el Cuyuni desde 2016. La contaminación con mercurio y cianuro del Cuyuní puede llegar a ser tan alta que hay comunidades indígenas locales que no toman agua del río y se ven obligados a abrir pozos para subsistir.

Adicionalmente, en más de 1.000 hectáreas del Parque Nacional Canaima, también se explota oro con consecuencias altamente negativas. Este parque fue declarado de Valor Excepcional Universal por la United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization UNESCO de la Organización de Naciones Unidas en el año 1994, por su belleza escénica, reserva biológica, y como fuente de información sobre la historia geológica del planeta y la evolución de especies. Desde 1962 se declaró Parque Nacional  para proteger las nacientes del margen derecho río Caroní, principal alimentador de las obras de la represa del Guri, o Central Hidroeléctrica "Simón Bolívar", la quinta represa más grande del mundo.

Allí se ha comprobado la existencia de sitios de actividad minera mediante imágenes satelitales, con un área de afectación estimada en al menos 501 hectáreas para 2018, sólo contando el terreno removido en tierra firme sin considerar el impacto de las balsas mineras. Esto representa apenas un 0,018% de la superficie del parque, pero la destrucción de los suelos y las comunidades vegetales impactan porciones significativas del ecosistema, arrojando grandes cantidades de sedimentos a los ríos y a la red de drenaje en general (SOSOrinoco, 2018).

Según expertos, el 5% de la superficie de los parques nacionales, representa 971.400 hectáreas de tierra. Recuperar y reforestar estas tierras en 20 o 30 años generaría resultados positivos desde el punto de vista climático, así como en la creación de empleos (MARTÍNEZ, 2019).“ https://construyenpais.com/la-reforestacion-debe-considerarse-como-un-proyecto-nacional-estrategico/ Bosques maderables para la construcción de viviendas y mobiliario, con fines de explotación agrícola (café, cacao y frutas comestibles tropicales con posibilidades de exportación), detendría el proceso de desertificación (montañas, bosques secos, bosques lluviosos, páramos, sabanas, etc.), los bosques para la producción de biocombustibles energéticos y permitiría la recuperación de áreas desforestadas por la explotación minera en Guayana y Amazonas.  Volviendo a la escala urbana, en el caso específico de la ciudad capital de Caracas, la situación de la arborización actual y el resguardo de sus zonas protectoras y parques nacionales también es relativamente incierta, ya que faltan datos cualitativos y cuantitativos consistentes y exhaustivos, y por el contrario, persisten las denuncias sobre tala indiscriminada por parte de alcaldías municipales y residentes insensibilizados respecto al tema, con la excepción de algunos movimientos ecológicos de organizaciones vecinales muy puntuales, por ejemplo el caso de la organización “Arboles para San Pedro” (ASP, 2021) Instituciones de gobierno local y nacional, reportan talas y podas, no necesariamente profilácticas, como programas permanentes, llevados a cabo sin criterios de conservación. En las áreas arboladas de la ciudad, de acuerdo con el reciente conteo de la organización “Ciudad Laboratorio” (CL, 2021) más de 300 árboles han desaparecido en cuatro de los cinco municipios del Área Metropolitana, sólo en 2021, tanto por efecto de injustificadas talas programadas por parte de instituciones, como la tala informal para el uso residencial de la madera como combustible para cocinar, dada la crisis de suministro de gas y energía eléctrica que se ha agravado en los últimos años en los hogares del país, especialmente los de menores ingresos. A esto hay que agregar una débil cultura de conservación del arbolado por parte de los ciudadanos, que llevan a cabo también talas indiscriminadas por diferentes motivos infundados, sin consideración al aporte ambiental de los ejemplares. Acciones aleatorias de la administración pública, ignoran también criterios de arborización y sustentabilidad. Por ejemplo, recientemente se han talado indiscriminadamente árboles en las obras de ampliación de las autopistas de la ciudad, con el aval del Ministerio a cargo de los temas ecológicos en el país, unas 700 caobas en total en 2015. Ahora se siembran algunas palmas datileras a lo largo de las vías expresas, especie exótica, colocada aparentemente por criterios decorativos, ignorando criterios ecológicos. La organización Observatorio de Ecología Política de Venezuela (OEP, 2021) denuncia talas y de podas inadecuadas, promovidas por las alcaldías de los municipios Baruta, Chacao y El Hatillo. Estas prácticas se han venido intensificando en los últimos meses también en el municipio Libertador y el municipio Sucre (OEP, 2021)

Otros observadores e investigadores, aseguran que autoridades y vecinos arrasan indiscriminadamente con los árboles de Caracas. El director de Sustentabilidad de la Universidad Católica Andrés Bello UCAB, cita el Estudio de Caracterización de los Espacios Públicos del Banco de Desarrollo de América Latina, según el cual en 2018 “se había eliminado de Caracas 1.076 árboles en 100 vías”, y quedaban 7.066 de los 16.000 necesarios para alcanzar índices mínimos internacionales en 2021 (YONEKURA, 2021). https://www.cinco8.com/periodismo/la-ciudad-venezolana-pierde-uno-de-sus-tesoros-sus-arboles/  

Por otra parte, los parques urbanos de Caracas y de su cinturón verde sufren amenazas de expansión urbana y deforestación, y carecen del tratamiento adecuado para su conservación. La expansión urbana horizontal se conjuga con la insuficiencia de nuevos desarrollos urbanísticos y residenciales públicos o privados dentro o fuera de la ciudad, asociada a la crisis política y económica del país, que ha pasado de un PIB per cápita de 10.568 dólares en 2015 a 2.724 dólares en 2019, en descenso, según reporte del SELA (2019), con una reducción acumulada del PIB real de 74%, en el período 2014-2020, y una pobreza de ingresos del 94,5% de la población en 2021 (ENCOVI, 2021).  Esto ha impulsado recientemente la ocupación de bordes de parques urbanos tanto por residentes de altos como de bajos ingresos de manera informal, es decir sin las previsiones urbanísticas necesarias, pero sobre todo ocupando zonas protectoras y parques de la capital. Este es el caso de la expansión sobre la zona protectora al sur del Municipio El Hatillo, la invasión paulatina al noroeste en el Parque El Ávila o Waraira Repano, y otros de menor escala, pero con consecuencias nefastas sobre corredores ecológicos al interior de la ciudad (TORRES, 2020)

Otro motivo de escasez de arbolado en la metrópoli, está asociado a la morfología urbana y la evolución histórica de los patrones urbanísticos de desarrollo, más que a acciones de omisión o de tala discriminada. Típicamente las ciudades latinoamericanas como Caracas, fueron planificadas como ciudades de conquista durante los siglos XVI y XVII, en torno a una retícula ortogonal con calles estrechas, no arboladas, pero con patios de árboles frondosos al interior de las casonas o solares de las cuadras residenciales.

Esos patios arbolados han desaparecido con la modernización y las construcciones de nuevos edificios de gran altura que ocupan la casi totalidad de las parcelas, eliminando los antiguos patios arbolados, y dejando a las zonas históricas especialmente desprovistas de vegetación, con excepción de las tradicionales plazas centrales del mercado, ahora convertidas en plazas de recreación o sitios históricos, en algunos casos arboladas. En las antiguas urbanizaciones residenciales ajardinadas por influencia del modelo de Ciudad Jardín de E. Howard desde principios del siglo XX, las cercanas a los núcleos y ejes centrales de negocios también han perdido los árboles y arbustos de los retiros y patios de las residencias unifamiliares, sustituidos por edificaciones empleadoras de alta densidad de construcción. Los desarrollos residenciales de vivienda de interés social construidos bajo la influencia del racionalismo arquitectónico, a pesar de contemplar grandes espacios liberados como zonas verdes, estos fueron paulatinamente siendo ocupados por nuevos “superbloques” u ocupados por residencias de barrios informales que también afectaron la existencia de vegetación, ya que estos últimos, por la misma razón de necesidad y escasez de suelo, ocupan la casi totalidad de los terrenos con estructuras construidas.

La legislación local y nacional, los planes urbanos, tiene consideraciones importantes para la conservación ambiental, pero estas son sin embargo insuficientes y casi inexistentes en relación con el arbolado y los bosques urbanos, sobre todo en el ámbito de los gobiernos municipales. Hoy en día, la Ley Orgánica de Ordenación Urbanística (1987) , obliga la inclusión de la “delimitación de espacios libres y áreas verdes destinadas a parques y jardines públicos, a zonas recreacionales y de expansión (Art. 34) en los Planes de Ordenación Urbanística (POU) de escala urbana y competencia del gobierno nacional, y a la “La determinación de los aspectos ambientales, tales como la definición del sistema de zonas verdes y espacios libres de protección y conservación ambiental y la definición de los parámetros de calidad ambiental (Art. 24) en los Planes de Desarrollo Urbano Local (PDUL) a cargo de las municipalidades y de escala urbana e intra metropolitana. La misma ley indica que “las zonas de parques y recreación no podrán ser destinadas a ningún otro uso” y que en todo caso “las áreas verdes de protección podrán servir para la prestación de determinados servicios o vías conforme lo establezca el Reglamento” (Art. 69), dando cabida a usos distintos a los forestales en el caso de estas zonas de vocación ambiental.

También permite la celebración de “convenios con las Asociaciones de Vecinos para que éstas asuman la realización de actividades tales como el acondicionamiento y conservación de parques públicos y zonas verdes” (Art.108), fomentando así cierto grado de participación voluntaria en el tema. Sin embargo, no hay consideraciones orientadas específicamente al tema de la arborización urbana y otras alternativas relacionadas con los requisitos ambientalistas y las ventajas de este tipo de políticas. Las Ordenanzas Municipales, escasamente tocan el tema del arbolado con criterios de sostenibilidad ambiental y protección, y se concentran en normas sobre procedimientos de plantación, trasplante, poda y tala simplistas, como es el caso del Municipio Libertador, Caracas (Gaceta Municipal del Distrito Federal del jueves 24 de noviembre de 1994, N° Extra 1490-A-1). La Gaceta atribuye estas tareas a propietarios de terrenos privados y a la alcaldía en terrenos públicos. Da indicaciones técnicas sobre estrategias de poda, trasplante y tala, justificados por estudios técnicos. Prohíbe la tala de árboles históricos, árboles en áreas de protección, árboles en vías de extinción, o cuando se trate de árboles sanos especialmente de más de 8 metros de altura, que no representen peligro para las comunidades, bajo penalidad de sanciones administrativas.  

Otras Ordenanzas municipales sobre el tema amplían la regulación del tratamiento de árboles urbanos recomendando especies según los espacios públicos que ocupan y estableciendo programas de educación ambiental, y sanciones pecuniarias por la violación de normas de poda, tala o trasplante (CMMI, 2002), pero en ningún caso se asocian a planes generales sobre el tema ambiental ni establecen índices de dotación. Tampoco en la mayoría de las Ordenanzas revisadas a nivel internacional que se orientan a los temas de diseño urbano y protección de espacios públicos, estética y protección ante acciones de tala o daño a especies existentes, incluso combinadas con normas de manejo y respeto a especies animales en la ciudad, domésticos o en libertad (MS,2013). En Chile, actualmente se discute el Proyecto de “Ley de Arbolado Urbano” y la propuesta de Ordenanza Municipal de Infraestructura Verde que durante el año 2020 fue solicitada por más de 60 Municipalidades de ocho regiones. El proyecto incorpora la definición del árbol como “infraestructura verde” de la ciudad, y la elaboración de una Ordenanza que se adaptaría a cada municipalidad. Sugiere, para estimular la biodiversidad de especies, “no plantar más del 10% de árboles de una misma especie; no más del 20% del mismo género; y no más del 30% de la misma familia. Asimismo, la ordenanza aconseja que más del 50% de los árboles a plantar sean de especies nativas y con hoja persistente”, y exige a los Proyectos de Áreas Verdes para la ciudad, considerar la plantación de árboles en razón de 1 ejemplar por cada 100 m2 de área verde total  (RCH, 2021).

Las Normas de Equipamiento Urbano de Venezuela, vigentes a escala nacional (MINDUR, 1985), establecen la obligatoriedad de dotas de terrenos para equipamientos urbanos, a todo nuevo desarrollo, y son también utilizadas como referencia para la planificación de la ciudad construida (TORRES, 2017). Establecen como equipamientos de Ámbito General (para toda la ciudad), las “sedes de viveros” correspondientes a los equipamientos de Administración Pública. También indica como equipamientos obligatorios, los parques vecinales, campos de juego de 1-5 años, campos de recreación de 6 a 10 años, y de 11 a 15 años de edad, espacios para el deporte de entrenamiento en la escala vecinal, así como parques comunales y espacios para el deporte de competencia, parque urbano, jardín botánico, jardín zoológico en la escala metropolitana. Estos espacios representan oportunidades para la implementación de políticas de arborización y aumento de la masa vegetal urbana. La norma obliga a una dotación de 10,45 metros cuadrados de este tipo de equipamientos por habitante. Sin embargo, no incluye el tema específico de la arborización.

Otros instrumentos locales de planificación urbana como las Ordenanzas o leyes municipales de control del desarrollo urbano y el uso del suelo, excluyen completamente el tema, aunque algunas mantienen como actividades permitidas las correspondientes a “viveros y floristerías” en el ámbito primario e intermedio, más como actividades lucrativas que ambientales, o por políticas específicas de arborización.

El Plan Estratégico Caracas Metropolitana 2020 (PECM2020), elaborado por la Alcaldía Metropolitana de Caracas entre 2008 y 2012, incluye propuestas de protección ambiental y renovación urbana que representan oportunidades para la implementación de estrategias asociadas a la arborización y aumento de la vegetación, y lamentablemente no han podido ser implementadas ante la eliminación por decreto constituyente,  arbitrario e inconstitucional, de la Alcaldía Metropolitana en 2017, y las limitaciones de los gobiernos municipales de la ciudad para adoptar las propuestas de escala metropolitana de este plan. Esto incluye objetivos de conservación de áreas verdes y aumento de su superficie “incluyendo bosques urbanos públicos y privados”, así como su conectividad, la mitigación de incendios forestales mediante programas ad hoc, la conservación de especies amenazadas y la protección de la biodiversidad con centros especializados de protección.   También propone la actualización de la reglamentación de Parques nacionales y Zonas Protectoras, la arborización de calles y avenidas, el establecimiento de jardines verticales, corredores y techos verdes y la participación de los distintos actores y ciudadanos. Asimismo propone un programa de reforestación de las cuencas altas de los ríos de la Eco – Región Metropolitana, la cual abarca las cuencas de los Ríos Guárico, Tuy, San Pedro y Guaire como principales canales hidrográficos en una extensión o escala regional, supra metropolitana, y expone la necesidad de reactivar el programa de recuperación o Saneamiento del Río Guaire, programa iniciado con alguna infraestructura desde los años 40, activado para su culminación en la primera década del siglo XXI, pero actualmente paralizado y sin culminar. Señala igualmente la necesidad de mejorar elementos de drenaje superficial en la ciudad para el correcto manejo de la escorrentía por aguas de lluvia que incluye el incremento de la cobertura vegetal para mejorar la infiltración profunda y evitar la erosión por cauces superficiales, o las limitaciones de accesibilidad peatonal y vehicular por esta causa.

El documento síntesis indica que la ciudad cuenta con dos parques nacionales y cuatro zonas protectoras con una ocupación de más de 30 mil hectáreas de las 77 mil que conforma el área total de la ciudad en sus límites metropolitanos, conformada por los municipios Baruta, Chacao, El Hatillo, Libertador y Sucre. La vegetación local es de bosque húmedo o nublado en laderas de montañas y bosque seco (jabillos, indios desnudos, guatacaros, ceibas, mijaos, samanes y otros grandes árboles, refugios de especies invertebradas, aves y mamíferos como el oso hormiguero, venados y acures en las zonas menos intervenidas.  Como señala el Plan, aunque se encuentra irrigado por numerosas quebradas afluentes del río Guaire, río al centro del valle, todos estos cursos de agua se encuentran con alto grado de contaminación e intervención.  Los parques nacionales en la ciudad, tienen protección ambiental a cargo de las autoridades nacionales, sin embargo su ocupación paulatina por la expansión urbana, también amenaza su integridad con el desarrollo urbano, tanto por  de asentamientos semi formales de medianos y altos ingresos, como informales de bajos ingresos, especialmente en parques al interior de la ciudad, así como en la zona protectora o cinturón verde que la circunda (TORRES, 2020) que cumple fundamentalmente funciones de protección ambiental y limita del crecimiento de la ciudad (LLANOS y Almandoz, 2008).

En cuanto a los parques de escala intra urbana, metropolitanos y vecinales, el índice de dotación del Área Metropolitana de Caracas es de apenas 1 metro cuadrado por habitante aproximadamente, bastante por debajo de las recomendaciones internacionales y la dotación de muchas capitales y ciudades del planeta. El Plan propone un sistema metropolitano de espacios públicos con el fin de habilitarlos o recuperarlos como áreas recreativas, que para el año 2020 debería permitir un índice de dotación de 6 metros cuadrados de espacios verdes por habitante, y que incluiría entre otros,  el Parque Universal de La Paz, los Parques Vicente Emilio Sojo, Ruiz Pineda, Zoológico de Caricuao en el Municipio Libertador, los parques Galindo, La Aguada, Macaracuay, Concepción y Caiza en el Municipio Sucre, y el Parque Raúl Villanueva en el Municipio El Hatillo para un total de 3 mil Has, de las cuales cono unas 44 se encontrarían acondicionadas. Esto incrementaría en 1.500 hectáreas la dotación de este tipo de equipamientos y constituiría una notable oportunidad de consolidar bosques urbanos para la ciudad. El Plan Estratégico Caracas Metropolitana 2020, además plantea la creación de un nuevo tramo de zona protectora al sur de la metrópoli, en el sector Fuerte Tiuna, de hasta 115 hectáreas,  así como espacios recreativos en la zona recientemente densificada con residencia multifamiliar de estos terrenos militares. Propone también la recuperación de la laguna negra del sector La Bonita al sureste con unas 100 hectáreas como espacio de contemplación. Otro proyecto que propone estudiar es la transformación de unas 52 hectáreas de campos de golf en los municipios Chacao y Libertador, e incluso en el municipio Baruta con unas 32 hectáreas, campos de propiedad privada que hace décadas formaban parte de sus suburbios, pero que ahora se encuentran en ejes centrales y zonas residenciales con vocación multifamiliar de la metrópoli, pudiendo ser adaptados como zonas de esparcimiento para la colectividad. 

La creación de ejes metropolitanos para grandes recorridos peatonales como bulevares combinados con centros comunitarios, con una longitud total de unos 74 kilómetros es otra propuesta que puede ser una gran oportunidad para la arborización. Esto incluye ejes peatonales conectando distintos parques, plazas, vialidades y edificaciones públicas, bien a través de nuevos bulevares y ampliaciones de avenidas, o sobre las ya existentes que cruzarían la ciudad en diferentes direcciones, conectando sectores hoy casi infranqueables peatonalmente desde un extremo al otro, en zonas residenciales tanto como empleadoras, incluyendo los acceso al Parque Nacional Waraira Repano, en el borde norte de la ciudad, y la comunicación entre el acceso a grandes zonas de residencias informales y el resto de la metrópoli. Los grandes ejes peatonales propuestos como conectores de espacios públicos, parques existentes y futuros equipamientos CRECE en barrios, comprenden los orientados entre el este y el oeste de la ciudad (Bulevar de Catia al oeste hasta Parque Galindo en La Urbina al noreste, Parque El Calvario en el Casco central hasta el Portal Petare al este, Parque Ruiz Pineda al suroeste hasta el Jardín Botánico en zona central, Paseo Caricuao al sur, Complejo Poliedro al Suroeste hasta los Campos de golf de Valle Arriba al sureste, Plaza los Estadios al centro hasta Petare Sur al este, Parque Manzanares hasta Cuevas del Indio en el Sureste), y los ejes norte – sur (barrios de Catia – La Vega, Foro Libertador en el casco Central hasta el Parque Ruiz Pineda en La Vega, Sector popular de San José al norte del casco central y campos de golf de Valle Arriba en el sureste, Campos de Golf del Country Club al norte y campos de golf de Valle Arriba en el sureste, Parque Waraira Repano al norte hasta Parque La Guairita al sureste y Paseo Los Próceres al sur, Parque Galindo al norte y Petare Sur). El futuro Parque La Carlota no fue incluido expresamente en estos recorridos, pero el proyecto correspondiente incluye la integración norte – sur entre zonas adyacentes. La creación del Parque La Carlota, incluida como propuesta en el Plan, contempla la transformación de 117 hectáreas de terreno en un área arbolada para la recreación y la minimización de riesgos hidrológicos presentes en la zona, por la confluencia de cursos de agua que también deben ser saneados, entre ellos el río Guaire. Actualmente el área alberga un aeropuerto militar, instalaciones complementarias y depósitos de maquinarias de construcción propiedad del Estado OPUS (2019).

El proyecto del parque se propone modificar la topografía para propiciar “planos de inundación y regulación del cauce, áreas de estabilización, fito-remediación del agua y humedales de laminación de aguas de escorrentía, que contribuyan a una gestión integral del riesgo hidrológico existente”. Aspira a lograr la siembra de una vegetación densa que sirva como nicho de biodiversidad, en especial de aves autóctonas como tordas, pericos, loros, canarios, lechuzas, guacharacas, colibríes, querrequerres, gonzalitos, golondrinas, atrapamoscas y gallitos azules, entre otros. Se apoyaría asimismo en la creación de un vivero, bosques de corredor y de galería con árboles de gran altura, vegetación baja y de jardines. También incluye la introducción de fauna local, por ejemplo, cachicamos, lagartijos, monos aulladores, ardillas y rabipelados.  

Otras propuestas del Plan Metropolitano Caracas 2020 incluyen la Renovación Urbana de importantes sectores dinámicos de la ciudad. Estas estrategias suelen generar nuevas Ordenanzas de Zonificación, que deberían incorporar el criterio de arborización y otras estrategias de conservación ambiental urbana, y que podrían ser modelo de innovación para otras experiencias en el diseño de instrumentos de regulación urbana.

A pesar de los ambiciosos y necesarios objetivos del Plan Caracas 2020 en materia de dotación de áreas verdes, así como de la propuesta de centros comunitarios o “equipamientos integrales CRECE (Cultura, Recreación, Educación, Crecimiento y Emprendimiento)” para los barrios informales, este Plan no incluye propuestas específicas relacionadas con programas de arborización al interior  de estos sectores residenciales que acogen a más del 40% de la población residente, y que padecen la casi total inexistencia de parques o jardines en su interior como ya se comentó, siendo así los más desprovistos en la ciudad, aunque algunos colinden con parques nacionales y zonas protectoras, sin tener necesariamente acceso útil a estas áreas o a su protección. Caracas 2020 se apoya en el Plan de Habilitación Física de Barrios (BALDO y Villanueva, 2010), elaborado para los asentamientos informales de las metrópolis venezolanas desde los años 90, y puesto en marcha en el año 2000, fue lamentablemente paralizado dos años después. Ese plan contempla la creación de parques de escala vecinal dentro del proceso de dotación de infraestructura, equipamientos y vialidad a estos desarrollos, como un proyecto nacional articulado, pero no incluye planes específicos enmarcados en el concepto de arborización y sostenibilidad. La oportunidad se presenta entonces en el diseño paisajístico de los espacios de equipamiento propuestos en el plan, una vez pueda ser actualizado, para que conformen ejes y sistemas de protección ambiental arborizados.

Actualmente, la política nacional para la atención de los barrios informales es, desde 2011, la denominada Misión Barrio nuevo, Barrio tricolor, a cargo del Ministerio de Obras Públicas. Según las publicaciones en redes sociales y prensa, la ejecución del plan actualmente realiza trabajos de refacción menor de viviendas en zonas populares escogidas, o por solicitud de las comunidades, limitadas a pequeñas unidades vecinales. Asimismo, proclama la entrega certificados de “saberes” y consigna títulos de tierra. Esto se corresponde con los objetivos o “vértices” políticos publicitados recientemente: organización popular para la construcción de ciudades comunales, planificación y ampliación territorial en comunas para mejorar y aumentar la atención social, certificación de saberes y el lanzamiento del manual del constructor obrero, logística de recursos a través del encadenamiento productivo comunal, capacidades del obrero constructor y del Estado venezolano, profundización la política de regularización y tenencia de la tierra en los barrios, inserción laboral con la conformación de las cuadrillas obreras para la atención integral a las comunas, política comunicacional de la Gran Misión Barrio Nuevo Barrio Tricolor (MINCI, 2021).

Tareas Misión Barrio Nuevo Barrio Tricolor. Venezuela. Pintura de muros. Fuente: https://twitter.com/Barrio_Tricolor/status/1441740517436448768?s=20  Ministro de obras públicas en tareas de reacción (Sábado tricolor)

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En la práctica, este programa también realiza jornadas de suministro de agua mediante camiones cisterna a comunidades seleccionadas ante las constantes fallas de suministro por medio de acueductos de los últimos años, atiende la refacción de escuelas públicas seleccionadas, y realiza trabajos menores de apoyo en caso de emergencias por eventos climatológicos localizados. No luce como una política espacial e institucionalmente articulada a nivel nacional para la atención generalizada de los asentamientos informales, o de su incorporación a la estructura urbana y no resalta objetivos ambientales concretos. 

Otra Misión gubernamental, denominada Misión Venezuela Bella, a cargo de la Vicepresidencia de la República con aproximadamente dos años de creación, se dedica a “rehabilitar y embellecer las edificaciones y espacios del país”, centrándose en prácticas de refacción menor y tareas de desinfección de espacios públicos, en relación con el COVID-19, sin detallar otros objetivos relacionados con arborización o sostenibilidad ambiental (VPR, 2021). Por otra parte la Misión Árbol ya citada, a cargo del Ministerio del Ambiente, ha incluido recientemente  programas ocasionales de “Expedición Pedagógica Árboles”, con el fin de dar a conocer la historia de los árboles emblemáticos de la ciudad, la primera expedición, realizada en Caracas en el año 2018, así como la plantación ocasional y limitada de especies arbóreas frutales y ornamentales en espacios públicos o en parques existentes, inauguración de “cafeterías árbol” para la venta de plántulas en la ciudad, con una inaugurada en Caracas en 2016,y la rehabilitación de viveros pre existentes. (MINEC, 2021). También ha propuesto en 2021 la siembra de “un árbol por calle” a nivel nacional desde junio de 2021, pero sus resultados no han sido aún ofrecidos a los medios o fuentes de información disponibles ni se evidencian en la observación cotidiana de la ciudad.

En las comunidades informales, más allá del Plan de Habilitación de Barrios paralizado y otras iniciativas del gobierno nacional ya citadas, algunas experiencias locales aisladas arrojan resultados positivos en cuanto a la posibilidad de crear y mejorar los escasos espacios públicos locales, aunque desafortunadamente en una escala absolutamente reducida, insuficiente y desarticulada de planes integrales de habilitación urbanística. Por ejemplo, la Alcaldía del Municipio Sucre en Caracas y la Fundación Espacio (FE y AMS, 2012) publicaron los resultados de experiencias de diseño y construcción de propuestas, para barrios del Municipio Sucre en Caracas tales como pequeñas plazas y parques infantiles de bolsillo. No hay un objetivo específico de arborización en los proyectos y obras ejecutadas, sin embargo, hay una plausible alusión a las bondades y el significado de árboles incorporados a la vida cotidiana de estas comunidades, bien como sitios de reunión por la sobre ofrecida por grandes  follajes, como sitio de juego de niños, y como fuente de frutales “Intervenir y curar el paisaje urbano de los asentamientos informales trae orden y belleza a estos espacios, inclusive mejora condiciones ambientales en cuanto a la acumulación de basura, y garantiza la existencia de una dimensión pública en la comunidad. Un suelo bien pavimentado, un banco firme donde sentarse bajo la sombra de un frondoso árbol y la alegría de mirar a niños jugando en un espacio protegido, son justamente las experiencias que llenan vidas de dignidad” (SILVA, 2012;12).  Un fondo ajardinado, una hilera de arbustos o árboles, una envolvente, incluso una paleta de colores…todos estos son elementos que, como suerte de símbolos, hacen reconocibles al espacio público”. (BELANDRIA, 2012; 55). El testimonio de una residente del Barrio Unión de Petare recuenta: “Por aquí cerca estaba la planta eléctrica de Caracas, la fábrica de Papeles Maracay y la Hacienda El Encantado; era divertido porque salíamos del colegio y, a escondidas, íbamos y comíamos mango verde de los árboles. Era bellísimo, un sitio de esparcimiento como si fuera El Ávila. Pero en su comunidad no había un espacio público de calidad, donde la gente pudiese divertirse sin tener que bajar a Caracas.” (PATY, 2012; 116).

Si bien estas manifestaciones tienen una fundamentación basada predominantemente en criterios estéticos de diseño espacial urbano y arquitectónico, y carecen quizás de la profundidad del análisis de significado socio antropológico del espacio y el arbolado, el simple reconocimiento del árbol como elemento de diseño es muy importante.

En nuestra propia experiencia de apoyo a comunidades de barrios informales de Caracas desde la academia, durante casi una década pudimos desarrollar pequeños anteproyectos de espacios públicos por ejemplo al barrio La Ladera, Parroquia La Vega de Caracas, con los estudiantes de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela bajo nuestra guiatura. Una de las demandas más importantes de la comunidad fue conservar los pocos árboles de gran follaje existentes, por su sombra o por su significado histórico para la comunidad, dándoles sentido de pertenencia e identidad. Estos árboles incluso dieron nombre o nomenclatura (toponimia) a algunos de los espacios proyectados y por recuperar. También se hicieron propuestas de reciclaje de desechos sólidos y compostaje a petición de los vecinos, proyectos que por el momento han quedado como tales y no como obras realizadas lamentablemente, y que si bien son un aporte positivo puntual y fueron enmarcados dentro del Plan de Habilitación Física de Barrios (CONAVI, 1999), no corresponden a una política generalizada sobre arborización y sostenibilidad ambiental (TORRES, 2016).

El Plan Estratégico Caracas Metropolitana 2020 (AMC, 2012) no presenta iniciativas asociadas a la previsión de viveros o a la agricultura urbana.  En Caracas, existen dos experiencias destacables en cuanto a la conservación de la vegetación, la previsión de viveros y/o agricultura urbana. En primer lugar, el Jardín Botánico “Tobías Laser” de Caracas​, de la Universidad Central de Venezuela,​ forma parte de la Ciudad Universitaria, Patrimonio Cultural de la Humanidad (UCV, 2020). Posee una extensión de 70 hectáreas y cuenta con más de 2.500 especies que corresponden a unas 200 familias botánicas, de las cuales el 50 % son de Venezuela, proviniendo el resto de Centroamérica, África, la India y otras regiones de Asia y Suramérica. De sus 70 hectáreas, 55 hectáreas se han reforestado y se han dedicado como bosque autóctono preservado, y fue creado con la Ciudad Universitaria a mediados del siglo XX, para preservar las especies vegetales en peligro, proteger del ruido y la contaminación de vías urbanas adyacentes, y realizar las actividades de prácticas de campo de los estudiantes de la Cátedra de Botánica. Actualmente se encuentra en grave crisis por precariedad presupuestaria de parte de la administración pública y vandalismo, como todo el campus (DEL CASTILLO, 2018), así como amenazas de ocupación ilegal por parte de pobladores, hasta ahora contenidas. Gracias a la dedicación de académicos, estudiantes y benevolentes, continúa manteniendo sus funciones principales con limitaciones, y constituye un pulmón verde para la ciudad. También contiene desde 1958 el Herbario Nacional de Venezuela, fundado por el sabio naturalista suizo Henri Pittier, a comienzos del siglo XX, que custodia y preserva la mayor colección de muestras botánicas del país. Es la principal referencia de la flora de Venezuela, teniendo también un gran número de muestras de otros países. Actualmente el Herbario Nacional custodia aproximadamente 400.000 especímenes de todos los grupos vegetales.  (GIACOPINI, 2020); (RODRÍGUEZ y Hokche (2006).

Muy cerca del Jardín Botánico, se encuentra el Vivero Simón Bolívar. En un área de 2.500 metros cuadrados entre el Complejo Cultural Teatro Teresa Carreño y el Parque Los Caobos de la capital, que produce actualmente cerca de 3.500 plantas mensuales, entre ornamentales, medicinales, frutales, y forestales, destinadas principalmente a alimentar la red de viveros del Proyecto de Desarrollo y Consolidación de la Agricultura Urbana y Periurbana en la Gran Caracas según la Fundación CIARA Cooperativa agraria, adscrita al Ministerio de Agricultura Urbana que lo coordina.  Esta informa que se producen allí plantas medicinales y aromáticas: orégano, menta, hierbabuena, malojillo, albahaca blanca y morada, toronjil, pasote, sábila, uña de gato, té rojo, té verde, hinojo, tomillo, mejorana, romero y estevia. De las plantas ornamentales destacan: espadilla, garbancillo, navidad, capa roja, petunia, florecita, bellas las once, alfombra, clavellina, té de jardín, croto, y vetiver. En el caso de árboles reportan la reproducción de: araguaney, apamate, caoba y jarillo, y frutales como aguacate, mandarina, naranja y mango. A la fecha, el citado proyecto dice contar en la región central con viveros en las parroquias: La Vega, Caricuao, La Candelaria, Santa Rosalía, 23 de Enero, Catedral, El Paraíso, La Pastora, Antímano, El Valle, Coche, Sucre y El Junquito, en el Distrito Capital; y en los municipios Baruta, Sucre, Simón Bolívar, Cristóbal Rojas y Plaza, del estado Bolivariano de Miranda, los cuales no pudieron ser verificados. El proyecto cuenta en la región central con viveros en las parroquias: La Vega, Caricuao, La Candelaria, Santa Rosalía, 23 de Enero, Catedral, El Paraíso, La Pastora, Antímano, El Valle, Coche, Sucre y El Junquito, en el Distrito Capital; y en los municipios Baruta, Sucre, Simón Bolívar, Cristóbal Rojas y Plaza, del estado Bolivariano de Miranda para 2009. Actualmente apoya proyectos de siembra comunitaria a nivel nacional, orientando sus recursos a la agricultura urbana y periurbana para la producción de frutas, verduras y hortalizas de subsistencia (ALBAN et al., 2017), con impacto limitado en cuanto a logros, aunque con grandes metas de cobertura nacional y programas de reimpulso declarados para 2021. Este programa de agricultura urbana vigente, producción de compost y comercialización, fue formulado en conjunto con la FAO en 2005, y asumido por CIARA en 2008. Tiene sobre todo naturaleza de asistencia social (MPPP, 2020). Sus metas de producción prometen 29.712 Kilogramos de semillas de hortalizas en 18.394 Hectáreas bajo la modalidad de conuco, patios productivos, huertos, y 400 Hectáreas de cultivos protegidos bajo la modalidad de casas de cultivo, metas no cumplidas por el momento.

Palmas datileras en las autopistas de Caracas. Esta especie del género Phoenix, se distribuye naturalmente desde Canarias, el norte de África y el sur de Asia, hasta el Extremo Oriente. Fuente: http://www.inameh.gob.ve/web/prensa/noticias.php?n=2038

En el año 2011, la Gran Misión AgroVenezuela del gobierno nacional, incluyó entre sus líneas estratégicas el “fomento de la agricultura urbana como un nuevo esquema de producción masiva de alimentos en las ciudades” En 2014, el programa impulsó invernaderos, casas de cultivo y viveros. Por su parte, la alcaldía del municipio Libertador de la capital caraqueña, creó el plan municipal Plan Siembra Caracas con metodologías participativas, para los sectores populares, que también incluyó la cría de animales de corral. En el año 2015, se creó el Ministerio del Poder Popular para la Agricultura Urbana que aglutina los objetivos de la Fundación Ciara, y los gobiernos locales, e impulsa la generación de “patios productivos” en las comunidades, al igual que el rescate y la conservación de la agrodiversidad, y la generación de abonos orgánicos. Se ha reportado que presenta problemas de implementación, como la falta de dotación de agua para el riego, y la presencia de suelos poco saludables en los espacios urbanos. Más allá de la información atomizada en artículos de prensa acerca del reinicio cada año de estos planes, no se obtuvieron datos certeros de producción y sostenibilidad de los proyectos.

 

 

 

Conclusiones

No hay duda de las ventajas y de la necesidad de la arborización. No basta con la arborización urbana, sino que se debe incluir la escala territorial y planetaria en las previsiones de planificación urbana y ambiental, y es indispensable procurar la arborización de las ciudades, asiento de la mayor cantidad de habitantes del planeta. Hay numerosas iniciativas en favor de la arborización del planeta, que sin embargo no tienen los efectos necesarios con la rapidez que la urgencia del cambio climático exige. Por el contrario, siguen predominando tendencias de deforestación y contaminación en regiones tan importantes como la Amazonía, en lo cual Venezuela está particularmente implicada, donde también existe una ausencia de políticas de arborización y protección efectiva de los árboles de la ciudad, sin comprender su importancia tanto desde el punto de vista de ambiental como otros que se han destacado en este informe. Sin embargo, existen propósitos, espacios y oportunidades para superar esta situación.

A continuación, se resumen las recomendaciones para Venezuela y sus ciudades, particularmente Caracas, a partir las indagaciones realizadas:

 

Recomendaciones generales y de escala nacional: grandes bosques:

1.    Contribuir al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) acordados por la Organización de Naciones Unidas, para limitar el aumento de la temperatura ambiental en no más de 1,5°C a través de distintas estrategias, entre ellas la protección de bosques y árboles a escala continental, regional y urbana, para mitigar y detener los efectos del cambio climático.

2.    Detener la destrucción y la ocupación por otros usos, de grandes porciones de parques nacionales, particularmente de la Amazonía al sur del país, llevada a cabo por actividades mineras indiscriminadas, específicamente en el llamado Arco Minero.

3.    Controlar las actividades de ganadería y agrícolas de expansión sobre zonas boscosas protegidas.

4.    Formular el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático previsto en la Ley de Gestión Integral de Riesgos Socionaturales y Tecnológicos (LGIRST), incorporando el tema de la arborización de ciudades y territorios, con base en la legislación orgánica vigente y el texto Constitucional.

5.    Incorporar al país en programas internacionales de apoyo a la protección de bosques, para el financiamiento de programas de reconocimiento y monitoreo de la capa vegetal, asumiendo compromisos de protección y reforestación.

6.    Incorporar las ciudades a los programas internacionales de reconocimiento y financiación de proyectos de arborización y protección de bosques a través de sus gobiernos locales.

7.    Incorporar en los instrumentos legales de planificación urbana y regional, así como en la norma nacional de dotación de equipamientos urbanos, objetivos medio ambientales e índices de dotación que favorezcan la arborización, así como patrones de crecimiento y expansión urbana, favoreciendo la ciudad compacta, de usos mixtos, multinuclear y de fácil acceso a la población respecto a espacios verdes arborizados, y previendo efectos esperados como el aumento de los niveles del mar en las zonas costeras.

8.    Atender particularmente las consecuencias del cambio climático inevitables, de acuerdo al comportamiento de las temperaturas ambientales globales en aumento, especialmente en las zonas costeras, de la producción agrícola y pesquera, procurando la transformación sostenible que incluya políticas de protección a bosques y ecosistemas costeros.

9.    Propiciar un proyecto de Gran Muro Verde Urbano, en los sistemas de ciudades del país, como inspiración para proceder a su arborización, a la protección de bosques urbanos y a su ampliación, conjuntamente con políticas de protección de cuencas hidrográficas y cursos de agua de escala regional.

10.  Valorizar los efectos positivos de la arborización, tanto de tipo ecológico como los de carácter sanitario, alimentario, cultural, educativo, económico, empleador, social y psicológico, en el marco de metas para su incremento, su conservación y explotación sostenible.

11.  Incorporar la preservación de bosques en objetivos de desarrollo agrícola por su aporte a la biodiversidad de especies polinizadoras, combate de la desertificación, a la inundación y a la erosión del suelo, mitigando el cambio climático en favor de la producción de alimentos producidos de manera sostenible.

12.  Valorizar en las políticas sanitarias la protección de la cobertura vegetal de árboles y bosques no intervenidos, como fuentes de productos medicinales a la vez que hábitat para la contención de especies potencialmente transmisoras de enfermedades, en el caso de la intervención humana.

13.  Realizar estudios para el seguimiento y combate de plagas y enfermedades de bosques y arbolados, a través de instituciones científicas.

14.  Atender la formación científica en el área de la biología para el personal administrativo de todos los niveles a cargo de programas relacionados con la arborización, así como a las comunidades y otros sectores involucrados.

15.  Recolectar datos para el registro, clasificación, protección y control de cada ejemplar utilizando tanto técnicas satelitales y tecnologías avanzadas de libre acceso a los gobiernos locales, instituciones protectoras y a las comunidades, incorporando otros instrumentos tecnológicos novedosos como drones con el necesaria formación y participación de personal especializado.

16.  Propiciar la participación del sector privado, las comunidades e instituciones en la conservación de bosques y arbolado.

17.  Desarrollar campañas generales de concientización a nivel escolar y del público en general.

 

 

Recomendaciones específicas y en la escala de la ciudad: arborización urbana.

 

1.    Incorporar el estudio de la arborización urbana a los Planes de Ordenación Urbanística POU y Planes Locales de Desarrollo Urbano PDUL, Ordenanzas Municipales, especialmente las Ordenanzas Ambientales y las de Zonificación Urbana, en proyectos de diseño y renovación urbana, en planes de habilitación de barrios informales con índices adecuados, y superando la escueta normativa sobre acciones de tala y poda predominante en las Ordenanzas Municipales, o la ausencia de consideraciones adecuadas en el resto de la legislación urbanística, con aplicación a todas las ciudades del país.

2.    Incorporar los criterios ambientales, beneficiando la arborización, en planes de crecimiento urbano compacto del Área Metropolitana ampliada y del sistema de ciudades de la región capital.

3.    En el caso de la ciudad capital Caracas, desarrollar las propuestas del Plan Estratégico Caracas Metropolitana 2020, ampliándolas para su complementación con Normas Nacionales de Equipamiento Urbano y  Ordenanzas Municipales de protección del arbolado, con exigencia de índices de dotación en el desarrollo urbanístico, y políticas específicas de arborización en terrenos de edificaciones públicas, sistemas de movilidad peatonal y parques propuestos, especialmente la construcción del Parque La Carlota, y la disposición de nuevos parques urbanos previstos en el Plan, la protección de los parques nacionales y zonas protectoras, habilitación e integración de barrios informales verdes, jardines verticales y techos verdes, para obtener a mediano plazo una dotación posible de al menos 6 metros cuadrados de áreas verdes por habitante.

4.    Culminar el proyecto de saneamiento del río Guaire y de sus afluentes en Caracas, y asegurar restauración de las cuencas de los ríos de la región metropolitana.

5.    Implementar un Plan de Habilitación urbanística para las zonas informales, con criterios de sostenibilidad ambiental que doten a estos sectores residenciales de zonas verdes y arbolado adecuado y sostenible.

6.    Formular políticas de vivienda urbana efectivas, que contengan la expansión urbana indiscriminada sobre parques nacionales, Áreas Protectoras (Cinturón Verde) y otros parques de la ciudad.

7.    Implementar programas que permitan alcanzar índices de arborización urbana cercanos a 1 árbol por cada 3 habitantes, cerca de 10 metros cuadrados de área verde por residente en las ciudades, un árbol cada 100 metros cuadrados de espacio público abierto, incluyendo la infraestructura peatonal, parques y jardines públicos y privados.

8.    Cuidar la implementación de programas de arborización urbana manteniendo normas de sembrado, distanciamiento, irrigación, localización, especies autóctonas y complementarias, protección de especies animales, biodiversidad y ecosistemas asociados, protección patrimonial e histórica en la siembra de los árboles urbanos.

9.    Incorporar la arborización como unidad de diseño urbano y paisajístico con criterios medioambientales complementarios e indispensables, junto con criterios estéticos o de diseño espacial.

10.  Proteger físicamente los ejemplares urbanos, a través de elementos tales como enrejados o parales de protección contra posibles golpes o acciones vandálicas, e impedir la tala indiscriminada de árboles por parte de instituciones, vecinos e individuos, favoreciendo la formación y educación ambiental de trabajadores y comunidades.

11.  Llevar bases de datos urbanas con las características de la arborización para su cuido y control.

12.  Estudiar la distribución equitativa de espacios verdes y arborización en todos los espacios de la ciudad, poniendo especial atención en los espacios más deficitarios como cascos históricos tradicionales y muy especialmente los asentamientos de barrios autoproducidos con alta ocupación del suelo y ausencia casi total de arbolado y espacios verdes.

13.  Dar especial atención a los árboles de bosques de galería en los sistemas hidrográficos de las ciudades, y en los sistemas de manglares en zonas costeras urbanas.

14.  Aumentar las áreas con suelo permeable en la ciudad, acompañadas por arborización y vegetación para favorecer la absorción de escorrentía y minimizar efectos de inundación y deslizamientos de terreno.

15.  Conservar la capa de mantillo (hojas muertas) en la superficie del suelo en zonas arboladas y con vegetación, para favorecer el almacenamiento de agua, y la protección del suelo de efectos de erosión que perjudican su calidad.

16.  Propiciar la vegetación ribereña en ríos, quebradas y afluentes.

17.  Manejar las opciones de “cuencas de bio retención”, jardines de lluvia y bioswales en el diseño de espacios abiertos en la ciudad, como infraestructura de apoyo.

18.  yo a la canalización del drenaje superficial, la absorción de materias contaminantes que arrastra la escorrentía, y como oportunidades de arborización, biodiversidad y paisajismo urbano.

19.  Promover la siembra de árboles en espacios de recreación como parques, plazas, y en espacios de estudio como escuelas y universidades, en núcleos de negocios y en zonas residenciales, promoviendo así sus efectos ambientales positivos, tanto como educativos, terapéuticos, psicológicos y cognitivos, de aislamiento del ruido.

20.  Propiciar la siembra de árboles a lo largo de vías expresas y avenidas para aprovechar igualmente su efecto de reducción de velocidades por parte de los conductores, gracias a su efecto visual, paisajístico y psicológico.

21.  Organizar programas participativos mixtos (comunidad, empresa privada, gobiernos locales y gobierno nacional) en la implementación de planes y obras de siembra y mantenimiento de la arborización urbana.

22.  Incorporar el concepto del árbol como valor patrimonial cultural en las políticas del área y en los programas de tratamiento del espacio urbano.

23.  Propiciar y normar la incorporación de vegetación en techos y fachadas de edificaciones, en las normas de arquitectura y construcción nacionales y locales.

24.  Privilegiar la siembra los árboles de larga vida, bajo mantenimiento, especies endémicas, y de copa frondosa, incorporando el estudio científico de la dotación y protección de especies según las particularidades locales y las condiciones de entorno para los árboles que pudiesen afectarlos negativamente: lugares con alta contaminación automotora, iluminación directa o excesiva en horas nocturnas, falta de acceso a fuentes de agua.

25.  Propiciar el protagonismo de los gobiernos locales, municipales, en la formulación y gestión de planes de arborización de la ciudad y espacios adyacentes, así como de bosques en sistemas de ciudades.

26.  Proteger y propiciar instituciones de resguardo de especies vegetales como viveros, en particular el Jardín Botánico de la UCV, así como las actividades de investigación académica y científica en el tema.

27.  Desarrollar sostenidamente los programas de agricultura urbana, a fin de que contribuyan con la sostenibilidad ambiental de la ciudad, además de otros objetivos sociales, integrándolos a las políticas de los gobiernos municipales.

28.  Crear programas sostenibles de apoyo a las instituciones de investigación científica, herbarios y viveros, distribuidos convenientemente en la ciudad, con el fin de garantizar el estudio y la reproducción de los árboles y otras especies vegetales, tales como el Jardín Botánico de la UCV y el Vivero Simón Bolívar en el Parque Los Caobos en la capital.

Finalmente, lograr la valoración del arbolado como seres vivos y como parte esencial del planeta y de nuestra existencia.

 

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